viernes, 22 de abril de 2011

Psicoanálisis: Cárteles Días Escuela Freudiana de París.

Journées des cartels de l’École freudienne de Paris.
Maison de la chimie, Paris.

Texto Fuente: Lettres de l’École freudienne, 1976, n°18.

• Traducción del documento: TERESA de CUNIBERTTI (excepto el texto indicado).
• Revisión técnica desde el discurso psicoanalítico a cargo de SUSANA TAPIA y GASTÓN ZOROASTRO
• Digitalización del documento original y edición final: PABLO PEUSNER


DISCURSO DE APERTURA DE LAS JORNADAS DE LA
ESCUELA FREUDIANA DE PARÍS.
LOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES Y LA CURA .



JACQUES LACAN



Según el programa, se me pide que diga unas palabras de apertura.
No puedo decir que sea insensible a estas Jornadas, quiero decir, a esta reunión cuya fecha elegí yo mismo. Y la elegí porque caía en un fin de semana, y es evidente que no hubiera insistido de otro modo, si no fuera el caso, pero sucede que un domingo, el 13, mañana, es un día particularmente pesado para mí, puesto que es el día de mi cumpleaños. Naturalmente, no siempre fue pesado, sino después... cerca de los cincuenta. Y los cincuenta los cumplí con un costo, exactamente desde la época que puedo decir que empecé mi seminario. Como tal vez sepan, algunos lo saben... lo comencé en mi consultorio antes de empezarlo en Sainte-Anne.
Acabo de preparar estas palabras hace unos momentos porque no tengo la intención de dar un seminario para la apertura de estas Jornadas.
Es para decirles, en suma, que estoy gratamente sorprendido. Por supuesto hay sorpresas que me preparo a mí mismo, como el caso de estas Jornadas de abril, pero aun así la sorpresa es, primero, la presencia de ustedes, y luego que ayer por la noche leí varios trabajos, no todos, sobre el mismo tema, ya que tenemos tres temas para estas jornadas, especialmente las relaciones de los conceptos fundamentales y la cura, la cuestión de la psicosis y sus relaciones con la forclusión, y finalmente la ética. Lo que me ha conmovido particularmente es la serie de trabajos que no había leído, y me disculpo, hasta anoche; es cierto que por el momento estoy muy preocupado por la continuación de lo que tengo que decirles en mi seminario, e incluso puedo decir que me ocupa bastante... así fue como anoche tuve la grata sorpresa de leer los trabajos sobre la ética del psicoanálisis; quedé muy conmovido por ellos, porque ustedes saben que ese seminario no ha sido publicado; no ha sido publicado, diría que por mi voluntad expresa, porque hubo un momento, crítico, que ocurrió hace ya más de diez años, cuando especialmente uno de mis alumnos tenía empeño en que aquello se publicara en una rearticulación que alguien había hecho, para llamarlo por su nombre, Moustafá Safouan, pero esto no me había parecido oportuno. Fue el momento, en efecto, en que la Asociación Internacional que ustedes conocen se separaba de mí. Y no me parecía el momento más adecuado para publicar la Ética del psicoanálisis.
Y entonces me llega esta cantidad de trabajos sobre el tema de mi seminario, porque se trata de él, ya que el texto de lo que puse en circulación en ese tiempo, si recuerdo las fechas... 1959-60, son evidentemente la demostración de que se ha trabajado sobre mi texto y no sobre el texto del querido Safouan, puesto que impedí que saliera, decliné este honor en el cual las Presses Universitaires, debo decirlo, estaban muy interesadas con la esperanza manifiesta, dado el contexto, de un éxito de librería; nunca, debo decirlo, favorecí esta especie de combinaciones editoriales, jamás hice nada para obtener efectos de shock, esa no es mi forma de proceder; lo inaudito es que ocurra eso, por supuesto, tanto más cuanto menos se desee; es así como me di cuenta, a pesar de todo, de algo que es un efecto: resulta que gracias a que nunca lo busqué, ocurre que hay efectos generacionales. Quiero decir, por ejemplo, acerca de este seminario sobre la ética del psicoanálisis, alguien por quien no puedo decir que tenga verdaderamente los sentimientos que convengan, ni por arriba ni por abajo, para quien debo decir que dejé una huella en mis Escritos de algo que se dirige a él, y es una huella que no borraré de ninguna manera, alguien que se llama Lagache, un día me dijo, justamente en esa fecha (es preciso decir que nunca venía a escuchar lo que yo decía en Sainte-Anne, hubiera preferido, por supuesto, que viniera, tal vez le hubiera abierto la mente), pero de hecho no venía nunca y no solamente no venía nunca, sino que padecía mis títulos con una irritación creciente, lo que se manifestó justamente a fines de este año con esta observación: “Hiciste la ética del psicoanálisis este año, ¿el año próximo vas a hacer la estética?”.
Lo que tenía de bueno esa época es que no se puede decir que la mutación generacional se había realizado, de lo que soy, en suma, para gran sorpresa mía, responsable. Es necesario que reconozca que, como me lo han dicho, incluso la manera de escribir, me lo han dicho de diversas maneras, que son modos algunas veces estridentes, pero eso no impide que reconozca –es un hecho– que ya no se escribe en 1975 como se solía escribir veinticinco años atrás, y que, digamos, yo soy un poco responsable: de ahí el hecho que alguien, al que resulta que le he dado (fue él quien me lo dijo, que lo confiesa) la vibración de donde partió para él su escritura, cito a alguien de quien no creo que todos sepan su nombre, pero que no es de ninguna manera un escritor despreciable, cuyo nombre es Jean Roudaut, así pues, alguien vino para decirme eso y quería que se hiciera algo sobre este aspecto en particular que no es el aspecto más importante de mi enseñanza. Es más bien sobre el plano de la vibración científica donde hubiera preferido dejar mi huella, pero, en fin, parece que, incidentalmente, la dejé también en la escritura. En fin, a pesar de esto, es una muy grata sorpresa, que me llega en el ocaso de la vida: saber que no he hablado en vano.
Esta no me impide pensar que no es del todo lo que yo habría esperado cuando me comprometí con lo que implica la entrada en funciones de la práctica psicoanalítica. Hubiera esperado más bien que esto interesara a los psicoanalistas. Es realmente muy difícil imaginar lo que podía ser un psicoanalista hace treinta años, digamos. No voy a intentar incluso describirlo aquí, pero, en fin, era alguien que estaba, no obstante, muy aferrado a su posición.
¿Por qué fue necesario que se sintieran amenazados en sus posiciones por lo que yo decía? Es un misterio. Pienso que, en lo que se refiere a esta generación, su posición sería mejor si hubieran escuchado lo que les decía, porque, después de todo, era completamente central recordarles la temática de la ética que ellos instauraban con su sola presencia. Naturalmente, no era en absoluto una especie de extremo ni de invención del momento; yo había enunciado esta ética del psicoanálisis bastante antes de la última guerra; quiero decir que le había hecho una promesa a Jean Paulhan, y si miran la tapa de algunas Nouvelle Revue Française (que todavía no era la Nouvelle Nouvelle), de antes de la guerra, verán allí el anuncio de lo que yo llamaba (tenía mis razones para cambiar también la primera palabra), de lo que llamé en un primer momento Moral del psicoanálisis porque, sin embargo, no soy psicoanalista desde siempre, lo fui justo un poco antes de la guerra, hace ya algunos años. Nunca entregué el artículo, por supuesto, porque no estoy demasiado inclinado a abrirme camino en lo literario, sean cuales fueren mis incidencias en la escritura. Al fin, pues, no le di el artículo a Jean Paulhan, pero de inmediato vi qué era verdaderamente el eje, el centro, el acontecimiento del psicoanálisis: una ética.
No valía la pena deducir de ello que haría también una estética, porque, en verdad, no pensé nunca en eso. Pero, en fin, para mi interlocutor, el que mencioné hace un rato, tal vez “ética” le sonaba a “estética”. Es así. Son historias de discursos universitarios, como dije, como dije además de una manera que no es de ningún modo despreciar el discurso universitario, ya que, por el contrario, es darle un estatuto, pero con ese ligero desplazamiento que dice muy bien que el discurso universitario se cristaliza en su estatuto por el discurso analítico.
En fin, son cosas que hice después. Entre los trabajos que me pusieron más contento, que fueron como un bálsamo anoche, hay más de uno, pero no puedo citar a todos sus autores. Sin embargo, hay más de una, digamos, más de una mujer, lo que evidentemente no me sorprende porque, a pesar de todo, las mujeres, he hablado de ello bastante por el momento, me refiero a aquello que la mujer tiene de real, aunque no exista. En fin, esto para aquellos que vienen a veces a escuchar mi seminario; incluso para el trabajo que, sobre la ética del psicoanálisis, tiene más del cuerpo, sospecho que hubo algunas que colaboraron en él.
También hay un trabajo sobre el sueño y lo real que me parece importante, y que está en el límite, en la franja de lo que nos hemos planteado como programa.
Les cedo ahora la palabra, agradeciéndoles que me hayan dado este –tardío sin duda, pero nunca es demasiado tarde– este consuelo tardío.

(Aplausos)


SESIÓN PLENARIA DEL SÁBADO 12 DE ABRIL DE 1975, POR LA TARDE

LA FUNCIÓN DE LOS CÁRTELES

DEL “MÁS UNA”

(La sesión se abre a las 17 horas bajo la presidencia del Sr. Martin)




PIERRE MARTIN: Estas Jornadas de estudio de la Escuela Freudiana no tenían solo por finalidad la reunión y la concurrida asamblea que fueron su resultado; también figuraba en sus proyectos, permitir, promover incluso, un debate sobre la función de los cárteles como tales, dentro de la Escuela.
Es en efecto interesante, aunque en sus límites extremos llega a inquietar, constatar de qué manera se fueron constituyendo en la mayoría de los casos, esos cárteles.
El cártel en la perspectiva de la Escuela Freudiana, no es una reunión de personas que se proponen únicamente llegar a una confrontación de ideas, menos aun, un lugar de enseñanza directa o magistral, sea en un grupo pequeño, sea en uno más o menos extenso.
Lo concerniente al cártel está expresamente definido y de una manera muy clara en el Acta de fundación de la Escuela, hace once años, fue en 1964. Lo que nosotros nos proponemos suscitar en Ustedes es, en cierta forma la resurrección de un texto y sus implicancias que permanecen, hay que reconocerlo, casi del todo veladas.
Un cártel, dice el texto, es ante todo el requisito de admisión a la Escuela; lo dice en los siguientes términos:

Los que vengan a esta Escuela se comprometerán a cumplir una tarea que será sometida a un control interno y externo; podrán estar seguros de que en este intercambio, nada será ahorrado a fin de que cuanto realicen de valioso tenga la resonancia que se merece y el lugar que le corresponde.
Para la elaboración de este trabajo adoptaremos el principio de una elaboración constante dentro de un pequeño grupo; cada uno de ellos (tenemos un nombre para designar esos grupos) estará compuesto de tres personas por lo menos, de cinco como máximo – cuatro es lo ideal. MAS UNA encargada de la selección de la discusión y de los resultados de los trabajos de cada uno.

Le he leído un pasaje que después completaré con otros dos o tres; pero ¿por qué demonios se los leo?
Todo el mundo tiene, o se supone, en sus manos los anales de la Escuela; aunque la fecha sea de 1971 (estos próximos días incluidos), lleva el Acta de fundación.
Volviendo al tema, es un hecho que la mayor parte de los cárteles que yo he conocido no se formaron ni actuaron dentro de este espíritu ni tampoco dentro de estas formas.
La Escuela Freudiana de París, dice Lacan, en su esencia representa el organismo en donde debe cumplirse un trabajo que en el campo abierto por Freud, restablezca el instrumento afilado de su verdad.
1) que la praxis original que él instituyera bajo el nombre de psicoanálisis sea restablecida en el ejercicio del deber que le corresponde en nuestro mundo;
2) que, mediante una crítica asidua, denuncie las desviaciones y los compromisos que debilitan su progreso degradando su empleo;
3) a estas tres perspectivas corresponde el acta de fundación, la creación de tres secciones, una de Psicoanálisis puro, otra de Psicoanálisis aplicado, la tercera, de un Relevamiento del campo freudiano; cada una asistida por un directorio de sección encargado de vigilar los caminos más propicios para sostener los efectos de su gestión y por lo tanto asegurar así los intercambios entre los cárteles, cosa que, creo, no es de las más difundidas y pienso que todo el mundo está de acuerdo.
Nuestra reunión de hoy, naturalmente tenía esto como objetivo en un principio, ahora sería necesario discutir cómo pueden realizarse estas cosas.
Y para concluir y antes de que se abra el debate y de que cada uno pueda expresarse, quiero agregar dos cosas.
La primera, que mañana por la mañana habrá otra sala abierta al lado de ésta donde podrán encontrarse justamente todos aquellos que deseen discutir sobre el tema de qué es un cártel y de cómo podría funcionar dentro de las perspectivas abiertas por el Acta de fundación.
La segunda es que, después de haber discutido con muchos colegas, gente que integra cárteles, me he dado cuenta que debo plantearles la siguiente pregunta: en la creación y organización de vuestro grupo de trabajo ¿qué lugar han dado Ustedes a esta palabrita: “más una”?
No se trata de “uno más”, de “tres más uno igual a cuatro”, de “cuatro más uno que serían cinco”; es “más una”; aquí hay algo que ha sido planteado para despertar toda una problemática; que quede asentado como dice el texto (no quiero abrumarlos con la lectura del texto, todos lo tienen, hay que leerlo), que quede asentado pues que toda jefatura, que toda dirección en el sentido de actitud magistral de uno de los elementos de un cártel, debe ser excluido desde el comienzo.
Aclarado todo esto, lo que sería deseable es que desde ahora mismo, algunos de entre Ustedes, cuantos más numerosos mejor, nos hicieran conocer lo que entienden por un cártel tomando lógicamente, como punto de partida, lo que ellos han constituido si es que algo han constituido, y por otra parte, no olvidar de responder a la cuestión del “más una”.
Pero no esperen de mí que les remita abruptamente una definición del “más una”. Esto es precisamente lo que serviría como base de sustentación para la discusión en vuestras intervenciones.

JACQUES LACAN: Es ciertamente conveniente que Martin intervenga en este punto.
Quiero decir que este “más una” se merecía una mejor suerte, pues según mis conocimientos no parece significar sino eso; no quiero presumir con esto el haberme anticipado a presentar este tema bajo la forma de un nudo Borromeo. Imposible no reconocer en este “más una” eso que evidentemente yo no les he dicho la última vez porque no puedo llegar a un seminario para decir siempre todo lo que les aporto, pero en fin, que se refiere estrictamente a lo que yo hubiera escrito, que el X + 1 es precisamente lo que define al nudo Borromeo, a partir de eso que debe extraerse, este 1 que en el nudo Borromeo es cualquiera del que puede obtenerse una individualización completa, es decir que de lo que resta –a saber, de esa X en cuestión– no hay otra cosa que uno por uno.
En resumen, la pregunta que les hace Martin es cuál es vuestra opinión sobre ese uno –no pretendo que estén todavía interesados, lo que no es una razón para no obtener de Ustedes una respuesta– este uno l que se encuentra siempre como encadenando los eslabones individuales: ¿cómo concebirlo?
Es cierto que ya he dicho cosas sobre lo que Martin acaba de expresar, a saber, el “uno más”. No lo había pensado entonces sino como lo que constituye, hablando con propiedad, el sujeto que es siempre “uno más”.
Me gustaría que se expidiera quien quiera hacerlo puesto que ciertamente no debo interrogar a cada uno y transformar a esto en una requisitoria. Por lo menos, que se expresen quienes se interesan por el tema, saber lo que les evoca, lo que sugiere para ellos esta “persona” que cuido en aislar del grupo, lo que no quiere decir por eso, que ella no pueda no ser alguien.
Es cierto que el cártel ha ido haciendo así poquito a poco su camino en la Escuela, se hicieron grupos, seminarios; lo que constituye la vía propia de un cártel tiene estrecha relación con lo que yo trato de afirmar por el momento en el seminario.
Yo sé qué es lo que quiero obtener del funcionamiento de los cárteles; si le he dado este alcance limitado de tres a cinco con un máximo que puede llegar a ser seis, todo eso tiene una razón. De todos modos no es un enigma.
Normalmente, esto podría sugerir por lo menos a algunos, a los que tienen más práctica, una respuesta, no es que esté tan seguro, pero en fin, hay algún contenido en esa palabra: cártel que ya en sí misma evoca cuatro, es decir que el tres más uno es precisamente lo que yo consideraría que permite dilucidar su funcionamiento y en cuanto a que pueda llegarse hasta seis, necesitaría antes que la cosa fuese sometida a una prueba. He empleado la palabra cártel pero en realidad es la palabra “cardo” la que está detrás, es decir la palabra eje, a esta palabra “cardo” ya la había adelantado poniendo la confianza en cada uno para ver lo que ello les evoca. Finalmente he preferido la palabra cártel porque al mismo tiempo era una precisión y porque la ilustración que de ella daba a continuación al habla de un mínimo de “tres más uno” hubiera podido esperar un juego eficaz y permitir no solamente que haya más, sino que haya quienes jueguen su rol no solamente en una de las secciones que yo tenía previsto que fueran tres también, eso equivaldría a caer en la cuenta que haciendo tres secciones eso implique también una “más una” a saber una cuarta.
Esto quiere decir que la Escuela no puede todavía realmente comenzar a funcionar. Esto se puede decir, ¿por qué no?
De suerte que ahora yo esperaría que alguno declare, si lo tiene a bien le estaría personalmente muy reconocido, que alguno declare por poco que haya pensado –después de todo hay algunas personas que han leído el Acta de fundación– que alguno declare por poco que lo haya pensado, cómo es interpretable para él, digamos, ese “más una”. Interpretable, naturalmente, en función de mi enseñanza.
Colette Soler, Usted a quien he escuchado hace un momento y que me ha proporcionado tanto placer ¿por qué Usted nunca lo ha pensado?

COLETTE SOLER: Lo he pensado.

JACQUES LACAN: Lo ha pensado, entonces diga lo que ha pensado.

COLETTE SOLER: Digo que lo he pensado pero no por eso tengo gran cosa que decir porque en el cártel en donde he trabajado, arrancamos a partir de cuatro. Al principio yo hubiera dicho que se trataba más bien de lo que Usted llama un grupo; ahora somos cinco, pero la cuestión que me he planteado es que en el fondo el “más una” no es forzosamente tal vez una persona, eso por un lado y además que tampoco deba forzosamente estar presente.
En mi opinión, en nuestro cártel el elemento que tal vez hacía de conexión era la idea de que uno estaba unido a la Escuela por la vía del cártel, o tal vez al nombre suyo, no sé. Pero no lo veo a nivel de una persona que hubiera tenido un papel en el grupo a eso del “más uno”.

MAURICE ALFANDRI: Lo que el “más uno” me evoca a propósito de los cárteles, es un cártel clínico (no se sabía bien cómo titularlo, así es como lo llamábamos). El “más uno” en efecto, coincidiré con lo que ya se ha dicho, no representaba una persona. Pero ahora que lo vuelvo a pensar, tengo la impresión de que eso representa un lugar vacío, una función intercambiable y que ha permitido que algo se produjera y que en lo que me concierne, yo no podía hacer solo, me era imposible… lo que he tratado de hacer no pude hacerlo solo. Yo no sé muy bien cómo, pero gracias a ese grupo (somos cinco, creo) comprendo eso así, el “más algo” es un lugar que está vacío y que hace posible el funcionamiento del grupo y de lo que allí se elabora pero sin que necesariamente se lo delimite o se lo localice cuando eso se ha producido, porque hay alternancias, conmutaciones, cosas por el estilo.

JACQUES LACAN: De acuerdo a su idea ¿quién cumple ese papel en su grupo?

MAURICE ALFANDARI: Yo no sé. Pienso que es porque no lo sé que eso funciona.

JACQUES LACAN: Sí… (Risas)
Sí, porque Ustedes han endilgado a su grupo el término de cártel clínico… ¿es la clínica, es por ejemplo vuestra experiencia común, la que cumple el papel de conexión?

MAURICE ALFANDARI: Sí, probablemente, pero lo que pienso –es así como yo comprendo el “más uno” de que Usted habla– es el hecho de que yo y pienso que los otros también, en la elaboración que nosotros hacemos, de lo que nosotros tratamos de hacer, yo creo que eso sería imposible si no hubiera alguien (pero esto no designa ninguna persona) que alternativamente llenara la función del “más uno”. Me inclino a decir: la función del ausente, función cumplida en alternancia por unos y otros, creo.

JACQUES LACAN: ¿esta función del ausente puede ser cumplida por alguien que ese día se halle ausente, por ejemplo?

MAURICE ALFANDARI: Pienso que sí.

JACQUES LACAN: Entonces, ¿cuál es la relación, Usted la ha pensado, cuál es la relación de quien ese día está ausente con lo que hace un instante yo evocaba como una sugestión, sugestión pasajera, cuál es la relación de este ausente con lo que podríamos llamar el objeto, en el sentido en que la clínica lo define?

MAURICE ALFANDARI: Es tal vez porque está ausente que algo es posible.

JACQUES LACAN: La sugestión, venga de donde venga, la sugestión de la función del ausente ¿ha surgido del enunciado suyo, no es cierto?
La función del ausente que se puede decir momentáneamente ausente, el ausente a una reunión del cártel, nunca en vano alguien está ausente, en el análisis siempre se trata de darle un alcance a la ausencia, estamos habituados a ello. Piense en eso, es un soporte posible de ese “más una persona” de la que he indicado no la ausencia sino justamente la presencia porque no hay rastros para la ausencia de mi “más una” del texto; pero... ¿por qué no interrogarse sobre esto?; tal vez haya una cierta vía por donde esta persona pueda focalizarse en la persona ausente. Su experiencia en un cártel ¿puede sugerirle a este respecto una respuesta? Dejemos al señor un tiempo para que lo piense.

PIERRE KAHN: La experiencia de la que me puedo valer es la siguiente: la experiencia de un cártel no clínico sino llamado “de formación teórica”, es decir de lectura de textos. Este cártel funcionaba desde el punto de vista del número en lo que respecta a lo recordado por Martin y desde el punto de vista de su forma de trabajo. Me parece que una de las cosas que dirigía era la consideración de algo que Usted había dicho en el Seminario sobre los Escritos Técnicos, a saber, comentar un texto analítico es como hacer un análisis y, aun cuando los participantes de ese cártel no se hubieran puesto de acuerdo en cuanto al sentido a dar a esta formulación, estaba presente en sus pensamientos, cada uno a su manera, por cierto. Ahora bien, ¿qué quiere decir esto en relación con la cuestión planteada del “más una”? Advierto de inmediato que “más una” no es una persona aparte. Respecto a eso, no había nadie presente pero, imaginariamente presente, eso sí. No puedo hablar en lugar de mis colegas, pero por lo que a mí respecta, esta persona presente además, estaba allí y en forma diferente según las ocasiones, eso podría ser –“nobleza obliga”– en un determinado momento, Usted mismo, también el analista que hace mi control, también uno de mis pacientes, creo poder decir que siempre hubo, imaginariamente hablando, una “más una”.

JACQUES LACAN: ¿Era una “más una” quien cambiaba, si así puede decirse, me explico, por ejemplo una “más una” diferente en las declaraciones de cada uno? Es decir que por tratarse de un seminario al que Usted mismo llamó teórico, ¿el discurso de cada uno introducía por turno una “más una” diferente?
Una persona calificable de la “más una persona” cada vez diferente, Usted lo acaba de evocar, es su experiencia de lo cual después de todo Usted puede dar testimonio puesto que Usted mismo sabía cuál era la persona que le ocupaba la cabeza. Usted ha enumerado algunas, yo pienso que de tanto en tanto estaba Freud, ya que se trataba de formación teórica, si bien no lo ha nombrado ciertamente, yo lo comprendo, su control también o alguna otra persona. ¿Tenía Usted el sentimiento de que en el discurso de lo otros pasaba lo mismo? Yo diría que el discurso de los otros giraba alrededor de un eje presente, ¿era bajo esta forma que el “más una” en cuestión se presentaba?

PIERRE KAHN: Sí, puedo decir que sí, tal vez apresuradamente, porque hablo en lugar de ellos; eso me parece evidente dentro de la estructura de lo que se trataba. Pero quisiera agregar esto: y es por qué digo que eso me parece evidente: es porque las personas que estaban allí, en presencia, se esforzaban en esto: en ese trabajo de lectura y de comentario en el sentido en que me referido hace un momento, ellos se esforzaban para alcanzar, retomando la expresión suya, una palabra plena, y como consecuencia resulta evidente que, más allá de los interlocutores físicamente presentes con quienes ellos discutían, a alguien se dirigían. Este trabajo se hacía pues, con algo que por una parte le daba valor, me parece y era que las personas presentes no ocultaban demasiado lo que de su posición subjetiva podría verse implicado en relación con el texto que estaban estudiando. Ya fuese un texto suyo, un texto de Freud, ya que Usted lo nombró recién, etc. La cuestión que me planteo a continuación de lo que Martin nos dio a conocer hace un momento, es la siguiente: en ese trabajo que para mí fue satisfactorio, ¿qué diferencia se hubiera presentado si la “más una” que estaba allí imaginariamente hubiera sido, no una persona imaginaria, sino una persona real?
Sin poder adelantar mucho sobre esto, quiero simplemente afirmar mi convicción de que se hubiera producido una desviación en el trabajo si la persona “más una” hubiera sido diferente de esta persona imaginaria que cada uno tenía in mente, por cierto.
Diferente con respecto a una sujeción de lo que constituía el objetivo enfocado por ese trabajo y que de una manera cómoda llamé hace un instante “alcanzar una palabra plena”, con todos los balbuceos que esto puedo comportar.

JACQUES LACAN: Señor Alfandari, dígame lo que le sugiere esto que acaba de decir Pierre Kahn.
Tal vez Usted ha pensado en el funcionamiento efectivo del cártel, esto me parece un punto realmente capital para darle un estilo analítico, si así se puede decir, a las reuniones de un cártel, pues un grupo, al menos por un momento, se pone contento cuando pasa la pelota, por lo menos hay un momento en que tiene la pelota, y en un grupo, sobre todo en un grupo pequeño como ése, habitualmente, y es el caso de decirlo, es un habitus, habitualmente es siempre el mismo y uno se decide a ello sin medir sus consecuencias, yo diría que todo el mundo está muy contento de que haya alguien que haga eso que generalmente se llama el líder, el que conduce, el Führer.

MAURICE ALFANDARI: Lo que ha dicho Kahn me recuerda un poco lo que he sentido en ese grupo. Me parece que en un cártel hay dos escollos: uno que no hay suficientemente cosas en común para que se sostenga y el otro que es una especie de efecto imaginario de grupo que bloquea todo. Pero recién ahora digo esto, antes no lo había pensado así; sucede que este grupo es un grupo clínico pero las mismas personas de ese grupo clínico se encontraban en un grupo que no era clínico que estaba centrado en el estudio de otra cosa, de matemáticas…

JACQUES LACAN: ¿Qué eran Ustedes? ¿Ustedes formaban un grupo ya desasnado, diríamos, matemáticamente? Porque es claro, hay que estar en la cosa para saber de qué se trata, quiero decir haber tenido al menos un bosquejo de formación matemática. Es muy especial, muy específica, la formación matemática.

MAURICE LFANDARI: Es muy difícil responder sobre el grado de ignorancia que se tenía, creo que uno de nosotros estaba más adelantado que el resto; además estaba nuestro profesor que no era para nada un crudo, nuestro profesor era alguien apto para llevarnos por esa vía, ese grupo ya tiene más de dos años.
Eran pues casi las mismas personas quienes integraban ese grupo teórico, matemático y el grupo clínico. Pienso en el grupo clínico donde creo que los efectos no se dan, donde no se los puede determinar tan fácilmente, pero se los puede determinar simplemente tal vez por el hecho de que para mí –por ejemplo– nada me era posible de llevar hasta un cierto grado de elaboración, fuera de ese grupo. Me ha sido imposible, pero no podría decir en qué momento; en efecto, esta es la función del grupo.

JACQUES LACAN: Cuando los matemáticos se encuentran hay ese “más una” incontestablemente. Es decir que es realmente sorprendente que los matemáticos no saben de qué hablan, podría decirse, pero saben de quién hablan, hablan de las matemáticas como si fuera una persona. Puede decirse hasta cierto punto que lo que yo más deseaba era el funcionamiento de grupos que funcionaran tal como funciona un grupo cualquiera de matemáticos.

MICHEL FENETAUX: Me gustaría dar mi opinión porque yo trabajo en el mismo grupo al que acaba de referirse Alfandari. A decir verdad, jamás me había planteado la cuestión del “más una”, pero puedo decir en qué me hace pensar, ya que de eso se trata.

JACQUES LACAN: ¿En qué le hace pensar?

MICHEL FENETAUX: El “más una” es una parte del efecto del grupo, a saber: que como lo ha dicho Alfandari hace un momento, el hecho de poder encontrar periódicamente un cierto número de personas, permite, me ha permitido, profundizar o poder formular un cierto número de cosas sobre mi experiencia, que yo solo no hubiera podido hacer. El segundo sentido que veo ahora a este “más una” es que en efecto yo creo que en ese grupo uno de nosotros asume a menudo, probablemente por su mayor experiencia, esta posición de líder de la que se acaba de hablar.
En fin hay un tercer aspecto; ese sería el tratar más bien de “menos una” que de “más una” y del que habría que hablar de la siguiente manera:
Nosotros nos encontramos entre personas que tienen entre sí relaciones de confianza y que pueden hablar de este hecho, como Kahn dijo hace un momento, implicados bastante más allá en lo que es su relación con la práctica, este “menos una” es en el fondo la ausencia de supervisor, es decir la ausencia de este efecto de fascinación que actúa más o menos en los grupos más importantes animados por gente cuyos nombres son conocidos en la Escuela y donde funciona mucho más que en un grupo pequeño el problema de ser reconocido.
En un pequeño grupo tal como el cártel la demanda de ser reconocido por los otros está en buena medida anulada.
Es por eso que el tercer sentido de “más una” es más bien “menos una”, diría.

LAURENCE BATAILLE: Yo he actuado en numerosos grupos que no eran precisamente cárteles y creo que esta persona que tiene un status, digamos, diferente, que no es en realidad un semejante, se encarna siempre en una de las personas del grupo. Pero no tengo la impresión de que sea un líder, tengo la impresión de que hay una persona del grupo a la cual uno se dirige, a ella se le testimonia algo y de la cual se espera efectivamente, una especie de aprobación, es verdad; pero que de hecho no desempeña el rol que debería jugar, producir, es decir que esos grupos terminan siempre –en fin, yo digo “siempre”– … se tiene un poco la impresión que eso se termina siempre en agua de borrajas, entonces el “en más” cambia porque se lo espera de cualquiera de los otros. Yo he experimentado eso, a fe mía, de manera completamente evidente y cuando he hablado de eso en uno de los grupos porque tenía la impresión –también ellos la tenían– que se dirigían a una persona en particular, que no era la misma persona para todos, me parece que lo he soñado o imaginado, que ellos miraban siempre a la misma persona, cuando hablaban, por ejemplo.
De resultas de esto, debo decir que vamos a formar un grupo y nos hemos dicho que este “además” podría hacérselo funcionar imponiéndose al fin de cada reunión la obligación de escribir lo que había sido la médula, aunque solo fuera una frase y que actuara algo así como testigo, si se puede decir, que empujaría a lo mejor para que el trabajo avance y no se diluya en esas ideas insignificantes que no llevan a nada.
Yo no sé si esto va a resultar porque vamos a reunirnos el lunes por primera vez.

JACQUES LACAN: Te lo agradezco.

SOL RABINOVITCH: Lo que quiero decir del cártel en el que he trabajado es que éramos cinco y cinco miembros que jamás faltaron; hubo un sexto que faltó a menudo y que además cambió, es decir que al principio era una persona y después otra que faltó siempre.
Lo que quería decir sobre todo es que esto no me parece ser la función del “uno en más” sino al contrario, la función del “más uno” me parece que está sostenida justamente por los miembros presentes y que no faltan jamás al grupo, al cártel. Es decir como una función que sería la de un punto ciego, una función de desconocimiento; siempre en un determinado momento, hay alguno, por supuesto nunca el mismo, pero alguien que está allí dice: “yo no entiendo nada, esto no sirve para nada, no se produce”…

JACQUES LACAN: ¿Eso es el “más una”…? ¿El que no comprende nada? Por qué no? (Risas).

SOL RABINOVITCH: Es algo así, pero aclaro que se trata de una función perfectamente intercambiable; es un rol que se desplaza. Será necesario articular esto al hecho de que el trabajo de un cártel es un trabajo analítico, consecuentemente, donde hay transferencia; es todo cuanto quería decir.

ALAIN DIDIER-WEIL: Me viene una idea sobre este “más una” a propósito de esta pregunta: ¿por qué diferentes cárteles en los cuales he participado no han llegado a eso que nosotros estamos con derecho a esperar desde el comienzo?
Tomemos el ejemplo de un cártel donde se hace un comentario de un texto; puede decirse que lo que nos reúne en tal caso, es que uno está situado dentro de un contexto metonímico y que dentro de ese contexto hay que soportar la palabra del Otro, Freud, Lacan. Dentro de este contexto metonímico ¿qué deviene el ser parlante?
Por primera vez se me ocurre que tal vez el “más uno” pudiera ser alguien que tuviera que ver con el pasante: el “más uno” podría ser el lugar donde en el esquema L esta el  es decir el testimonio de un pasaje posible del eje a-a´, de un pasaje que va de A a .
Dicho de otra forma, si el “más uno” ocupa este lugar de  no sería seguramente un sujeto supuesto-saber sino un sujeto que testimoniaría que eso ha pasado, que el mensaje ha pasado, que hubo metaforización, que ha sido encontrado más allá de eso que se recibe como ya adquirido (de esos “lugares comunes” que Flaubert almacenaba en su diccionario de “ideas chics”), el punto candente de donde ese contexto metonímico ha surgido de un texto inicialmente metafórico.

JUAN DAVID NASIO: Yo partiré de la experiencia de dos cárteles en los cuales participo, experiencias diferentes pero de todos modos que conciernen a esta cuestión de “más uno”; este “más uno” está presente en los dos casos siempre.

JACQUES LACAN: está siempre presente pero siempre desconocido.
Y es lo que he querido sugerir por medio de este breve texto; es lo que los analistas podrían apercibir; es siempre desconocido porque eso no es ni siquiera el Otro del Otro, está siempre presente este “más uno”, bajo cualquier forma que pueden ser en efecto encarnadas, el caso del líder es manifiesto, pero los analistas podrían apercibirse que siempre en un grupo, hay un “más uno” y regular su atención sobre eso.

JUAN DAVID NASIO: Yo no sé si Ustedes estarán de acuerdo en apoyarse en una de las fórmulas lacanianas de las más conocidas, a saber: que el deseo del hombre es el deseo del Otro. El “más uno” es el que sostiene en el grupo el deseo del Otro. Sostén del deseo que puede hacerse de mil maneras, hablando, callándose, prestando su casa para que esto pueda realizarse. Hay mil maneras de ser ese “más uno”. Pero hay otra manera de darse cuenta. Al reflexionar yo pienso en el contenido, en el contenido del cártel, es decir que pienso en el saber del analista. El saber del analista, si es válida la hipótesis de que eso es lo que está en juego en un cártel –hablo de los cárteles de los analistas– porque no hay que olvidar que también hay cárteles donde no hay analistas, el saber del analista es un saber compartido, pero no un saber para intercambiar, creo que es una de nuestras fórmulas, esta idea de compartir hace referencia al hecho de que solo hay analistas, en esto podría coincidir –no sé si Alain Didier estará de acuerdo– con su idea de la metonimia. Hablaré más bien de la serie; con respecto a un analista habrá siempre otro, un “más uno”. Que sean dos, habrá un tercero “más uno”. Entonces habrá cuatro. En resumen, habrá siempre uno que vendrá a estar presente en más, y esa presencia justamente yo la consideraré como la que corresponde a aquel que sostiene el trabajo del grupo, el deseo del Otro.

JACQUES DONNEFORT: Yo quisiera tomar como ejemplo lo que ha pasado en un grupo que funciona desde hace dos años. Al reabrirse este año el grupo, una persona “en más” vino al grupo, nos propusimos relatarle de una cierta manera lo que se había elaborado en el grupo durante los dos años anteriores y nos encontramos muy molestos por esto de tener que rendir cuentas. En aquel momento tuvimos que hacernos una reflexión de este tipo: “Es tan difícil como si hubiera que hablar del propio análisis”.
Digo esto porque efectivamente eso nos hizo pensar en cierta manera en el pase, curiosamente esto tuvo como efecto –esta persona que vino después no es que fuese ella el “más una”, sino que haya tomado esta función a causa de lo que en ese momento se estaba jugando en el grupo– eso tuvo un efecto extraordinario, poco a poco, en el grupo, en eso que se transformaba en cártel, me parece que la gente se puso a hablar de su análisis, de su propio análisis y a tomar, eventualmente ejemplificar lo que se decía sobre un plano más o menos teórico –es un grupo que se reunía sobre la pulsión a ejemplificar de una cierta manera a partir de lo que podía haber sido a nivel de su propio análisis–.
En este sentido es que coincido en algo con lo que ya fue dicho sobre la función del pasante y en cierta forma también la función del analista, que en ese grupo, uno se encontraba así, en posición de analizante.

COLETTE SOLER: Quisiera decir algo más: en el fondo yo presentaría la hipótesis de que si siempre hay un “más uno”, hay tal vez interés en que no esté encarnado en el grupo. Porque cuando está encarnado en el grupo efectivamente eso funciona como si hubiera un líder con todas las…

JACQUES LACAN: No hay mucha certeza de que sea tan simple…

COLETTE SOLER: Yo pensé eso a partir del cártel donde estaba; me he preguntado muchas veces quién era, en el fondo, el líder del grupo y nunca logré la respuesta. Es decir que no creo verdaderamente que hubiese una persona que tuviera esa posición, sino por el contrario, que allí había una referencia y hace un momento ya dije que se hallaba referida a su nombre; he dicho “nombre” justamente para indicar –si Usted quiere– que por eso es que la cosa ha marchado, porque un nombre no hace al fondo de la cuestión y es lo que permite, creo yo, que la cosa funcione.

GEORGES BOTVINIK: Son acertadas y oportunas las reflexiones, se le opone efectivamente el “más uno” que estaría implicado con el problema del líder; me parece que eso acentúa una dificultad para la gente, también para mí. Por otra parte, el “más uno” sea un nombre o bien, mejor diría, una palabra, es decir un elemento común del discurso alrededor del cual el grupo se agrupa justamente para trabajar; en el fondo un grupo se forma alrededor de una palabra, un tema, al final es justamente una palabra que no responde más y no responderá jamás, no vomitará nunca; el “más uno” me evoca: eso es el “plus de goce”.
Hay un asunto que me parece importante y que no ha sido planteado, es la cuestión del trabajo. No quiero profundizar en este problema. He escuchado esta expresión: “hay que producir”. No me parece que pueda resolverse este problema del “uno en más” a pesar de que se haya o no encarnado, sin antes interrogarse sobre el problema del trabajo, de por qué se trabaja y sus relaciones con el deseo y el goce.
Son observaciones.

GUY LAVAL: Quisiera hablar de un cártel que existe desde hace poco que surgió de un seminario de Clavreul, digo bien: que haya surgido muestra que hubo una necesidad de partir en un determinado momento. El seminario se moría, así, se desintegraba cada vez más. Ya no aguantaba, se puede decir que al final en un momento se vio la necesidad de hacer alguna otra cosa; eso recibió el nombre de cártel y en lo que personalmente me concierne, yo quería trabajar en un cártel y la primera necesidad que se me impuso fue –yo no lo llamaba el “más una” pero me parece que es de esa naturaleza– la primera necesidad fue la de tener en el cártel donde yo estuviera, una persona sobre la cual pudiese apoyarme para hablar.
Tal vez fue para mí la primera función “más una”, pero Clavreul me ganó de mano designándome como el responsable del cártel, responsable y no líder, lo precisó bien, porque se trata de un cártel sobre las entrevistas preliminares y porque yo había expuesto sobre el tema. Habiendo sido designado, ya no tuve en consecuencia ese apoyo del que tenía tanta necesidad en un cártel. Pero esto no quiere decir que esa necesidad no exista, justamente permanecía y me parece que derivaba del malestar que todos experimentábamos ante el desgaste, diríamos, del discurso en los últimos días de ese seminario.
Las primeras reuniones del cártel sobre las entrevistas preliminares han continuado siendo un poco desgastantes, por otra parte, era como si hubiera una cierta persistencia de esa necesidad y el primer nombre que puede darse a esta necesidad, es necesidad de formulación, me parece.
Pasa que en un cártel hablan todos juntos con mucha facilidad porque es más fácil, somos menos numerosos, uno se larga a hablar con comodidad, pero puede no llegarse a nada por el hecho de hallarse entre compinches, nos queremos, podemos hablar reunidos, pero me parece que la primera necesidad y sería tal vez del orden del “más una”, es una necesidad de formulación, formulación que puede ser escrita, que puede ser transmitida por ejemplo a otro cártel.
Se ha hablado también de que puede ser transmitida al grupo grande que tal vez a causa de esto puede reconstituirse de tiempo en tiempo, y me parece que esto va un poco más allá hacia algo que yo no sabría articular muy bien, que Ustedes llamaron el matema. Es decir, que me parece que fácilmente un cártel puede muy bien constituir una especie de pequeño grupo esotérico que al final no rinda cuentas de nada, que no tenga que rendir cuenta.
Me parece que eso que Usted ha formulado como el matema puede rendir cuenta de esta necesidad del “más una” en un cártel.

ROUDI GERBER: Me gustaría aportar una analogía extraída del alpinismo: cuando se han logrado plantar tres clavijas se puede continuar quedarse con esas tres, para finalmente agotarse y morir. La cuarta clavija permite el paso y obliga al paso, es decir que, desde el momento en que se tiene la cuarta clavija uno está obligado a llegar más allá y me pregunto si el “más uno” no es aquel a quien el cártel le pide servir de testimonio de ese pasaje.

JAQUES LACAN: Yo estoy en esto para una función muy precisa, que sería esta cosa que yo he escrito y de la cual seguramente nadie se ha dado cuenta porque no es más que un mamarracho: ponerlo de alguna manera en lo que Ustedes representan de plaza pública y si puedo decirlo, interesarlos en ello. Con esto quiero decir que después de todo les vendrá la idea de que se trata de una pregunta. Es una pregunta claro está, que solo planteo porque tengo su respuesta y trataré de transmitírselas en las próximas oportunidades; aclaro, lo más pronto posible; este año no tengo tantos seminarios por delante; voy pues a tratar de hacerlo.
Pero me gustaba mucho que la pregunta fuera presentada en la Escuela porque puede ser considerado como lo que yo quería que el texto fuese, algo completamente nodal para la formación de un pequeño grupo; el hecho de que sea pequeño es absolutamente esencial, esencial para su funcionamiento. Si dije que no podía ir más allá de seis es porque hay razones muy buenas, razones teóricas pero muy profundas. La empresa de un grupo muy amplio comporta en sí mismo limitaciones tales, eso es al menos lo que pienso, que no hay que esperar mucho en cuanto a un progreso real sobre los efectos del análisis.
Esto es lo que me ha inspirado cuando hice el Acta de fundación y hacia la cual después de todo, no tengo ninguna razón para pensar que Ustedes puedan serles adversos por principio, no veo en absoluto lo que podría motivar esa resistencia, sobre todo si lo que yo he tratado de obtener de algunos a quienes agradezco, a todos por igual, lo que he tratado de obtener de algunos, ponerlo en el orden del día.
Mañana por la mañana se realizará una reunión que será la continuación de ésta.

(Se levanta la sesión)




* * *



SESIÓN PLENARIA DEL DOMINGO 13 DE ABRIL DE 1975, POR LA MAÑANA

DEL “MÁS UNA” (CONTINUACIÓN)





JACQUES LACAN: Estoy muy interesado más que todo por lo que ayer comenzaron en torno a la función de los cárteles y estaría agradecido a quien quisiera tener a bien reanudar la discusión.

JUAN DAVID NASIO: Mi función se limita hoy a coordinar este grupo sobre la función de los cárteles. Recordaré simplemente que la definición del cártel en el Acta de fundación comporta ciertas características:
1. el cártel es el lugar de compromiso con la Escuela Freudiana;
2. el cártel debe mantener un trabajo de elaboración, una producción que, como trabajo crítico concierne, en mi opinión, al saber del analista por una parte y a la experiencia analítica en sí misma;
3. finalmente, el cártel tiene una estructura bien definida.
Ayer se ha discutido sobre todo este último aspecto. De esta estructura se desprende ante todo que la “más una” persona que compone el cártel es una persona presente y desconocida.

JACQUES LACAN: Hemos sugerido no obstante, que esta persona que en cierta forma, es el eco del grupo, existe en todo funcionamiento de grupo, sin detenerse en la consideración de que nadie lo haya pensado, y que convendría que los analistas no la desconociesen pues parece realmente, que esto comienza muy pronto. Tres faciunt ecclesiam dice la sabiduría de las naciones y esto lleva lejos, ¿por qué esta aparición brusca de tres? Lo que yo desearía es tener como ayer algunas respuestas, respuestas que testimoniaran que a pesar de todo, ya hubo personas que pensaron en ello. Está Pierre Kahn por ejemplo, que intervino ayer y que tuvo la gentileza de llevarme hasta mi casa después de esta breve reunión y que en ese ratito me demostró que ve muy bien la relación que esto tiene con el análisis. Es por lo menos una persona.

JUAN DAVID NASIO: Prefiero dejar la palabra a otros.

HUGUETTE MENARD: Haré algunas reflexiones sobre la reunión de ayer a la tarde. Participar en un cártel es comprometerse con un trabajo, una producción, pensándolo bien, una plusvalía, ¿por qué no un goce, un goce efímero? En un momento se toma por testigo, como se dijo ayer, a una persona, el analista, el control, el compinche que es supuesto-saber más sobre el psicoanálisis. Se lo pone en posición de líder, pero es muy fácil que esto nos conduzca a la ilusión de la cual es necesario desprenderse.
Sin embargo comprometerse en un cártel es un momento, un eje, una báscula. Después de algún tiempo una paciente me repite: “Es necesario que me inscriba en un cártel –agregando–: Pero es más grato continuar soñando mi vida”. Y yo agregaría: “es dulce el fuerte deseo de dormir”.
El trabajo en cártel participa de una mayéutica, continúa con efectos a posteriori el trabajo del análisis primero, el de la praxis después. Es el mismo proceso dialéctico ¿Cómo tratar de convertirse en analista sin participar en un cártel? Es una necesidad implacable. Además es lo que ha sido dicho y escrito en el Acta de fundación de la Escuela. Un trabajo que para mí evoca el de las danaides: tratar de llenar el vacío, la falta.
Ahora una pregunta sobre el “más una” ¿Es la presencia ausente de la muerte quien nos sumerge en el encantamiento del lenguaje? Pero no se trata de contentarse con palabras, hablar sin ton ni son, como se dice. Un trabajo solo puede ser una producción, la de un escrito que se expone, donde se lo expone.

JOSE GUEY: Quiero decir ante todo lo que ayer no pude, no es una alusión gratuita. Agregaré que, en lo que se refiere a mí con respecto al congreso de Montpellier, yo había preparado un trabajo sobre el tema. En aquel momento nada podía decirse sobre la persona “más una” pero lo que me llamó la atención en el Acta de fundación y sobre lo cual yo quería articular algo, era sobre lo que está escrito de la “verdadera transferencia de trabajo”.
Usted ha expresado en ese texto que solamente por la vía de esa “transferencia de trabajo” puede transmitirse la enseñanza del psicoanálisis de un sujeto a otro, y ayer en la discusión me pareció que en varias oportunidades se daba vueltas alrededor de lo que acababa de traer a colación Huguette Ménard, esto es, de ese sujeto supuesto-saber.
Haré referencia a nuestro cártel de Marsella que, de hecho, es más exactamente una reunión de cárteles y que fue creado por Zlatine; lo cito por ser él quien lo organizó y hay que decir que desde un principio apareció como aquél que era supuesto-saber, supuesto-saber de eso, más que los otros.
Hay una regla en ese cártel que es la de producir trabajo, esto es que no se trata, como acabamos de referirnos, de una discusión sin ton ni son, sino que así como la gente de la Escuela se ha comprometido con un trabajo, la gente de esta reunión de cárteles, no siendo todos miembros de la Escuela, acepten este regla que es la de producir un trabajo y esto lleve a la producción de un escrito, que seguramente no carece de importancia. Esta regla que rige nuestras reuniones conduce al intercambio de un cierto número de textos.
Se trata de una experiencia dialéctica, de discursos, a partir de textos elegidos entre todos, con anterioridad, a saber, textos de Freud o de Lacan y comentarios que luego se producen.
Podría decirse que después de este trabajo hay un progreso. Quiero señalar aquí que hay una sucesión de enunciados diferentes en cuanto a los temas de la enunciación, pero también a los enunciados que se van agregando a partir de cinco años atrás.
Esto implica también efectos de resistencia, por eso citaba mi trabajo de Montpellier, trabajo que yo había redactado y comunicado a los miembros del cártel pero no a la Escuela con el pretexto falaz de que a nadie le interesaba y además de que mi formulación era insuficiente.

PIERRE MARTIN: Con el solo fin de reanudar la discusión quiero recordarles lo que me ha sorprendido a nivel personal al leer el Acta de fundación. Es la cifra tres. Ayer insistí sobre la “más una” persona. Ahora quiero subrayar, lo digo de nuevo, que ese número tres del Acta de fundación ha retenido mi atención desde hace mucho tiempo. En el segundo párrafo, con el propósito de marcar, casi se podría decir, de martillar el cuadro dentro del cual debe cumplirse el trabajo de la Escuela Freudiana, el autor hace tres proposiciones. Se las cité ayer. Estas tres proposiciones están seguidas por la organización de las tres secciones; cada una de las secciones comporta tres sub- secciones.
Y para terminar, para terminar con mi afirmación del momento, pero de ninguna manera para concluir en algo respecto a lo que suscitan estas preocupaciones, diré que, centrado en ese número tres, lo que llama mi atención es el “más una”.

NICOLE LEVY: Hay algo que me molesta y quisiera participarlo, es una especie de abuso, como una distorsión, cuando a propósito del “más uno” se habla también de la “más una”. Es cierto que esto puede querer decir “más una” persona, pero me preguntaba si es que se trata de eso, si se trata de una persona, así como se diría “más un” miembro del grupo y planteaba la cosa para saber si ese “más uno” no funcionaría para nosotros como un significante.
A propósito de esto pensaba que en el seminario sobre los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, ya en la apertura Lacan introduce otro bajo la forma de un “yo no busco, encuentro”, que en cierta manera dirige la instauración de los cuatro conceptos fundamentales. Y lo que él llama allí el hallazgo, eso a lo que hace referencia allí... ¿no podría comprendérselo dentro del mismo registro de ese “más uno”, digo, como algo del mismo orden de un significante? Podría decirse de un significante que funda el deseo, lo mismo que se puede recordar que ese “más uno” está escrito desde y dentro del Acta de fundación.

GENNIE LEMOINE: Quisiera testimoniar sobre el trabajo que se hizo en nuestro seminario después de la reunión de Montpellier. Hemos encontrado con toda naturalidad el camino que conduciría a los “tres” de Martin. Al anunciarse el seminario, fue un gentío, nos esforzamos en hacer un trabajo analítico. La primera intervención fue la de hacer un grupo más pequeño, cambiándolo de lugar para que solo las personas a quienes concernía pudiesen asistir. Ese fue el grupo del martes, donde se constituyó por fin, después de tres años de trabajo lo que podría comenzar a parecerse a los cárteles.
Enseguida en uno de los cárteles de cuatro personas se dijo que cada uno había venido para hablar de su análisis y que por lo tanto este trabajo no podía ser llevado a una sesión plenaria. Pero también se dijo que precisamente el trabajo del cártel era llegar a lograr que cada uno no se exponga más o que no tenga la impresión de que cada vez que se habla se su propio análisis, pone en riesgo su vida, porque alcanza un cierto nivel de teoría que constituye justamente ese tercer término que hace que el trabajo de cártel permita a cada uno pasar del otro lado o quizás pueda decirse, afrontar la castración sin riesgo de muerte. Este es el trabajo analítico de nuestros cárteles, llegar a franquear un paso determinado y hacer un trabajo analítico. De tal manera que este tercer término me parece que es simplemente un analista.
Nuestro trabajo ha sido transformar esos grupos en cárteles. Nos ha llevado más de tres años. Por el momento… sobre un número de cuarenta o cincuenta personas hay tal vez dos pequeños grupos que se aproximan a los cárteles, uno de cuatro personas y otro de cinco. Y uno solo de ellos ha planteado justamente la cuestión de que un sujeto se expone al hablar.
Uso el término de la Sra. Ménard. El problema es que no se expone más, justamente, no se expone más porque habla de un tercero o en lugar de un tercero, que es otro grado, que es el grado de la teorización.

NICOLE PEPIN: En un trabajo de cártel, puesto que se trata de un trabajo psicoanalítico, lo más importante es encontrar la misma estructura de todo trabajo psicoanalítico, es decir que la estructura del inconsciente sea mantenida.
En lo que concierne al número de participantes, el número mínimo obligatorio será tres. El “más uno” me parece muy importante pero que haya cinco o seis no tiene tanta importancia en mi opinión, salvo si dentro de los tres está además el que puede tener ese rol de “el uno en más”. ¿Qué es ese rol del “uno en más”? ¿Para qué va a servir esta persona sobreagregada a los tres? Para mí cuando pienso en ese número tres, es siempre lo simbólico, lo real y lo imaginario, que tendrán que funcionar allí en una relación de triangulación edípica. Lo importante en un cártel se sitúa no solamente alrededor de la elección del tema de trabajo, sino también y quizás más, a nivel de la elección de los participantes. Porque para que haya trabajo psicoanalítico, es necesario que las tres personas elegidas no sean cualquiera. No pienso que no importe quiénes puedan tener justamente ese lugar que va a permitir la elaboración del discurso analítico, pues ciertamente allí se tratará de un discurso psicoanalítico. Uno tiene la oportunidad de darse cuenta cuando las personas son impuestas como fue dicho ayer por uno de los participantes que debe haber sido nombrado como responsable de un subgrupo. Él precisó que en su opinión, nada podía funcionar en un caso así.
Lo que todavía no está claro para mí es el rol exacto que desempeñará la persona en más. Tal como lo he sentido hasta ahora en las experiencias que he podido tener de los cárteles –¡han sido bastante fugaces! (en la medida en que hasta ahora no tuve la impresión de que se hayan respetado lo que para mí representan las condiciones necesarias para el funcionamiento de un cártel)– pienso que esta persona en más es quien va a permitir la búsqueda de la cosa, que va a permitir esa articulación y hacer que siempre exista el deseo de encontrar la cosa, que será mantenido dentro del grupo.

Sra. X.: No he comprendido por qué ayer se hizo la diferencia entre los grupos grandes y los más restringidos. Si los grupos de matemáticos dan una idea del modo de funcionamiento posible de los cárteles, ¿cómo puede comprenderse que las reglas lógicas que funcionan para cárteles no sean aplicables o extensibles a grupos que reúnan un número superior al límite de seis personas?

GENNIE LEMOINE: Por la razón que creo haber dicho. Sucede que se pasa del trabajo del análisis propio del cual se habla en grupo pequeño y con el sentimiento de exponerse, a un nivel en el que no se arriesga nada y desde donde se puede pasar al grupo mayor, si se quiere, y no veo el interés. Esto pasa bajo una u otra forma. Pero al comenzar se trata de asegurar ese pasaje y no puede realizarse sino a partir del pequeño grupo de tres o cuatro. De golpe, no se puede hablar de su propio análisis ante una multitud.

Sra. X: Tenía la impresión de que era cuando las reglas lógicas no presidían la estructuración de un grupo restringido, que entonces, en efecto, era válido para un grupo pequeño y no para un grupo más amplio y que, al hacer demasiado esa diferencia entre los dos tipos de grupos, diferencia que, aún un campo como la psicología social que se interesa en los grupos, no reconoce absolutamente, entonces, ya no se disponía más de medios críticos o bien de elaboración y de construcción del gran grupo.

GENNIE LEMOINE: ¿Por qué quiere Usted construir el grupo grande?

STEPHANE DI VITTORIO: Esa es la cuestión ¿por qué hay que construir el gran grupo? Si puedo referirme a algunas reflexiones que se me han ocurrido a partir de ayer, lo que más me ha esclarecido sobre el cártel tal como lo concibo, es la evocación del grupo de los matemáticos. Lacan nos dijo ayer que si se lo tomaba como ejemplo, ellos tenían clara esta noción de que había “uno en más”.
El control no es tampoco una situación en donde se trata de hablar de su análisis o de exponer su análisis. En la situación de control, eso de lo que se habla está en cierta forma limitado, sutilizado en una relación un poquito especial y que es lo que ocurre entre el paciente y el analista ¿El cártel no es también ese algo que implica que un sujeto bien delimitado sea la apuesta en común de un saber ser?
Hago toda una serie de preguntas. La única a la que no he respondido es la del límite superior que se debate en este momento. Advierto que la otra cuestión que está en el circuito es ésta: no puede hacerse un cártel con cualquiera. Presumo que no se puede con la gente que nos está muy allegada ni tampoco con aquélla que nos está muy alejada.
Porque lo que se trata de poner en común es esta producción, producción del discurso necesario, y tengo la impresión de que si en un cártel hay alguno que sea muy allegado, entonces uno no puede poner en común ese saber que no se quiere comunicar a los demás, por ejemplo.
Es por eso que la expresión de Lemoine “exponerse, exponer su análisis”… ¿en el control uno expone su análisis? Uno se expone tal vez solamente en tanto eso se relaciona de manera incidental con lo que pasa entre tal paciente dado y tal analista dado. Pero un control no ha sido jamás identificado con un análisis y yo pienso que es la misma veta, por ejemplo donde en Roma se decía una de esas grandes cosas, burdamente, a ojos vistas, se decía: el control ha tomado dentro de la Escuela Freudiana una dimensión que no tenía antes o que no tenía en otra parte. Creo que dentro de esta línea se inscribe el cártel. El cártel es una invención específica de la Escuela Freudiana. Está en la línea de esta ampliación del control pero llevado a otra cosa, es decir al discurso científico finalmente.
¿Por qué los matemáticos tienen la impresión tan evidente de que hay uno en más? Porque están persuadidos de que el discurso matemático es necesario, que está allí y que cada uno aporta lo que allí ha percibido. ¿Y el cártel no consiste también en hacer surgir un discurso necesario a partir del hecho de que las personas que se encuentran en varias oportunidades, es decir sucesivamente, no se encuentran acaso de una vez por todas diciendo: “he aquí lo que sabemos sobre el asunto”? Ellos viven y como se han escogido de una determinada manera, esta manera no es muy aclaratoria en este momento porque Gennie Lemoine decía que no se puede hacer un cártel con cualquiera. Ellos se han elegido para hacer un cártel, es decir que ponen en común ese saber que aflora sobre un tema y como hay una especie de filiación por lo menos en el tiempo, eso no vale tal vez gran cosa como tal, pero el análisis viene después de otra cosa, digamos tal vez, el discurso histérico. Los controles vienen históricamente después. Lo que me pregunto es: ¿hay algo que pueda concebirse después de los cárteles?

JUAN DAVID NASIO: En el texto de los Anales, el cártel no es ni un lugar de control ni el discurso analítico, es decir que no es la práctica analítica. Tampoco es eso que podría llamarse un lugar de base. El cártel tiene una especificidad muy propia, diría más, hace las especificidades de la Escuela Freudiana pues la primera cosa que salta a la vista es que la primera sociedad psicoanalítica que funciona con una estructura de cárteles es ésta, aunque todavía falta verificar esta actividad. De todos modos, la Escuela Freudiana y su unidad estructural, los cárteles, constituyen una experiencia nueva. En el Acta de fundación hay que subrayar la palabra “Acta”. Diría que en el Acta de fundación el cártel queda instituido como un acto, es decir como algo nuevo dentro de la realidad de las sociedades psicoanalíticas. Respecto a eso creo que el cártel no está lejos de lo que va a sostener como real a una sociedad de psicoanálisis.

EDMOND SANQUER: Desde hace siete años trabajamos sobre psicosis-institución siendo seis; estos seis se han cooptado, se conocen perfectamente bien y tienen sensiblemente la misma forma de trabajar. Pues pienso que dentro de un cártel, lo que funciona es un trabajo a nivel de la pasión, pasión apasionada y pasional, es decir que el “más uno” es a menudo aquél que constituye el sujeto del odio del resto del grupo, o bien el sujeto del amor del grupo.
Pero a menudo esto se percibe después. En el momento del funcionamiento del cártel esto jamás aparece en la primera lectura.

HUGO FREDA: a partir de las observaciones del Sr. Martin sobre los “tres” del texto, yo pensé enseguida que 3+1 es después de todo la misma estructura de todo el discurso analítico. Pienso hasta qué punto por el tipo de trabajo, la manera en que transcurre un trabajo de cártel, lo que determina el cártel mismo, creo sobre todo que esta estructuración de 3+1, es al final toda la estructuración del discurso analítico que hizo Freud.
Ese 3+1 es casi la estructuración en el concepto, en el número, de la estructuración edípica.
Pienso que detrás de todo posible funcionamiento, si hay algo nuevo, es una concordancia muy precisa entre la forma de escribir en las Actas de fundación de la Escuela 3+1, y la misma estructuración del discurso analítico. Esto es una cosa.
Pienso luego, por asociación, en una palabra que Lacan emplea en el Seminario sobre las Formaciones del Inconsciente donde habla de los “sin signo”; hasta qué punto esta formación dentro de las Actas de fundación de la Escuela, este tipo de escritura (algo que se escribe es realmente muy importante) funciona como emblema, algo a lo que hacer referencia la formación del analista.
Esto quiere decir que hacer referencia a algo escrito es realmente muy pero muy importante, dentro de la misma teoría analítica.
Creo que tratar de encontrar a qué se refiere cuando se habla de 3+1, es en verdad remitirse directamente al discurso analítico mismo, dentro de su propia problemática interior.

RENE EBTINGER: En el Acta de fundación, si he leído bien, Jacques Lacan propone una estructura que debe tener una función: el trabajo.
Voy a volver sobre una distinción a la cual ya aludí hace algunos años, aquí mismo en la Casa de la Química y que me parece necesario recordar: trabajo y producción, estos términos se usan frecuentemente el uno por el otro, o también en relación de dependencia: es necesario trabajar para producir.
Si tomamos tres términos, “trabajo”, “producción”, “más uno”, podríamos tal vez hacernos una pregunta: ¿el cártel es un lugar de trabajo? Es yo creo, una evidencia que resulta de la definición del acto mismo constitutivo de los cárteles, pero... ¿es necesario que ellos produzcan o bien, la producción no puede ser considerada como algo que vendría eventualmente, por añadidura? Como otra cosa en el análisis; por añadidura a nivel de un trabajo escrito, de una publicación, pero el trabajo, como lo concibo es eso que camina en el sentido de Leistung, que es intraducible, que más o menos se lo puede reconocer como performance y que, por mi parte, lo entendería en el sentido de un funcionamiento del aparato psíquico.
Y para que pueda certificarse que algo funciona al estilo del aparato psíquico, la persona “más uno” es tal vez necesaria para dar testimonio de ello, para ser el testigo, testis, a falta de lo cual hay riesgo de empantanarse en lo imaginario y que el o la “más uno” esté de todos modos presente, pero bajo una forma completamente imaginaria abierta a todas las desviaciones que un día Lacan –creo, espero no traicionarlo– calificó como obscenas en su funcionamiento.

JEAN PIERRE DREYFUSS: Quisiera volver sobre la palabra “trabajo”, empleada en la doctrina de Freud, especialmente en dos ocasiones, cuando se trata del trabajo del sueño y cuando se trata del trabajo del duelo. No es una noción que deba tomarnos totalmente por sorpresa.
Hay otro término que he retenido, es la palabra “exponerse”, lo cual me lleva a retroceder a lo que podría llamarse la clínica del cártel. Hace tres o cuatro años constituimos un grupo de trabajo; hasta hace poco especialmente hasta ayer tarde, no estaba muy seguro de que, pese a las modificaciones que afectaron al grupo, se haya transformado en cártel en lo propiamente llamado cártel, porque yo pensaba que las “más una” se encarnaba en una persona determinada, definitivamente, mientras durase el grupo.
En este punto ya estoy de vuelta después de haber escuchado todo cuanto se ha dicho a partir de ayer.
Lo que quiero informar sobre ese grupo es lo siguiente:
El grupo se redujo, éramos diez al comenzar y hoy nos encontramos seis; tengo la impresión de que la eliminación, casi diría autoeliminación de un cierto número de participantes que estaban al comienzo se acompañaba de una cierta eliminación justamente de efectos en el grupo, o sea lo que resultaba de la enseñanza bajo su forma tradicional, dicho de otra manera del “hacer valer”. Justamente lo que ha resultado posible en ese grupo que, ahora lo creo, se ha transformado en cártel, ha sido eso justamente, exponerse –no forzosamente relatar su análisis– sino exponerse, o sea asumir los riesgos justamente; fue en ese momento que los riesgos fueron realmente tomados en el sentido en que yo diría que exponerse, no es lo mismo que exhibirse.

JEAN JACQUES MOSCOVITZ: Quisiera decir algunas palabras a propósito de esta situación en la cual estamos, es decir eso de que se querría hacer un precepto, un concepto. O se que del precepto de fabricar un cártel se va a tratar de encontrar cómo funciona, de qué manera podría erigírselo en concepto.
Efectivamente, aquí se ha propuesto este “más uno” o “más una” de tal manera que a mi entender este “más una ” sería esa cosita desprendida del todo, esa cosa que definiría a todo el resto, pero que definiría también o permitiría en un momento dado, definir la idea de finitud del cártel. Ese algo que permitiría por ejemplo, que llegado un momento, los participantes del cártel decidieran que ya no se trata de un cártel, que habría que detenerlo, impedir en todo caso que sea llamado cártel.
Aquí hay un problema muy particular, esto solo puede plantearse siendo pocos en la medida en que cuando ese cártel se constituye, se produce entre los participantes, algo que es como un código, con su propia historia dentro del cártel. Llegado un momento, probablemente algo pasará que hará que eso se termine, se terminará. Quizás sea necesario definir cuáles son las condiciones mínimas para lograr el nacimiento de un cártel y quizás también, delimitar las condiciones extremas últimas que harían que, a partir de ese momento, eso ya no fuese más un cártel.
Yo creo que uno de los aspectos más complicados es definir en qué consiste el consentimiento entre los participantes del cártel. Esto retrotrae a la problemática extrema de la hipnosis o sea, de la sumisión digamos, al saber del otro y aceptar el dejarse llevar el tiempo necesario para poder, llegado el momento, dar cuenta de esta recepción, de esta acogida, de este saber.
En este sentido pienso, que el “más una” podría definirse de la siguiente manera: saber que en un determinado momento aquél o aquélla, es un poquitito más psicoanalista que todos los otros. En ese preciso momento estaba suficientemente bien colocado como para extrañarse de lo que está pasando y preguntarse lo que está haciendo allí; en definitiva, él puede partir bien, estar ausente la próxima vez; hacer que tal vez sea él, quien sea un problema, pero a lo mejor, sin que él mismo lo sepa. Aquí hay algo que efectivamente trabaja, saber si lo que ocurre con el cártel se define verdaderamente con relación al “más una” y si se puede llegar a hacer de ello un concepto.
Antes de dejar la palabra, quisiera precisar dos cosas: primero, ayer se ha discutido durante una hora y media para precisar bien que “más una” estaba siempre presente y que se trataba de una persona de la cual no creo que pueda especificársela por otra cosa sino por lo que es, es decir, incitar, estimular, provocar el deseo del Otro, comprendiendo en eso el cártel.
Bueno Ustedes lo saben, somos analistas, esta estimulación, hacer del deseo el deseo del Otro, sostenerlo, todo esto puede hacerse, no importa cómo, aquí está precisamente la capacidad del significante.
Es un punto que me parece muy importante el haber llegado ayer a decir que no se trataba de alguien ausente, ni de alguien que fuese un analista mejor que otro, se trataba más bien de un elemento que actúa en el cártel sostenido por un sujeto, pero me parece también que hay otra cosa importante para llevar a la discusión –es una cita al texto– que el cártel no es una creación ex nihilo, el cártel forma parte de las estructuras de la Escuela Freudiana; o sea que el cártel se sitúa –lo decía hace un momento– como una unidad dentro de la estructura de la Escuela Freudiana.
Hay un punto que también sería importante discutir. El texto hace referencia muchas veces a que la Escuela puede ser considerada como una experiencia inaugural; hoy, once años después, ¿podemos todavía mantener el vocablo “experiencia inaugural”?

NICOLE PEPIN: Quisiera continuar con lo que estaba diciendo hace un rato: en la cifra 3+1 personas lo importante para que eso funcione es la persona en más, y es allí donde no hay que equivocarse sobre la elección de esa persona. Si no, no funciona, si estoy en la razón al pensar que esta persona en más va a lograr que la búsqueda de la cosa sea mantenida, para el advenimiento de un trabajo teórico.
Pienso que el trabajo de cártel es una superación, un primer paso hacia la elaboración teórica, más allá del análisis personal.
No se trata ya, creo, de exponer su análisis personal en un trabajo de cártel, se sitúa más allá de eso. Para precisar el interés en la elección de la persona en más, solo es después, en un segundo tiempo, cuando se abandone el trabajo de cártel para encontrarse en un trabajo de a dos (aún si el grupo queda con cuatro, cinco o seis).
Para la elaboración de un trabajo teórico psicoanalítico es necesario obligatoriamente que un analista tenga la remisión de su palabra, por otro analista, si no es así, no creo que sea posible una elaboración teórica psicoanalítica.
También aquí la elección de la persona –y nos encontramos quizás en una situación de control– será de la mayor importancia porque no cualquiera podrá desempeñar ese rol; es bien evidente que no cualquier analista podrá tener ese rol para cualquier otro analista; yo diría que esta persona en más, debe ser el “todo en una”; que esta persona, solo ella debe poder solicitar el deseo inconsciente, esta búsqueda, esta investigación, que permitirá dentro de un cierto tiempo una elaboración teórica.

NICOLE GUILLET: Quería resumir dos o tres cosas que me parece haber comprendido sobre los cárteles desde hace ya tiempo. Está justamente la función del “uno en más” que hoy me interesa particularmente, me parece que esto fue muy importante en el ‘64, cuando se hizo la fundación, creo que esto no ha sido suficientemente discutido en la Escuela. Es esto, esta especie de formación de cártel evita todos los fracasos, todos los escollos que los grupos políticos entre otros, han encontrado y encuentran todavía.
Me parece necesario para un cártel, primero, un deseo de trabajo en común de un cierto número de personas, después se verá cuántas, es necesario que haya intereses comunes, una búsqueda teórica; es una especie de máquina para despabilarse juntos, para querer buscar juntos, hay un efecto de estimulación, etc.
Segundo, hace falta lógicamente la transferencia, o sea que no se puede trabajar con personas que sean sus pares, que hayan sido elegidos como tales, con los cuales se pueda hablar sin llegar a tirarse de los pelos, escribir cualquier cosa, aprender a escribir, están como uno porque les interesa como a mí, han decidido soportar, soportarme, etc., nos hemos elegido.
Tercero, está lo analítico, o sea las reglas, en primer lugar ritmos de trabajo, regulares, ningún cártel puede funcionar sin una especie de ritmo, es importante si falta, es importante si no se lo respeta. Hay reglas entre las cuales, la del número es extremadamente importante, esta gama de tres a seis me parece extremadamente importante, es lo que yo denominaría la buena consistencia subjetiva. Es decir, en tres, es realmente la familia, es dos contra uno, etc. y más allá está la masa, es decir que más allá, que cualquiera duerma, sueñe, se transforme en florero, en fin todas las resistencias son posibles, mientras que estando en seis –no soy muy ducha, me parece que los grupos chicos que frecuentemente se hacían en La Borde, los U.T.B. etc., siempre respetaron eso, sin saber muy bien porqué–. Por experiencia siempre se encontró mejor ese número, llegábamos hasta siete, pero eran cosas diferentes.
Cuarto, me parece que hace falta el “uno en más”, es decir que allí está lo que asegura que el cártel no va a transformarse en un cártel de cosmonautas o en cualquier otra cosa; es decir que va a poder realizar una apertura; ¿una apertura hacia donde? Hacia el exterior del cártel, de los cárteles de la Escuela Freudiana, es la Escuela Freudiana, es decir que por ejemplo hoy podemos afirmar que estamos haciendo el “uno en más” con respecto a todos los cárteles cuyos participantes hablan hoy. Me parece por ejemplo que el trabajo que ayer por la mañana fue explicado por la señora Soler era interesante pues el hecho de haber podido rendir cuenta de un trabajo, eso ha funcionado tal vez en su “cártel, como “uno en más”, me parece que es eso. Si no, me parece que los cárteles solo hacen ruido; incluso siendo seis hay posibilidad de bla, bla, de funcionar así, cerrados, que no haya nada de exhaustivo –no me gusta del todo la palabra “producción”, “productivo”, prefiero “apertura”– y marcado, puntualizado por nuestra adhesión a la Escuela Freudiana.
En los grupitos que se hicieron en La Borde me parece que el escollo del ronroneo se evitaba porque el loco podía funcionar, o bien el hecho de estar allí para cuidar los locos, podría funcionar como lo dijo ayer Lacan, por medio de las matemáticas. Es decir que eso hacía el “uno en más” uno se veía obligado a encontrar algo porque teníamos la exigencia de los síntomas del loco que alteraba todo. Pero tuvimos que crear un grupo que se denominaba el “grupo de los grupos” cuya función era solamente apuntar a los cárteles, saber lo que esos cárteles hacían, ¿esto no estaba convirtiéndose en un cártel de cosmonautas que estaba allí justo para hacer cualquier cosa menos trabajar?

Sra. G.: Quería simplemente decir que nosotros habíamos formado un cártel con la finalidad en un principio, de trabajar pero también de ir en busca de eso que podría llamarse un “seminarista” agudo.
En ciertas regiones cada uno hace su seminario y se pavonea justamente con su seminario; para ir un poco en contra de esa tendencia, nosotros formamos un cártel experimentando desde un principio, la necesidad de referirnos al texto del Acta de fundación. Creo que, cuando más o menos un mes después, se anunció la reunión de los cárteles, nos produjo un inmenso placer.

PHILIPPE GIRARD: ¿El cártel no representaría una tentativa para evitar dos tipos de agrupaciones o de reagrupaciones, digamos una figura totalitaria, con los fenómenos de identificación, etc. y una figura que tiene actualmente difusión, la del liberalismo? Dicho de otro modo, el “uno en más” funcionaría como el instrumento para evitar eso que se denomina psicología de masa con todos los efectos conocidos, y también para no naufragar en una república de los “egos”, igualdad ficticia evidentemente.
¿En qué condiciones uno puede sustraerse a esas dos formas de institución de lo social, del lazo social?
Si hubiera que definir la función de los cárteles, sería con relación a esto: tomando en consideración, tanto las figuras dominantes del pasado como el Ejército, la Iglesia, más recientemente Partido, como también la ideología nueva. Por el momento no tengo experiencia de cártel, o muy escasa, pero lo que se realiza en torno para evitar esas dos dificultades, no es tan convincente. Por lo que sé, no nos hemos enfrentado todavía con esas dificultades. Creo que es esto lo que trata de resolver la Escuela Freudiana, no solo en relación con el registro político sino también en lo concerniente a la institución analítica.
Los matemáticos –Ustedes dijeron ayer si lo he comprendido bien– consiguen resolver estas dificultades, las del “y yo, y yo, y yo” de los grupos liberales, y las del “Otro” o del objeto en conjunto, sobre el cual, por el cual, dentro del cual hay identificación y la constitución del “nosotros”.
¿Los cárteles pueden comprometer la Escuela fuera de las vías de lo necesario, de la comunión tácita y del conformismo, y por ese lado constituir un medio de formación y otro tipo de lazo social?

ANNICK DREYFUSS: Tengo poquita experiencia de los cárteles y querría simplemente agregar algo a lo que dijo Jean Pierre Dreyfuss hace un rato porque participo en el mismo cártel que él y he podido observar esa autoeliminación.
Al comienzo, como él dijo, la gente está allí, somos diez, existe una especie de fascinación recíproca en el sentido del hacer valer, y por la autoeliminación se ha constituido en cierta manera un cártel sin que esté ese famoso “más uno” particularmente designado así. O sea que nos hemos encontrado en posición de analizante (así es como me parece que se da la cosa) y sin embargo, al mismo tiempo como analista. El “más uno” se encontraría en posición de analista del cártel pero en la frontera, sin saberlo, y sin que sea “uno” particularmente designado.
Esto me parece esencial y me parece ahora –como parece ser después de todo lo dicho ya– después de la limpieza hecha por Nasio, que es una experiencia única. Es algo único: no es ni la base, ni el control, ni la situación analítica. Pero esto se merece así y todo una aclaración porque son dos analizantes y un analista, pero no ya en ese carácter de ser propiamente el analista con los analizantes: la cosa es por turno, se es al mismo tiempo analizante y analista.
Las cifras tres-seis, me parecen también esenciales en esto: más allá de seis, ya se ha constatado que no marcha, siempre hay uno de más, o dos de más, etc.; entre tres y seis es perfecto.
Donde todavía quedan interrogantes es justamente en lo que respecta a la explicación de cómo funciona, eso me parece misterioso.

JUAN DAVID NASIO: Quisiera responderle leyendo una cita del Acta de fundación precisamente; “más una” –continúo con la cita que Martin hizo ayer– “encargada de la selección de la discusión y del resultado a reservar al trabajo de cada uno (…), después de un cierto tiempo de funcionamiento los elementos de un grupo se examinarán sobre la propuesta de permutarse con otro”.
Es decir que hay un trabajo, un movimiento de permuta, no solamente inter-cárteles sino también en el interior mismo del cártel; todavía hay algo más que agregar: “la carga de la dirección no constituirá una jefatura cuyos servicios se capitalizarán para lograr el acceso a un grado superior y nadie deberá considerarse disminuido por entrar en las filas de un trabajo de base”.

PIERRE BASTIN: Lo que escuché ayer por la tarde a propósito de la experiencia de un cierto número de grupos es que conduce un poco a cualquier cosa, se está entre compinches, se discute de esto, de aquello, o sea que no va.
Además se hizo alusión así nomás, sin profundizar, al esquema L, el eje a-a´. Esto me lleva a plantear el siguiente problema: la función de la persona “en más” no es ante todo el poner obstáculo a la intersubjetividad, es decir a un grupo de amigos donde todo lo que puede funcionar sin una persona en más puede muy bien instaurar una relación puramente imaginaria, producir en consecuencia, un discurso puramente lineal y que en esta perspectiva del esquema L que se evocó, esta persona en más se encuentra sobre el otro eje, el eje de la transferencia: S-A, lo cual da a ese grupo la posibilidad de producir, metaforizar, con el fin de que algo distinto pueda ocurrir.
Otras reflexiones como: tres más uno es igual a cuatro, y en el esquema L hay cuatro términos, en los cuatro discursos: universitario, del analista, de la histérica, del Amo, es también el juego de los cuatro términos que intercambiándose, producen discursos diferentes. Sobre esto no puedo decir más, pero en fin, constato que también acá hay cuatro términos.
Para responder en algo a lo que ha sido dicho hace poco, la “persona en más” no es un jefe, no es un igual, sino que llena determinada función dentro de la estructura de ese cártel.
Ahora bien, ¿cómo va a cumplir con su función esa “persona en más”? Y a propósito de la elección, creo que está claramente dicho en el Acta de fundación que se trata de personas que mutuamente se han expresado su deseo se hacer algo juntas; a partir de allí no pienso que existan requisitos particulares que cumplir para ser la persona en más, salvo el haber sido escogido así por otros tres, con mutuo consentimiento para que en lo sucesivo algo pueda ser puesto en marcha.

MARIA VELISSA ROPOULOS: Quiero señalar simplemente que se ha hablado de los cuatro discursos; pienso que en efecto, el cártel es lo que permite articular algo del funcionamiento de la Escuela a los cuatro discursos, pero no pienso que el “más una” sea el cuarto término de los cuatro discursos. Creo que es lo que permite el paso hacia la metáfora, lo que permite la metaforización.
Hace un rato estaba sumamente sorprendida de que se hablara de una persona, de la elección de la persona, no sé si se trata verdaderamente de eso, creo por ejemplo que si el “más una” pudiese comprenderse en la definición del significante: “el significante es el que representa el sujeto para otro significante”, a nivel del para se encuentra ese “más uno”.

DOMINIQUE POISSONNIER: Quisiera continuar un poco más con lo que decía Bastin hace un momento en este sentido que dos observaciones me parecen importantes en la manera en que nosotros percibimos ese “más uno”. Se trata a la vez de un “más uno” que está siempre presente se quiera o no, y esto me hace pensar que, en un análisis bien entendido, hay solo dos personas, no se está sobre ese eje imaginario y se trata de ubicar allí ese “más uno”. La delimitación es todavía más importante consistiendo sobre todo en proporcionarle su lugar y en permitirle que algo sea dicho a ese nivel.
Por otra parte, Nasio lo recordaba recién, hay nominalmente una persona que dice ser ese “más uno” a quien se confían determinadas tareas, ciertos servicios, esto me evoca la función del “pasa-umbral”. ¿La constitución de ese “más uno” en relación con el grupo no es análoga a la situación organizada en el Pase donde uno de los dos pasadores está allí en una tal posición que lo que dice el pasante se pierde en otra parte? Nos reencontramos aquí con la noción de apertura de producción, de “para otro significante”, de algo que se hace por la Escuela de manera también de salir así de un discurso que estaría cerrado, que se quedaría entre los “yo-yo-yo”, en niveles imaginarios.

JOSE GUEY: Por una parte este asunto de la “una en más” gira en torno al lugar ocupado por una persona diferente. Me parece que lo que ha sido dicho aquí, es que, en un cártel, elegido o no, no es necesario que sea siempre la misma persona quien ocupe en el interior del cártel ese lugar. Hay una persona que ocupa ese lugar, a la cual uno se dirige pero que finalmente, dentro de un tiempo más o menos largo, el pasaje del trabajo debe hacerse con respecto a otras personas de la Escuela y posteriormente, ¿por qué no?, hacia el exterior de la Escuela. Así es como funciona, me parece.
También se trató de ese control y de esa crítica interna y externa.
Por otra parte –y retomo el ejemplo de los matemáticos que hablan de las matemáticas como de una persona– me parece que allí hay que determinar con precisión lo que tiene por causa a los cárteles y finalmente a la Escuela, es el psicoanálisis.
En lo que concierne a los grandes grupos, me parece que pasado un cierto número se está dentro de una estructura de espectáculo y no ya de una estructura de discurso.
Por otra parte, si se excluye el que un cártel comporte dos personas, entonces hay que vérselas con dos discursos que se afrontan y que no desembocan o que tienen enormes dificultades para desembocar en un tercero.

JUAN DAVID NASIO: Quisiera simplemente recordarles que ayer hicimos la diferencia entre el “más uno” y el “uno en más”. El “uno en más” ha sido considerado como siendo lo que acaba de producirse, el sujeto, hablando con los términos propios de la doctrina analítica y que el “más uno” es, no algo que viene a cerrar una estructura sino que viene, encontrándose en el límite de la estructura, a hacerla consistente y a abrirla a otras.
Ese “más uno” es justamente lo que permite la conexión del cártel con el resto de las estructuras de la Escuela; me parece importante marcar esto como diferencia.
En cuanto al control interno-externo, hay esta frase: “Los que vengan a esta Escuela se comprometerán a cumplir una tarea, una tarea sometida a un control externo e interno”.

CHRISTIANE BARDET-GIRAUDON: ¿Es excesivo plantear el problema de la ambivalencia con respecto al cártel y el problema de los efectos del cártel sobre cada uno de los participantes y sobre su trabajo?
Es decir, ¿este efecto del cártel desemboca automáticamente en un trabajo colectivo o bien hay momentos en que también el efecto del cártel pueda ser el forzar a escribir o a hallar una determinación para escribir, pero que tal vez pueda no estar orientada en ese momento hacia el cártel sino más bien hacia otra cosa?
Si realmente se trata de producción y de trabajo, ¿no hay una indeterminación, no en los fines, sino en las orientaciones del trabajo? En ese momento tal vez el carácter eventualmente penoso o el riesgo de monotonía o de embotamiento del cártel. Si son pocos, pese a todo no es solamente un factor positivo la medida en que todos se conozcan, en que haya más libertad para hablar, esto puede ser un límite de la información. Tal vez tampoco se pueda controlar el hecho de haberse agrupado así y no de otra manera.
Porque mi pregunta en resumen era ésta: si se trata de producción ¿por qué no se plantea la cuestión de las determinaciones para escribir? ¿Es solamente por simpatía hacia otro en el caso del cártel o bien, no podría darse también un sentimiento de furor o algo así? En la determinación de escribir puede haber ambigüedad en los motivos.

JUAN DAVID NASIO: Traduciría eso así –no sé si es posible–: hemos hablado de producción dentro del cártel, ¿acaso el cártel no es una forma de estructura que permite la reproducción? –Pienso simplemente en el crecimiento de la Escuela como institución–. Si es o no una institución, es otro problema para plantearse.

NICOLE GUILLET: Encuentro que es la cuestión más importante, pero me parece que en este caso se necesitaría que hubiese un cártel que ayudara a asegurar esta función del “en más” dentro del cártel, es decir que evidentemente hay que establecer toda clase de reglas, incluidas las de rotación de cárteles y rotación de esta función del “uno en más” dentro del cártel. Es necesario que sea una especie de… hay montones de palabras que se me ocurren pero que no acaban de gustarme, no es por nada, iba a decir puntuaciones, dar cuenta a la Escuela, pienso en la función de secretario, en otras funciones, se dijo hace un momento, de comisario etc., eso evoca una cantidad de cosas todas muy complejas; tal vez por esto Girard es pesimista.
Cuando yo hablaba por ejemplo de pequeños grupos que se llamaban grupos de palabras o grupos de psicoterapia de grupo en donde había uno o dos locos, estructuras que funcionaban como cárteles en La Borde, el hecho de que hubiera un loco o dos o tres, podía evitar una especie de ronroneo del grupo. Pero de hecho, se puede decir también que esta función del “uno en más” si se esperaba que fuese desempeñada por el loco que podía fácilmente actuar, era evidente que podía hacerlo, o el Führer, o la destrucción del grupo, podría también decirse que se estaba transformando en un grupo de locos, la locura aseguraba esta función simbólica. En una palabra, todo era un fracaso, que es lo que a menudo ha sucedido.
Se trata pues de una función muy importante, ¿cómo asegurarla, cómo hacerla vivir?

PIERRE MARTIN: En la serie de consideraciones que nos recuerda Nasio y tal vez para articularlas con algunas otras consideraciones ya sostenidas, muy interesantes, yo querría solamente hacer intervenir la penúltima frase del Acta de fundación antes de que su autor se aboque a la descripción de las tres secciones; he aquí esa penúltima frase:

Esto –es decir lo que concierne precisamente a la organización estructural del cártel– no implica absolutamente una jerarquía invertida, sino una organización circular, cuyo funcionamiento fácil de programar, se afirmará con la experiencia.

PHILIPPE GIRARD: En respuesta a las modificaciones que preconizaba Nicole Guillet, diré que las “rotaciones” jamás impidieron nada. Los comisarios se convirtieron en “el pueblo”, y los secretarios en “generales”. No creo que por medio de este tipo de modalidades, se llegue digamos, a detener los dos modos de lo colectivo a los que me he referido. En cuanto al desconocimiento de la autoridad y de la jerarquía, en curso actualmente, eso no les ha impedido nunca funcionar, ni siquiera frente a la demanda de quienes los recusan.
Estas cuestiones son tanto más complejas cuanto que esto que se llama la nueva ideología, para diferenciarla de la ideología llamada burguesa, se esfuerza por ser invisible funcionando en estilo “entre nosotros”, íntimo, privado, etc. Y nada asegura que esté al abrigo del totalitarismo que trata de conjurar.

NICOLE PEPIN: Quisiera continuar con lo que he dicho y coordinar con lo que he oído hace un tiempo, a nivel de la limitación del trabajo teórico dentro del cártel y de la agresividad que se desataba. Me parece que un trabajo teórico en un cártel, forzosamente, solo puede ser limitado y no hablaré de agresividad pero sí de la dimensión del odio.
En la medida en que haya intervenciones múltiples, parasitarias dentro de un grupo importante, hay una limitación que existe sobre todo porque no se puede entre compañeros de trabajo trabajar en otra forma sino teniendo en cuenta una dimensión particular de funcionamiento que yo llamaría el “semblante social”. Quiero decir que estando unidos por lazos de camaradería o de amor, cualquiera sea el grado, habrá siempre algo que preservar que, en mi opinión, pondrá obstáculo a que la persona “en más” pueda jugar su papel en forma completa.
El papel de “persona en más” como ya lo expresé hace un momento, se sitúa a nivel de la búsqueda de la cosa. Ella va a empujar esta búsqueda en el sentido de una provocación que irá –aquí peso mis palabras en lo que tengo que decir– porque me parece que la persona en más tendrá que mantener la dimensión de la muerte para que el advenimiento de un discurso teórico pueda hacerse.
Si hace un momento hablaba de un más allá de la situación de cártel, para llegar a la situación de control diciendo que allí hay peligro de obtener que la persona en más sea el “todo en una”, es porque solo en esta situación se da que el analista, que trata de realizar una elaboración teórica, está mantenido en “el ser para la muerte”: solo en condiciones como éstas es posible una elaboración teórica.

JACQUES CREPIN: Quisiera hablar de lo yo no llamaría un cártel sino un grupo: el grupo denominado d´Amiens-St.Quentin.
Quisiera hablar de él para decir que me parece que a partir de estas Jornadas de estudio vamos a tener que preguntarnos cosas; en efecto, estamos descubriendo –por ejemplo– que al haber reflexionado un poquito en cuanto al número de personas que podrían constituir este cártel, no hemos profundizado mucho.
Actualmente y desde el comienzo, somos nueve: confieso que a partir de ayer a la tarde y de esta mañana, recién comenzamos a plantearnos la cuestión de tres y seis.
Diré también que nunca reflexionamos sobre el tema del “más uno” o del “más una” probablemente quizás porque en el momento de instituirnos en cártel, nosotros no habíamos leído realmente las Actas de fundación de dichos cárteles.
Quisiera simplemente indicar que nos planteamos pocas preguntas y la prueba está en, me parece que esto ha aflorado una o dos veces allí, una pregunta que jamás nos hemos planteado, y es que en nuestro grupo, una pregunta subyacente pero que siempre está allí, es que en ese grupo hay dos parejas y este asunto es un asunto que después de todo no es propio únicamente de nuestro grupo, me gustaría señalar –a título de anécdota– que la única vez en que hubo un ausente en ese grupo fue cuando la novena persona partió para casarse.
Relato esto a título de episodio de las cuestiones que seguramente vamos a plantearnos al regresar dentro de poco a Amiens-St.Quentin.

JUAN DAVID NASIO: ¿Podría preguntarle qué cosas precisamente han proyectado, pensando después de la discusión de ayer tarde?

JACQUES CREPIN: Solo hemos coincidido sobre la forma de los encuentros individuales; todos no estamos en lo mismo; hay también otra cosa que quería decir y que se me ocurre ahora al hablar y es que, en la constitución del cártel, lo que nos sorprende de inmediato, probablemente por eso nosotros no somos un cártel, es que al final el tema elegido para dar un nombre, un emblema a nuestro cártel, ha sido hecho precipitadamente, como una formalidad; al oírme decir esto hoy me doy cuenta de que esta formalidad no es evidente por sí misma, tampoco.
Llegaré a decir incluso que el “uno en más”, para formularlo así, se manifiesta dentro de nuestro grupo bajo la forma de dos Readers y que, por casualidad, son las dos personas que se pusieron de acuerdo para elegir el tema que fue rápidamente aceptado por los otros siete participantes, sin que al final, nadie se opusiera. Siendo el tema el primer Discurso de Roma.

COLETTE VAN DE POORTER: Ustedes han hablado de las matemáticas como de una persona y dijeron que era cierto y curioso que, al reunirse los matemáticos, siempre hay una persona sobrentendida presente.
Es curioso y merece ser subrayado que las ciencias estén representadas por una mujer, esta persona “una en más” puede ser la mujer como no existiendo y situándose entre la presencia y la ausencia.
Ahora bien, en las matemáticas la verdad es una apuesta o está sobrentendida de antemano y el juego consiste en aceptar el desafío o en negarla.
Me pregunto: ¿cuál es la relación de esta “persona en más” con referencia a la verdad?

ANNICK DREYFUSS: Quería simplemente agregar que la experiencia de cártel no tiene nada que ver con eso que podríamos llamar las experiencias de dinámica de grupo; me parece esencial señalar esto.

NICOLE GUILLET: Me parece que las materias, los temas de trabajo, no tienen tanta importancia; la elección de las materias de trabajo. En último caso se podría idear que de tanto en tanto, cuando la Escuela lo necesitara, distribuir materias de trabajo; a mí siempre me gustaron los ejercicios al piano, o sea las cosas obligatorias, pero llegado el caso se puede decir: “Sería interesante que tal cártel trabajara sobre esto”, incluso trabajar dentro de un cártel sobre ciencia ficción y esto tiene que ver con la Escuela Freudiana en París, es decir, el psicoanálisis.
Lo que tal vez me parece más interesante, es la elección del lugar: al menos se debiera hablar pues a lo mejor la función del “uno en más” está asegurada a veces por el hecho de reunirse en el local de la Escuela e inversamente también, por el hecho de reunirse en casa de alguno, siempre el mismo y no en casa de los demás, eso puede ser importante para el grupo, me parece que hay que tenerlo en cuenta: el departamento de alguien forma parte de su cuerpo, etc.
No es que uno diga que la función del “uno en más” se verá asegurada precisamente porque se está en el local de la Escuela, pero en fin, me parece que sería necesario anotar todas estas cosas.

NICOLE PEPIN: Hace un momento hablé de la fachada social como algo que pudiese obrar como obstáculo para la elaboración de un trabajo teórico en cártel, quisiera precisar lo que yo entiendo por “semblante social”.
El “semblante social” es lo que hace que las personas puedan vivir en sociedad, es su modo de adaptación a la sociedad, a los otros, a los pequeños otros del entorno. Sitúo el “semblante social” a nivel de lo imaginario; relación imaginaria con una incursión a veces en lo simbólico.
Otra cosa que es importante en los obstáculos que puedan encontrarse a nivel de la elaboración de un trabajo teórico en los cárteles, es lo que yo llamaría, para usar un paralelismo, el “semblante psicoanalítico”. El “semblante psicoanalítico” que no solamente pone obstáculo a la elaboración de un trabajo teórico dentro del cártel sino que es mucho más peligroso que la fachada social.
¿Por qué? Porque eso no se sitúa del todo al mismo nivel; el “semblante psicoanalítico” solo podrá ser utilizado por la gente que conoce el análisis y el funcionamiento de lo inconsciente.
Lo que ellos pondrán en acción será no solo lo imaginario y lo simbólico sino que también arriesgan la movilización de algo a nivel de lo real. En ese caso se pueden provocar reacciones verdaderamente dramáticas, se han constatado sus efectos en diferentes grupos de trabajo. Eran importantes; había que señalarlo. Aquí sitúo los obstáculos del funcionamiento de los cárteles cuando las personas son impuestas por una tercera persona o por ellos mismo, cuando alguno se designa para ser la “persona en más”.

FRANCOIS HANAFI: Estaba pensando en los “tres más uno”, en la relación triangular.
Esta persona presente-ausente podría ser eventualmente el funcionamiento de la Escuela ya que Lacan nos lo decía ayer: ¿la Escuela ha funcionado hasta ahora?
Pensaba hacer algunos dibujitos en la pizarra: partiendo del triángulo, se puede poner supongamos, el padre, la madre, el niño y aquí lo que falta: para nosotros, lo que falta, sería qué eventualmente, serían las referencias al texto de Freud, o de Lacan.
De suerte que cuando se trazan los tres anillos los unos dentro de los otros, o sea así, para que estos tres anillos existan, para que el cártel exista, es necesario que haya “más uno”, es decir la reunión de esto.
Que haya alguno al centro que sea capaz de ocuparse del todo. Imaginaba también algo al nivel del “tres más uno” hablando del seis, lo que Ustedes decían, es decir ese famoso triángulo uniéndolos así.
Esto forma el triángulo, pero si se los asocia se suman seis puntos; y si se mira a nivel del conjunto de ellos, se tienen los cuatro.
De donde resulta que se puede decir: para el funcionamiento de un cártel, están las tres personas, están eventualmente el analizante, el analista y lo que se produce, el objeto; para que esto pueda funcionar es necesario que haya lo exterior o sea la reunión de estos tres.
Había otra cosa que yo había visto sobre el funcionamiento de la Escuela, el fundador de la Escuela, la Escuela misma, nosotros o yo, y para que la Escuela pueda funcionar, para que haya cuatro, aquí falta algo, el cártel, es decir, yo pertenezco al cártel y se puede llegar a reunir y a hacer eventualmente, un círculo en lugar de un cuadrado.
Pero en ese cuarto veo tremendamente las referencias a nivel del texto pero también a nivel de la persona misma que escribió los textos tales. Lacan y Freud que fueron, en mi opinión, al menos por el momento, siempre dejados aparte, así como ese cuarto.

JACQUES LACAN: Safouan, Usted no estaba aquí ayer a las cinco, al menos cuando abrí la sesión.
¿Usted no tendría algo que sacar en conclusión sobre eso que al menos a mí me ha dado la posibilidad, hoy me abstengo, de un diálogo entre tantas personas como las que han hablado?
Estaría muy contento de que dijera lo que Usted piensa de esto, de esa “más una persona” que todo cártel literalmente evoca, en todo caso, ha evocado para mí y que ahora lamento no haberlo puntualizado; hace un momento, Philippe Girard marcó muy bien lo que constituye su objetivo, el salir de la necesidad que se cristaliza en el funcionamiento de todo grupo.

MUSTAFA SAFOUAN: ¿Habrá una reunión esta tarde o no? Prefiero esperar a la tarde.

JACQUES LACAN: De acuerdo. Están las cosas que Usted escuchó esta mañana. Ayer hubo otras sumamente sugestivas.

MUSTAFA SAFOUAN: En todo caso, en cuanto a lo que he escuchado esta mañana, está sobre todo el tema del “más uno” puesto que es una función que no tiene ningún equivalente social al cual pueda referirse. Como ha sido dicho, sobre el plano social, no se lo puede definir si no es por inversión.

JACQUES LACAN: Hay evidentemente dos puntos, por una parte la organización, la vida, si puede decirse, del cártel como tal, y además eso sobre lo cual, algunos como Nasio, han insistido, a saber la producción.

MUSTAFA SAFOUAN: Pero no es fácil tampoco aprehender, dentro de la topología subjetiva, a qué responde esta función.
Además la cuestión se amplía –veo la novedad, el carácter inédito de la idea misma de organizar así una colaboración de muchos en el trabajo–.

JACQUES LACAN: Me parece que hay algo específico en el análisis que plantea esta cuestión que al fin de cuentas está siempre taponada. Me parece difícil que los analistas no se pregunten lo que quiere decir analíticamente su trabajo en cuanto es un trabajo común; ¿debe el analista permanecer aislado? ¿Por qué no? Prácticamente es lo que pasa.
De todas maneras es el caso preguntarse: ¿por qué pasa esto? Es lo mínimo. Si Usted quiere madurar algo para esta tarde…

CHARLES MELMAN: ¿Qué es lo que puede mantener unidos a los analistas dentro de un grupo de trabajo? Me parece que podría ser la localización de lo real que los convoca: en más. Esto último se verificaría además con la necesidad de producir dentro del grupo un discurso en más de los que un estudio común inevitablemente suscitaría: amo, universitario, histérica…

JACQUES LACAN: Aubry, Usted tiene por supuesto, cosas que decir, quizás tomadas de su experiencia… que es grande.

Sra. AUBRY: Mi experiencia ha sido que cada vez que he tratado de arreglar algo referente a un cártel he sido puesta en posición de jefatura de tal manera que eso era insoportable. Se dice que cuando algo sucede, ambas partes están implicadas, pero yo no tenía la impresión de que ese fuera el caso.
Lo que puedo decir es que antes de la fundación de la Escuela, cuando yo estaba en París, pese a todo, algo he podido hacer donde cada uno ha podido tomar su camino que me parece es lo que responde al enfoque del cártel, si no a su funcionamiento. O sea, que cada uno ha marchado en el sentido de lo que había logrado en su análisis, pero su marcha personal es relativamente solitaria, aún formando parte de algo que tenga el valor de significante, pienso en los Enfants-Malades. Y entonces, después, he tratado también de retomar una participación en un cártel de París, pero debo decir que cada vez que vengo, es muy raro, me significa un trastorno, y renuncié cuando allí había efectivamente algo posible por hacer.
No he podido funcionar en cártel, salvo quizás en algo que estaría próximo a los Enfants-Malades, al menos en su enfoque, porque pienso que de todas maneras el enfoque del cártel es una producción es cierto, pero donde lo que es colectivo es que cada uno puede argumentar con el otro en una vía circular pero que cada uno tiene que hacer un camino original y personal y creo que la diversidad de las personas que trabajaron antes en los Enfants-Malades y que fueron productivas, y sin embargo diferentes, es una prueba.
No veo lo que yo pueda aportar. Hay que decir también que en la región de Aix, en el momento de mi llegada, había una demanda extraordinaria que se resolvió en que cada uno partió por su lado para hacer cualquier cosa.
Hubo ciertamente en esos grupos o en eso que se puede denominar así pero que ciertamente no eran cárteles, la elaboración de lo que podía ser un trabajo analítico, una reanudación para muchos, de un análisis, dado cómo fueron planteadas las cuestiones, sin que por ello yo pueda responderlas directamente.

MUSTAFA SAFOUAN: Lo que acabo de oír me lleva a plantearme la pregunta: ¿a qué responde, de dónde deriva la necesidad de “más uno”? Y su pregunta: ¿el analista puede trabajar aislado? También esto me ha impactado.
Mi sentir es que se trata de una función que consiste en una segunda visión, una segunda visión lógica del discurso, en sus consecuencias lógicas, no en su significación, pero se puede señalar a un sujeto sus contradicciones por ejemplo o las consecuencias subsiguientes a las cuales él mismo no presta atención.
En ese sentido yo diré aún que es una función como la mayéutica socrática, pero una verdadera, porque se sabe que en el diálogo hay muchos fingimientos, el ejemplo típico es: se rehúsa el saber para pretender haberlo parido después, pero puede haber un lugar para una función que sea verdaderamente una función socrática, y es en ese sentido que me parece que puede haber lugar para el “más uno”.
Personalmente nunca tuve dificultad con nadie, quiero decir que cuando no se trabaja, uno se iba, eso era todo.

JACQUES LACAN: Lo que prueba sino su intervención, al menos su consentimiento. ¿Quién puede tomar la palabra?

RADMILA ZYGOURIS: Como llegué tarde, no sé si Usted ya preguntó: cuando se hace el trabajo que se hace, al principio eso puede llamarse trabajo, y después, esta cosa extraña que se hace cuando uno es analista, ¿se puede hablar de eso a más de dos, tres, cuatro personas a la vez? ¿Y en qué se transforma esta cosa de la cual se habla, qué tipo de discurso se mantiene? Tengo la impresión de que aún antes de que el cártel se haya realmente constituido, cuando se tenía ganas de hablar de lo que se hacía como analista, uno se prendía del teléfono; pero no se habla a más de unas pocas personas.
Después, cuando a uno le piden un trabajo, participar en un congreso, sucede que se trata de otro tipo de discurso; ¿qué es lo que hace que tanta gente refunfuñe tanto en los congresos “No es eso, no es eso, es universitario…”? ¿Puede el analista escapar al discurso universitario cuando habla en una asamblea, cuando escribe?
La pregunta que quería plantear es la diferencia entre lo escrito y lo no-escrito, no es porque se hable que no se trata de escrito, cada vez que uno se reúne, que se trabaja, está la otra vertiente, es: “a dos eso no marcha” se está en una relación de identificación: “Cómo haces tú y cómo hago yo”, se está en “saber-hacer” únicamente, es necesario algo, una referencia común y la referencia común ¿qué status tiene?

JACQUES LACAN: Se levanta la sesión.



* * *

SESIÓN PLENARIA DEL DOMINGO 13 DE ABRIL DE 1975, POR LA TARDE

DEL “MÁS UNA” Y DE LAS MATEMÁTICAS




JUAN DAVID NASIO: Mi intención no es hacer un resumen de lo dicho esta mañana. Simplemente, voy a tratar de puntualizar algunas referencias que retuve de la discusión.
En el tema de los cárteles hemos considerado pues, dos registros que Lacan ha resumido separando por una parte la estructura, la vida del cártel, y por la otra, el trabajo que se ejecuta, la producción.
Con respecto a su organización, el problema del “más uno” queda por desarrollar. Hemos señalado la diferencia entre el “uno en más” y el “más uno” sin llegar aún a darle una consistencia definitiva.
Este “más uno” ha sido situado en la conexión misma de la articulación del cártel con el resto de la estructura de la Escuela. Sobre esto agrego ahora que este “más uno” en cuanto es lazo con la Escuela, es el eco de la fórmula “no hay Otro del Otro” en la medida en que se determina una relación infinita cualquiera. Esto coloca al “más uno” como el corte que a la vez permite el paso desde el cártel a la Escuela.
Por otra parte Girard mismo nos adelantó que una organización semejante podría evitar los riesgos de un cierto totalitarismo como también los de la igualdad ficticia del liberalismo. Dejó entender su desconfianza en cuanto a la eficiencia de los cárteles para llegar, como lazo social, más allá de una agrupación dirigida por la figura del jefe o regida por el fortalecimiento de los “egos”.
El segundo aspecto, el del contenido, el de la producción, ha sido tema para diferentes intervenciones. Particularmente la noción analítica de “trabajo”, ha servido de referencia. El cártel aparece como el lugar de un trabajo en común, es verdad, pero ¿puede decirse que la comunidad analítica encuentre en estas unidades su realización?
Recordemos que ninguna sociedad psicoanalítica está organizada sobre esta base. Desde este punto de vista, tenemos un término para expresar el carácter innovador de los cárteles, el del acto.

JACQUES LACAN: le agradezco mucho su esfuerzo por hacer este resumen. Al final me parece que en la sesión de esta mañana, no he encontrado el mismo interés que en la que ayer presidió Martin, aunque con esto solo debe entenderse que Usted se limitó a recoger sus resultados.
Espero que quizás Safouan nos aporte algo. Me gustaría que hablara.

MUSTAFA SAFOUAN: Tuve tiempo de leer el Acta de fundación. Me doy cuenta que había olvidado el texto.

JACQUES LACAN: ¡Usted no es el único!

MUSTAFA SAFOUAN: La impresión que se desprende referente al origen de los cárteles, la impresión actual, es que se trata en cierta forma de un arreglo, digamos, dictado por la inquietud de no fundar la colaboración o el trabajo en común sobre la jefatura. Es este aspecto, creo que no existe ninguna organización que pueda eliminar la jefatura de una comunidad. Es algo que estaría dispuesto a sostener. Si se me pide, lo haré, pero en fin, gustoso afirmaría esto, que la sociedad, en su principio mismo, a partir de su célula base que se denomina familia, está fundada sobre una represión. Pero si no se puede eliminar la jefatura, al menos se puede evitar fundar sobre ella un régimen de trabajo que pueda aún decirse honesto.
Entonces, es un arreglo, un arreglo como se podrían haber concebido otros. Lo cual lleva a plantear ciertos problemas sobre el número, por ejemplo, tres, cuatro, o cinco. Esto parece una sugerencia atinada, pero atinada en el sentido en que empíricamente, en efecto, dentro de estos límites, el trabajo se revela dentro de un cártel más confidencial y más franco a la vez y al mismo tiempo más serio que en otras condiciones. Nosotros mismos por ejemplo hemos tratado de hacer un trabajo alrededor del léxico. Mientras la puerta estuvo abierta a todos, nada se hizo con seriedad. Se debió limitar el número y a partir de entonces, el trabajo se hace. Esto tiene un carácter empírico.
Les digo esto para llegar al “más una”, no sé por qué pero me hice una idea tan exagerada de la cosa que llegué hasta hablar de Sócrates, tan importante me parecía el asunto en la boca de los otros.
Pero tal como se ve aquí, parece una función en todo comparable con la del tutor de un colegio inglés; quiero sostener todo lo que dependa de un arreglo que tenga carácter empírico y no de una dirección teórica; repito, el estilo me parece el del tutor de Cambridge o de Oxford, encargado de la selección, de la discusión y del lugar a reservar al trabajo de cada uno.
Hay problemas que plantearse. ¿Se ha concretado, por ejemplo, de manera efectiva el que, transcurrido cierto tiempo de funcionamiento los elementos del grupo se hayan visto propuestos para permutar con los de otro? ¿Se ha hecho? Porque esto me parece muy coherente con lo demás y que, justamente, sin esa permuta, el resto no tiene valor. La permuta es necesaria dentro de los límites en que se trata precisamente de disipar en la medida de lo posible, los efectos de la jefatura ¿Pero se ha hecho?

JACQUES LACAN: Jamás.

MUSTAFA SAFOUAN: Siendo que justamente merece que se lo haga porque se ve muy bien su coherencia con el resto.
Además, ¿todos están realmente en un cártel? ¿Yo mismo, estoy en un cártel? Yo no puedo afirmar que trabaje en un cártel.

JACQUES LACAN: En absoluto. No se ha llegado a ninguna verdadera realización del cártel.

MUSTAFA SAFOUAN: Así es. Pero mi opinión es que se trata de una gran laguna en la aplicación y que, si efectivamente se pide a cada uno trabajar en un cártel y si se aplica el principio de permuta, esto pondrá a prueba el narcisismo de todos y es esencial llevar esto a la práctica. He aquí lo que he examinado hasta ahora. Hay otras cosas que ya vendrán y que diré a medida que se vayan presentando.

PIERRE MARTIN: Ayer llamé la atención sobre el “más uno”, esta mañana sobre los “tres”. Me pregunto si alguien de entre los presentes podría plantearse el problema de la palabra cártel. En el texto está referido a cardo , el gozne, apertura y muchas otras cosas. La palabra tiene en la lengua francesa muchas otras implicancias. Pero me parece que tal vez esto merecería el que nos detuviésemos aquí.

ROBERT MUND: Precisamente, yo me he hecho muchas preguntas sobre la palabra “cártel”. Hace seis años cuando entré en la Escuela Freudiana, quise saber cuál era la regla. Leí evidentemente los estatutos. Fue en el comienzo de una praxis que en ese momento no era todavía analítica; yo trabajaba en los Enfants-Malades; ya nos habíamos agrupado para estudiar el Discurso de Roma. Yo había hecho un poco de lingüística antes de comenzar a funcionar como analista y me interesaba, evidentemente, leer el Discurso de Roma. Le faltaba estructura. Me fui a los estatutos a buscar la palabra “cártel”. Leí: “… nosotros tenemos un nombre para…” y me dije: o sea que esa palabra preexiste a su empleo. Pensé en los diferentes sentidos que pudiera tener la palabra “cártel”. No creo que se trate de un cártel político. Y me vino la idea de que la palabra “cártel” encierra también el significado de aquello que se hacía cuando se retaba a duelo. Allí hay una provocación en el sentido en que se delimita un campo y se establece una regla según la cual las personas no van a irse a las manos.
Porque después de todo, en un duelo, hay una apuesta a la muerte; puede haber muerte; está presente. Y esta palabra “cártel” así sonaba para mí, como aquello que en el siglo pasado era costumbre hacer cuando se provocaba a duelo: se decía “cártel”.
Ahora bien, esta provocación a hablar es justamente la cosa que parece constituir la gran dificultad en las reuniones de cuatro personas, que imaginariamente están agrupadas de a cuatro, pero que tienen una enorme dificultad para aceptar esta barra, es decir, esta separación del significante y del significado. Entiendo que el “más-uno” es aquél que sale de garantía para que las cosas se hagan muy por encima de la barra, es decir, que están suficientemente metaforizados para ser “comunicables” –uso esta palabra entre comillas– comprensibles por cualquiera que no esté en relación de identificación.
Pienso que el “más uno” juega en un cártel casi el mismo rol que el analista en una cura, es decir, estar allí para permitir que sea dicha una palabra con la castración, o sea, el significante reenviado a todos los otros significantes, separado por la barra del significado. Esta distinción me parece ser absolutamente primordial en toda elaboración teórica, ya que una teoría es algo que debe poder ser comunicado y que el comienzo de la comunicación es eso que pueda ser comprensible por cualquiera que no esté en la cosa.
Incluso pensé, en aquel momento (hace cuatro o cinco años), que ese “más una” podría ser pagado, lo que presentificaría la deuda para el acceso a lo simbólico. ¡No digo que nosotros lo hayamos aplicado!...

MUSTAFA SAFOUAN: Eso que Usted dice es insostenible. Cada uno se encarga suficientemente de hacer pagar el “más uno”; me parece…

ROBERT MUND: Yo no he dicho que nosotros hayamos llegado al acto, he dicho que lo he pensado como fantasma, hace seis años. Pienso que, de todas maneras, no es el hecho, en lo real de pagar a quien lo valga, pero también hay algo que tiene que ver con la deuda simbólica en el “más una”, esta persona en más o este algo, es lo que hace posible una retroacción de la palabra. Aquí él es actor, es decir, organizador de una posibilidad de trabajo en cártel, porque esto hace acto, esta persona en más que es entendedor.
Hasta aquí algunas ideas. Podría decirles todas las dificultades que encontré en los diferentes cárteles en donde trabajamos. Y cada vez, casi siempre se trataba de la barra, esto es, de dejar lo imaginario que ciertamente está subyacente a la posibilidad de que se lo abandone. Es necesario que haya lo imaginario para que pueda dejárselo. La dificultad de dejar lo imaginario, es lo que ha obstruido, la mayoría de las veces el trabajo de cártel.

GENNIE LEMOINE: La palabra “empírico” me ha molestado de Safouan. Yo no creo que uno participe entre tres o cuatro porque no se puede trabajar entre veinte si no se encuentra otra razón para esa cifra. Creo que si se trabaja entre tres o cuatro o seis, esto significa el despliegue de la situación analítica que se hace efectiva entre dos personas pero quizás entre cuatro polos. Es el despliegue a nivel social. Y progresivamente, de esta manera podría llegarse, no a una institución, ciertamente no, sino a una sociedad analítica que hay que encontrar.
Este fue uno de los primeros problemas, hace diez años: ¿qué es una sociedad analítica?

MUSTAFA SAFOUAN: Antes de olvidarme tengo que hacer una pregunta al Sr. Lacan, justamente: ¿por qué está subrayado el término “más una”? Incluso, es el único término subrayado del texto. ¿Por qué tuvo el cuidado de subrayar ese término?

JACQUES LACAN: Antes que nada, para que se perciba; lo cual, pese a todo recién viene a notarse al final de la tarde. En realidad, el solo hecho de haberme expresado así debiera haber sido suficiente para que “más una” fuese percibido, después de todo no se ve por cuál otra razón yo hubiera podido destacar este “más una” que se ha convertido ya en un enigma de un grupo. En fin he creído deber subrayarlo simplemente, para que nos detengamos en ello.

MUSTAFA SAFOUAN: La respuesta que he encontrado a esta pregunta es que en la enumeración de esas funciones, la función esencial es la que está indicada por el término en discusión; “encargado de la selección, de la discusión…” etc. Es el término “discusión”, en el sentido en que el sujeto, el analista, no está ligado a la “más una”, está ligado a sí mismo. Pero en relación con lo que creo tener que decir o puedo tener que decir, es una relación que puede relajarse y ¡cómo!

JACQUES LACAN: Sí, seguramente.

MUSTFA SAFOUAN: No es la función, por decirlo así, de anudar la relación entre él y los otros miembros del cártel, sino sostener la relación que cada uno puede tener en su trabajo, con lo que tiene que decir. Esto es lo que me parece constituir lo esencial de la función.

JACQUES LACAN: Es precisamente lo que estaba deseando, Sibony, que Usted hablara.

DANIEL SIBONY: He escuchado ciertas palabras como “represión”, “apuesta a la muerte”. Esto me incita a aportarles como testimonio algunas reflexiones que se me han ocurrido después de la reunión de ayer, independientemente por cierto, de toda experiencia de cártel, pues aunque haya funcionado en diversos grupos, jamás me he encontrado en uno realmente intitulado cártel.
Esto me ha inquietado tanto, que al final me digo, que en un grupo no hay otro problema que el de la “más una”. Quiero decir que la función del uno o de la una en más, es lo único que hay, al final. Enseguida trato de explicarme.
Si se parte de una amalgama, de un conjunto de seres parlantes el problema de lo que los hace ser considerados tales, conjunto, o sea de lo que lo hace vivir y descomponerse, esta reunión de seres, a priori desconectados, esta cuestión está necesaria y seguramente presente. Pero yo diría que lo que decide es la manera en que la repetición trabaja al conjunto. La repetición puede ser meramente numérica: 1+1+1, etc. en cuyo caso los elementos valen e intervienen a título de uno por uno.
No es seguro que un tal conjunto sea duradero porque precisamente ignora el tiempo; ignora el ritmo y la puntuación. Y estos elementos no pueden sostenerse juntos a menos que se consideren muertos. Es un nivel narcisístico demasiado perfecto o bien, es lo que podría llamarse un conjunto trivial. Después les diré lo qué me sugiere esta denominación, es que uno de los otros nombres del nudo Borromeo o de los nudos borromeos más bien, de n elementos, eso, se llama nudos casi-triviales. Esto quiere decir que tienen el mínimo necesario para no ser completamente triviales.
Pero de hecho, es un punto de vista muy ingenuo porque, teniendo en cuenta los efectos de la palabra, los conjuntos humanos, por pequeños que sean, conocen las determinaciones sensibles de su finitud manifiesta –no hay reunión infinita de individuos– y, sobreagregados a esta finitud manifiesta, las paradojas de eso que podría llamarse su infinitud latente que vienen a sobrecargar, que vienen a sobredeterminar en forma abrumadora y plural, a los individuos en presencia.
Así, el efecto por el cual un conjunto huye, el hecho de que hay huidas…

JACQUES LACAN: La infinitud latente, es justamente es el más una.

DANIEL SIBONY: Es eso justamente lo que quiero decir.
Luego pues, el efecto por el cual un determinado conjunto se cierra, se abre, el de sus latidos, en fin, es el efecto del cual se trazan sus fronteras y sus límites. Y no hay que sorprenderse de que este efecto esté contaminado por la invención de la huella mínima por medio de la denegación, como consecuencia de la represión, del rechazo; en resumen, esta huella está comprometida con las formas múltiples y exuberantes de la negación.
Y ya que hemos llegado finalmente a las huellas, y por ellas al hilo de la escritura, diré, que un conjunto de seres parlantes está unido solamente cuando está afiliado a una escritura en curso, a las imposibilidades de una escritura o también, si tiene la pretensión de haberla llevado a cabo, a la necesidad de preservarla, de transmitirla y, en consecuencia, de morderla, rumiarla, consumirla.
Así el conjunto familiar está contiguo con lo que resta, niño, testigo y soporte de una imposibilidad de escribir la relación sexual. Que la consume ¿quién lo niega?
Otro ejemplo: el pueblo del Libro (lo que se llama así) que deshace con una lectura, la lectura anterior y la descompleta cada vez de sus complementos y comentarios.
Llego a algo que me ha resultado muy sensible, es lo que Ustedes evocaron ayer al hablar del grupo de los matemáticos.
Un grupo semejante –pues sucede que se trata de algo que me es familiar– se refiere a un ser que solo se sostiene gracias a una pura escritura, la matemática. Es un grupo cuyo corazón palpita al ritmo de este ser al cual se le proponen testimonios bajo la forma de demostraciones, a este ser que se estremece y que se nutre con su consentimiento escrito –digo bien, escrito–. Cuando eso se escribe es bueno, no quiero decir cuando eso se anota en lenguaje matemático, hay personas que confunden la escritura con el hecho de dejar huellas coherentes. Eluden todo el problema de la función de lo escrito.
Luego entonces, este ser complemento-teorema, viene por así decirlo, a exaltar su incompletud y la transmite a los seres que están reunidos bajo su signo.
Si en ese grupo hay un en-más, es el uno en más del teorema inminente, quiero decir, de aquél que todavía no ha sido escrito sino que está por serlo. Es importante el teorema inminente, que está allí, en su oficio, pendiente de su trabajo, es decir, de eso que dentro de un rato, si la suerte lo ayuda, va a rodear una palabra errante, puntuar las asociaciones libres y curiosas en espera. Se espera este en-más, esta unidad suplente que de adjuntarse al escrito, va a avivar la cicatriz de este enorme cuerpo abierto. Y cuando esta espera impaciente, activa o exasperada obtiene como resultado una especie de “presa gorda”, me preguntaba ayer, ¿por qué se dice a veces en un determinado grupo, que ese teorema que acaba de escribirse, por la primera vez, pues, se dice que se lo ha matado? No está muerto sin embargo. Incluso uno va a poder utilizarlo para hacer muchísimas cosas. Pero en el mismo instante, en un instante fugaz, se lo ha hecho pasar al mismo tiempo que al en-más, al lugar del muerto. Una muerte ha pasado por él, por este uno-en-más. O mejor, este escrito ha pasado como una exhalación al lugar donde la falta resbala y llega ella misma a faltar.
Es una idea muy conocida que quien agrega un saber agrega un dolor. Y en este caso es bien cierto: este más-uno, este más-una-unidad de saber, hace un agujero, un vacío y lleva consigo un en-más en concepto del menos una ausencia insistente que os aterra.
Esto quiere decir ya que este en-más hace funcionar la muerte en una forma muy ambigua. No es el lugar del muerto lo que él presentifica, porque al ser designada, este lugar se rellena. Tal vez sea una huella de la muerte, en plena descomposición, viva. Tal vez un trozo de la madre reacia, la cosa-madre, la res. Porque es importante que ese plus aparezca irisado de femineidad.
Lo que un grupo tiene en común –encuentro muy mala esta expresión– es el soportar juntos el peso, el peso significante, la tarea literal de este uno-en-más, que es también el exceso mínimo para que eso pueda sostenerse. Lo dije hace un momento: el nudo Borromeo es tal que tiene, no a nivel del número de sus círculos, tres o cuatro o treinta y seis, sino en su estructura, en la efusión de este uno-en-más sobre todos los elementos, tiene el mínimo necesario para no ser trivial. Un subnudo, es decir el nudo que se obtiene haciendo abstracción de un elemento. Un nudo trivial quiere decir que los redondeles de cuerda se mueven en el aire, no tienen ningún contacto entre sí.
Se trata pues de esta incógnita sin la cual eso no se sostiene. Pero he aquí que por el hecho de sostenerse, esta incógnita se disuelve, por decirlo así. Ella se ha comprometido con todos los otros, unido a todos los otros. Es una presencia transformada en potencial, después de haber sido al menos una vez, efectiva. Aquí hay algo del orden del casi y de la proximidad del casi, del casi nada, de su proximidad con la función de la muerte.

JACQUES LACAN: Del casi nada o del casi todo.

DANIEL SIBONY: Luego pues, esta presencia vuelta potencial después de haber sido por lo menos una vez efectiva y de la cual queda por lo menos una huella más, hace que potencialmente no importe cuál de sus huellas pueda animar esta función excesiva, esta función del exceso. Allí hay un desliz del “él existe” al “cualquiera sea”.
Lo que es importante es que desde que ella entra en función, esta una-en-más ha perdido ya como tal, se ha vuelto efecto evanescente, inasible. Si en un nudo Borromeo, por alguna decisión verdaderamente tiránica, desleal, solo uno de los redondeles puede ser cortado por hacer manifiesto el carácter casi trivial, si pues, un solo redondel soportara el carácter Borromeo, si pues, un elemento determinado salva al grupo de la trivialidad, este elemento volviéndose así predicado, entonces el nudo ya no sería más casi-trivial, ni su escritura sería mínima. El se refería a una especie de palabrería de escritura. En suma, esta una-en-más tiene algo del objeto de deseo y al mismo tiempo del Uno que hay en el sentido en que Usted dice que “hay uno”.
Pero todo depende con qué Uno este grupo se confronta. La hipótesis absurda que yo hacía hace un momento sobre el nudo en el cual uno solo de sus elementos tuviera el privilegio contra toda necesidad real, de salvar el grupo de la trivialidad, Ustedes pueden ver la significación en esto de que un elemento del grupo se imaginaría que su ausencia o su presencia soporta la decisión.

JACQUS LACAN: Sin embargo se trata de eso.

DANIEL SIBONY: Si, entonces es paradójico que alguien –Usted por ejemplo– haya relacionado eso con algo verdaderamente casi-trivial y entonces pasa que un elemento se imagina (hay una necesidad de “imaginarse” cosas semejantes) que su presencia o su ausencia vuelven el grupo decidible. Luego, él se imaginaría ser el elemento soporte del amor o del odio absoluto.
He dicho pues, que todo depende de con qué Uno ese grupo deba confrontarse. Yo diría entonces que ese más-uno (aquí habría que preguntarse ahora lo que quiere decir “más”, pero ya sería demasiado largo) es una pizca de escritura.
Se comprende que el lugar sea más bien peligroso, sobre todo más peligroso porque, acabo de insistir en eso, porque los unos y los otros se lo imaginan predicable, aún siendo analistas. Entonces estaría (es uno de los puntos que habría que ahondar) en ese más-uno, curiosamente, la función del resto. El Uno que estaría en resto, que quedaría plantado, en resto, es decir, en el punto más próximo por el cual lo real va a insinuarse dentro del grupo.

JACQUES LACAN: Es eso al fin de cuentas de lo que se trata. Se trata de que cada uno se imagine ser el responsable del grupo, tener como tal, como él, que responder.

DANIEL SIBONY: Se puede agregar que el resto, fuera de este Uno que se imagina, puede también imaginarse –hubo en la historia muchas orgías sacrificiales por eso…–.

JACQUES LACAN: Él no se imagina erróneamente después de todo, porque de hecho lo que hace nudo Borromeo está sometido a esta condición de que cada uno sea efectivamente, y no solo imaginariamente, eso que sostiene todo el grupo.
Entonces lo que se trata de mostrar es, no hasta qué punto es verdad, sino hasta qué punto es real, a saber, cuáles son las formas de nudo capaces de soportar efectivamente este real que se mantiene, que tiene empeño en eso de que el hecho de que se rompa uno de ellos sea suficiente para liberar a todos los otros. Esto tiene sus límites, no obstante, que tratan de explorarse, porque hay cosas que pueden dar toda la apariencia de un nudo Borromeo y sin embargo no ex-sistir como tales, es decir donde la ruptura de un rizo no arrastre la disolución de todo el resto, el desprendimiento de todo el resto como uno por uno. Y esto hay forma de ilustrarlo si se puede decir, ciertamente este asunto de ilustración presenta en sí mismo un problema, a saber: ¿es suficiente ilustrar un nudo –y solo se ilustra en un plano– para que sea la demostración? La demostración ciertamente, pero la demostración, ¿donde reside? Es ella el verdadero soporte de la mostración?

DANIEL SIBONY: Sobre eso le adelantaré algunas observaciones.
En primer lugar me he referido a la función de la escritura y en su oportunidad, a eso que Usted llama la imposibilidad de escribir la relación sexual; diría bien al decir, aún si la fórmula es algo abrupta, que afirmar que hay siempre del más-uno, o del más-una en un grupo, o decir que “hay racismo”, es equivalente, siendo ambas proposiciones equivalentes a una tercera que es la suya: que no hay relación sexual. Esto es un primer punto. No vale la pena agregar nada más.
En compensación, sobre el efecto de nudo, lo cual he tratado de señalar hace un instante, es que un nudo puede ser buen nudo, digamos, a un nudo casi-trivial, que tendría el mínimo que le es necesario para no deshacerse, no descomponerse. Y sin embargo, un poco por el lenguaje y la lengua que él sostiene, he aquí que uno de los redondeles deviene el privilegiado de lo imaginario que tiene a su frente, que su presencia y su ausencia son decisivas, o sostienen la decisión. Esto me hace pensar en algo que es tal vez del orden de la demostración y no de la mostración, del lado del nudo mental.

JACQUES LACAN: No hay nudo que no sea mental.

DANIEL SIBONY: Es que en cierta manera, la importancia de un nudo está en que se hace representar por una lengua o por una pizca de lengua, o un lenguaje, aproximadamente. Y lo que hay, lo que un nudo comporta, pero ahora al nivel de la demostración, es decir de la necesidad de la escritura, de la necesidad literal, él comporta un indecible, una imposibilidad de decisión, no por ignorancia sino de manera intrínseca. Para atenerse a una metáfora matemática, si Usted atribuye a cada redondel una letra y si sigue eso que se llama el grupo o la presentación de grupo asociada a ese nudo, se plantea lo que en inglés se llama “the word problems” o el problema de las palabras. Se plantea por ejemplo la cuestión de saber, dadas algunas identidades fundamentales, ¿cuándo una palabra puede reducirse a una de sus identidades, mediando un algoritmo? Esta es la decisión perfecta, ideal y decepcionante. Desgraciadamente, y en cierta forma, felizmente, está demostrado que es imposible, no que no se llegue, sino que se llega a demostrar que eso es imposible. Esto puede interesarle en la medida en que tal vez ése sea el efecto de la demostración; es esa necesidad por la cual un determinado lenguaje lleva a que uno se rompa las narices, precisamente, ante la imposibilidad d este algoritmo. Eso es la demostración.

JACQUES LACAN: La imposibilidad de afirmar que, cualquiera sea la cosa, ella es demostrable con respecto a una determinada proposición.

DANIEL SIBONY: No, la demostración de la imposibilidad de un algoritmo. Pero está demostrado. Dicho de otra manera, hay un algoritmo para demostrar que no hay. Esta imposibilidad demostrada, es el efecto máximo de demostración.

JACQUES NASSIF: Por una serie de razones, no puedo colocarme al mismo nivel de rigor y de exactitud en que está Sibony. Lo que acaba de adelantar me ha gustado mucho y confortado también, pero yo me situaré más bien del lado de una experiencia, que ha sido lo que ella ha sido, pero de la cual, me parece que solo es posible hablar recién ahora, muchos años después –tal vez me sitúo en un nivel de intuición con respecto a lo que era y que no siempre resultaba accesible a mí– creo haber llegado, dentro de ese grupito que formábamos, a formular algo que podía significar el fin, y que era: “que nadie entre aquí si quiere hacer obra de autor”. Es decir que necesariamente no hay solo la filiación con respecto a una escritura o a una pizca de escritura (tal vez, lo digo una vez más, yo comprendo las cosas en una forma completamente vulgar con respecto a lo que acabo de oír) pero tal vez, a un momento dado, se dan las ganas de llegar a una demostración, justamente, las ganas irresistibles de situarse en posición de autor, por lo tanto, de llegar a eso desde un libro o desde un escrito, de un escrito que sea lógico, es decir cuyo tema salte a la vista y someta este escrito a la circulación. Tal vez sea esta la piedra de tropiezo en este tipo de grupo, el obstáculo a partir del cual, justamente el más-uno busque encarnarse en otra parte, en otra parte que no sea el grupo.

JACQUES LACAN: Qué piensa Usted Sibony sobre la fórmula que adelanté ayer y que está fundada evidentemente sobre el tema de Bertrand Russell, a saber, que en las matemáticas no se sabe de qué se habla? Para sustituir ese “qué” por un “quién”, es decir justamente, del orden de una persona, del orden del sujeto, ¿se puede decir que sea sostenible para un matemático?
En otros términos, ¿puede decirse que hacer de las matemáticas algo transmisible es del orden de un quién? ¿Que las matemáticas son un sujeto? Es la Una-en-más de todo aquello que es matemático. Sin la cual, toda la comunidad matemática se rompe si la matemática no está como “Una-en-más”, y la matemática como sujeto. Bertrand Russell no ha planteado eso porque él estaba centrado, cosa curiosa en un matemático, sobre el objeto, sobre un objeto que es del sueño puro. No hay ninguna objetividad matemática. Lo ha afirmado. Ahora bien, si no es un objeto ¿qué es?

DANIEL SIBONY: Yo tendría ganas de responderle: eso ya no es más un sujeto; Usted dice: no se sabe de qué se habla pero se sabe de quién; es lo que he tratado de hacer sentir en esa palpitación por la cual, desde que el “en-más” se ha logrado, ya está perdido, es decir que desde que entra en función, caduca.

JACQUES LACAN: Es caduco y sin embargo adquirido.

DANIEL SIBONY: está adquirido de una manera tal que aparte algunas satisfacciones narcisísticas importantes ya que estamos en tren de hablar de lo que uno imagina, ya no se habla más de ello, es decir, que por una parte, no se habla más, pero en cuanto a saber de quién se habla, tengo la impresión –he hablado de la madre reacia o de la cosa, pero en cierta forma es que ya no se sabe de quién se habla, sin perjuicio de que pueda repetirse la tentativa o la tentación–. Es evidente que hay un efecto de sujeto. La prueba está en que puede hablarse entre tres o cuatro y producir el en-más, suponerlo por lo tanto.
Si esto tuviera interés, habría que llegar a un enunciado como éste, pero no veo lo que hubiéramos podido hacer, y es que un grupo de analistas sería pues, un conjunto de personas con en-más el psicoanálisis, o el objeto del psicoanálisis. Es decir que sería un grupo de psicoanalistas donde cada uno se consideraría o funcionaría como tal.

MUSTAFA SAFOUAN: A propósito de esta fórmula, ayer yo no estuve, pero diría que hay una perplejidad que no es única en su género, a saber que, en un sentido en efecto, no hay matemáticos sin matemáticas, pero no hay matemáticas sin matemáticos.
Pero cuando se propone la modificación de la fórmula que Ustedes acaban de expresar, todavía falta explicar el quién. Es la matemática. Pero el problema vuelve a plantearse. ¿Las matemáticas, quién, ellas serían la más-una, esto es un sujeto? ¿Quién nos da su especificidad en relación con el matemático, sin el cual no es posible que haya matemáticas?

JACQUES LACAN: Sobre eso he interrogado a un matemático. Un matemático, en matemáticas, tiene que confrontarse con una persona.

DANIEL SIBONY: En eso podemos estar de acuerdo.

JACQUES LACAN: Por eso es que todas esas personas –no es por nada que en Ornicar? se nos ha mostrado una imagen por lo demás simiesca de la gramática–, es por eso que uno se imagina que fuera de las matemáticas, hay otras personas. En lo que hace a la gramática, es tan problemático como para el análisis. Para las matemáticas, es seguro de que se trata de una persona. Por el solo hecho de que Usted me concede el poder de decirlo, tiene el valor de un testimonio.

DANIEL SIBONY: Simplemente yo lo formularía así (creo que también Usted lo entiende así): de ella se habla como de una persona.

JACQUES LACAN: Un matemático tiene muy bien la impresión de lo que pasa y de lo que no pasa. ¿Acerca de qué y acerca de quién? El último juez no es la comunidad matemática. La prueba está en que cuando Cantor propuso todo su sistema, algunos matemáticos lo injuriaron y al mismo tiempo él tuvo la impresión de ser un loco. Pero recibió bien el golpe y continuó adelante. El tenía trato con las matemáticas. No es lo mismo en el caso del análisis porque el análisis está por crearse.

JUAN DAVID NASIO: Pero sin ser matemático, yo diría: ¿esta persona no está en relación con el hecho de que no hay matemáticas sin escritura? Es decir que el sujeto viene a instalarse, producirse, en la escritura misma, entendiendo por escritura ese trazo escrito. La comunidad de los matemáticos se hace sobre el papel.
Habría que encontrar analogías y diferencias con el analista. El analista también escribe. Escribe y habla, es decir que está en relación con dos singularidades materiales: el trazo y la voz.

JACQUES LACAN: Los matemáticos creen en las matemáticas en el sentido que le doy a la expresión ils y croient (creen en ella). Y no hay nada que hacer, Ils y croient!

CHRISTIANE BARDET-GIRAUDON: Sí, creen en ella. Hay un consenso matemático. No hay un consenso analítico, y no debe haber allí una complicidad analítica. Y creo que allí es donde se inscribe justamente el funcionamiento del cártel en la proporción en que el cártel es, en efecto, tal vez, algo original que puede introducir una dimensión analítica dentro de una búsqueda para impedirle que se transforme, sea en una búsqueda matemática, sea en universitaria. Esto es, que en el cártel o por lo menos, en lo que por ello entendemos, incluso en lo que de él leemos, se pueda pensar que la dificultad es la misma que la del contrato analítico, es decir, que hay que sostener esta especie de cosa paradojal que es el encuentro de un deseo, es decir, el deseo de hacer algo juntos, de hacer algo en cuanto sujetos, y además, un cierto número de reglas, de reglas rígidas. Y si Ustedes quieren, me parece que lo que el cártel tiene propiamente analítico es precisamente esta repetición de estos mismo datos básicos, esto es, por una parte, el enfrentamiento con una búsqueda, y una búsqueda de sujeto, quien para aguardar su autenticidad, no debe virar hacia la complicidad.
Lo propio de las matemáticas es que en el fondo, la persona matemática (no soy en absoluto matemática) tiene que tratar con la verdad, y una verdad que no es discutible desde el momento de que se es matemático. Cantor no tenía ninguna probabilidad de enloquecer pues, o bien podía seguirse su razonamiento en el caso de ser matemático, o bien no podía embarcarse ni en su refutación ni en su denegación, en el caso de no serlo.
En lo que respecta a la posición del analista es, según mi opinión, muy distinto. Creo entonces que el cártel tendría necesidad de sufrir también él, alguna modificación. Hay personas que piensan, con razón o no –no sé, no tengo tanta práctica en cártel– que el que escoge la materia del cártel, es su amo, por así decirlo. No creo que sea así. Pienso que en el cártel habría que reintroducir, de la misma manera que se ha empleado el término “analizante”, dos términos que serían: “cartelizado” y “cartelizante” y que en un cártel solo pueda funcionarse en la medida en que esté formado por cartelizantes. Y quizás es verdad, para mantener este funcionamiento es necesario una-en-más en alguna parte, siendo esta una-en-más, no una persona, no una máscara que es la expresión misma de la persona, tal vez la muerte como decía alguien esta mañana, sino en todo caso, una función ciertamente, es decir algo lábil precisamente y algo donde se produzca una cierta circulación.

JACQUES LACAN: (A Daniel Sibony) Diga lo que expresaba su sonrisa cuando dije que los matemáticos creen en las matemáticas, creen en eso. Dígame lo que piensa de esto pues en realidad, es lo único de lo que puede decirse que en eso se cree con razón, lo cual reposa sobre esta fórmula: y croire (creer en ello). Todos los que conozco como matemáticos distinguen muy bien entre lo que son las matemáticas y lo que no lo es, y la única cosa, no que ellos creen, sino en la cual creen, son las matemáticas. Esto define a un matemático.
¿Le parece que la fórmula y croire (creer en ello) tiene suficiente peso?

DANIEL SIBONY: Si Usted la emplea es porque está seguro de sus otros usos, especialmente creer en Dios.

JACQUES LACAN: Esto es lo que me embroma. También está el “en”. No es lo mismo que el “a”. En efecto, se cree en Dios, es decir en la esencia de este ser mítico, si es que la palabra ser es la que conviene. Decir yo creo en Dios, es perfectamente adecuado. Quiero decir que se está envuelto en esa creencia. Pero y croire (creer en ello), no es lo mismo .
Es por eso que he dicho que, con respecto al síntoma, se cree en ello, de tal manera que me veo inclinado a pensar que las matemáticas son un síntoma, del mismo modo que una mujer.
Es por eso que no estoy desconforme con que la fórmula más-una, sea la que en definitiva resulte la más apropiada.
Dígame, puesto que no me considero matemático, si yo creo en ello, si creo en algo, yo no soy matemático. Pero conozco algunos aparte de Usted que creen en ello. Poincaré creía.

DANIEL SIBONY: Tal vez eso defina al matemático. Quizás por eso, en cierta forma, aunque…

JACQUES LACAN: El matemático tiene como síntoma a las matemáticas.

DANIEL SIBONY: Sí, quizás por eso, el producir matemáticas no defina como matemático, contrariamente a lo que decía Descartes. Es necesario, creer en ella. Pero entonces, ¿qué cosa sería este ser, las matemáticas, que solo se sustentan con una escritura? ¿Qué sería un sujeto que solo se sostendría de una escritura?

JACQUES LACAN: ¿Es así, solo se sustenta de una escritura? Estamos de acuerdo en que se sostiene siempre de una escritura.
Pero al fin de cuentas le pregunto, en dónde, sobre qué cosa entonces, por esta vez no tengo respuesta, la diferencia entre mostración y demostración; de eso se trata, al fin de cuentas.

MUSTAFA SAFOUAN: ¿Un matemático analizado está curado de esta creencia?

JACQUES LACAN: Es una buena pregunta. ¿El síntoma matemático es curable?

DANIEL SIBONY: Justamente querría hacerle una observación, pero no dar una respuesta a su pregunta…

JACQUES LACAN: ¿Usted está curado de las matemáticas? (Risas).

DANIEL SIBONY: Ahí reside toda la ambigüedad de creer; es porque, en la misma medida que un juego, ella tiene algo de juego, se puede jugar a creer. O mejor todavía, se puede continuar suponiéndose creer en ello, por la escritura que pasa y una vez que ésta (la escritura por supuesto), está cerrada, ser supuesto haber creído en ello. Pero el matemático incurable, un poco como mi compañero lo sugería, él cree en ello pero no sería libre de no creer.

JACQUES LACAN: Es incuestionablemente no libre de no creer en ello.

DANIEL SIBONY: Ella puede sorprenderlo hasta la catástrofe, pero no afectarlo, ni siquiera en la medida de producirle la menor angustia. Dicho de otra forma, sería un síntoma sin angustia.

JACQUES LACAN: Hay montones de síntomas sin angustia. En esto distingo la angustia y el síntoma, como Freud.
En fin, creo sobre todo que, de acuerdo al deseo de Faladé, he confesado lo que hay detrás de esta especie de propósito titubeante que representa el cártel. Esto hará tal vez y a pesar de todo, que se sepa un poco más lo que yo quiero decir, por lo menos.
¿Levantamos la sesión?

(La sesión se levanta a las 18 horas).



* * *



SESIÓN DE CLAUSURA
DOMINGO 13 DE ABRIL DE 1975





SOLANGE FALADE: Ha llegado pues, la hora de concluir. Si nuestras Jornadas hubiesen funcionado como un Congreso, nos faltaría ahora escuchar los informes de los trabajos de los diferentes grupos. Nada de eso. Tenemos las actas de estas Jornadas.
Esta sesión llamada “de clausura” no debe poner un punto final al intercambio entre los diferentes cárteles de la Escuela. Se trata de una sesión inaugural. Es decir, que desde ya, se tienen previstas otras sesiones.
Además si es verdad que hasta el día de hoy raros son los cárteles que han funcionado en la Escuela tales como el Dr. Lacan los concibe, a partir de lo que ha sido aportado durante estas Jornadas, es de prever una reactivación de esta forma de trabajo.
Como ya uno de nosotros lo ha subrayado esta mañana, la estructura que Lacan ha querido para estos cárteles dentro de la Escuela debe ayudar a evitar dos escollos: tanto el totalitarismo como el liberalismo.
En el transcurso de estas discusiones sobre los cárteles, si algunos puntos han quedado más claros para nosotros –muchos puntos olvidados del Acta de fundación– hay todavía un punto que para muchos de entre nosotros permanece oscuro, es la necesidad de esa “más una persona”, su función en la vida del cártel.
Tal vez el Dr. Lacan acepte esclarecernos algo.

JACQUES LACAN: He dicho –lamento que mi querida Solange no haya estado, pero es imposible estar en todas partes al mismo tiempo, sin embargo... ¡es su costumbre!–, he dicho ciertas cosas, por ella voy a repetirlas, he dicho ciertas cosas cuya esencia se refería a las matemáticas, y para decirlas yo partía, la ley de la palabra exige que antes se haga referencia a lo ya dicho, de Bertrand Russell que no es el último de los matemáticos, lejos de ello, ya que fue él quien en los Principia que todos conocen, supongo, del cual todos tienen al menos el título in mente, fue quien llegó a enunciar que los matemáticos no sabían de qué hablaban. Yo propuse a quienes se supone poseen alguna formación matemática, una modificación a esta fórmula y obtuve la aprobación de uno que otro que yo conozco, una joven se presentó después ante mí como matemática (yo no sé si para el matemático del cual hablo, esto que yo había dicho tenía algún sentido), para ella pareció haber aportado alguna satisfacción el que yo hubiera sustituido a “ellos no saben de qué hablan” un “ellos saben por el contrario muy bien de quién hablan”.
Evidentemente, por el momento me limitaré a esto puesto que el “de quién” en cuestión puede reposar sobre un nombre, una referencia, llamarla “las matemáticas”, es dar a las matemáticas el valor de una persona como me lo han hecho observar. El problema se puede plantear. Por supuesto que hay objeciones que hacer. No obstante esto, podría sostenerse que una persona considerada esencialmente como siendo substancia de un pensamiento, es decir, como siendo substancia llamada “pensante”, no excluye que las cosas puedan ser llevadas bastante más lejos hasta el punto de identificar las matemáticas con una persona.
Pero si yo estaba presente en el lugar en donde se discutía sobre la fundación del cártel, es porque tenía particular interés. Yo tenía particular interés en que eso que ya adelantara en mi Proposición para el funcionamiento de la Escuela en la continuación de estas Jornadas, recibiera (así debo expresarme), un latigazo. Me gustaría que dentro de la Escuela se instaurara de una forma más estable la práctica de estos cárteles que yo he imaginado.
A partir de ahora no puedo decir cuál es el punto central que justifique la indicación del término “cártel”, pues no veo por qué yo haría una ruptura; hasta el momento nadie se ha presentado como candidato para ser miembro de la Escuela, salvo a título individual, hay que decirlo; así se presentan las cosas, a nivel de un organismo llamado Directorio se estima si vamos o no a admitir como miembro de la Escuela a alguien. Ha quedado bien claro, bien asentado el principio de lo que reglamenta la admisión en la Escuela, que no es en absoluto obligatorio el ser analista y que, por el contrario, la Escuela tiene mucho que aprender de los que, formados en otras disciplinas diferentes del análisis, pueden contribuir por medio de eso que se denominan sus conocimientos, volcando en nuestro legajo lo que a nosotros los analistas nos falta, es una cosa ya comprobada, aportarnos algún material con el cual podamos, en fin, ayudarnos en nuestra práctica. También sobre esto mismo reposa la idea de que es necesario dar por anticipado un término y resulta que este año he escogido el término “consistencia” para designar –justamente– lo que resiste, lo que tiene alguna probabilidad de tomar el partido de un real.
Entonces lo que hay que explicar de lo dicho en mi anticipo, en mi enunciado, en mi Proposición, es que se entra a la Escuela no a título individual sino como miembro de un cártel; esto es lo que sería deseable, evidentemente, ver realizarse en el futuro; lo cual, repito, no puede ser definido como la condición de ahora en más, lo que sería deseable meterse en la cabeza es que a la Escuela se debe entrar en grupo y en nombre –y a título– de un cártel.
Hay un segundo aspecto en la noción de cártel: es por qué y cómo lo propongo (pues todavía se está en eso). Lo propongo formado por un número pequeño, por un número mínimo. ¿Por qué he fijado este número mínimo en cuatro? –pues he dicho tres más una persona y no me he atrevido a ir más allá de cinco, pues, adicionado de una persona, nos da seis–, es por eso que considero deseable que el cártel esté constituido entre cuatro y seis, lo que queda por justificarse, cosa que espero poder articular suficientemente tal vez quizás, en mi próximo seminario, dado que pienso que ahora no puede haber más de dos antes de fin de año, ya que el anfiteatro que yo ocupo y en el que Ustedes son numerosos –demasiado numerosos para mi gusto– será usado para los exámenes a partir de mayo aproximadamente, fecha que queda a determinarse.
Es pues entonces en esos dos últimos seminarios donde yo espero justificar, quiero decir justificar para Ustedes, para que lo entiendan, por qué ese número mínimo exigible, quiero decir que permanece único como el primero de todos, por qué –en suma– hay necesidad de que no rebase el límite de ese número.
Para esto hay razones que espero poder hacerles sentir, que están ligadas a la estructura misma, que igualmente ese número no descienda por debajo de un cierto nivel y que particularmente se considere como demasiado poco el dos y aún el tres. Todo esto tendré que justificarlo pues evidentemente el tres... –he insistido mucho en él para que pueda parecer que es lo deseable–. Porque el cuatro en principio es, se los repito, lo que nos queda por situar mejor.
Hay sin embargo cosas que debieran incitarnos a una menor prudencia, digamos, es una menor prudencia que sería también un menor rigor. Es de todas manera una experiencia, es patente que existen comunidades a las que se llama, y no porque sí, religiosas, que en lo que a ellas hace, jamás han visto, incluso, jamás han visto sin reticencias esta limitación del número. Parece que no hubiera límite para lo que la comunidad religiosa pueda representar. Ciertamente no es porque falten razones. Y son razones, se los repito, que espero hacérselas sentir. El anonimato que preside a la comunidad religiosa es algo que debe ya hacerles presentir que en ese pequeño número hay algún lazo con el hecho de que cada uno lleva en ese pequeño grupo, su nombre.
Es cierto que no tenemos el mismo objeto que el que domina el hecho de la comunidad religiosa, que lo que nos interesa en nuestra práctica no es lo que interesa a una comunidad religiosa. Al decir “religiosa” es una manera de hablar. Quiero decir que no meto todas las religiones en la misma bolsa; ya he especificado cuál es la que domina en esto que podría llamarse nuestra región, a saber, la cristiana que no ha salido de la nada, que ha salido de la judía y que la lleva en sí todavía de una forma bastante singular (las relaciones entre la comunidad judía y la comunidad cristiana están marcadas por algo con respecto a lo cual, el término, digamos supervivencia, para designar la manera en que la judía continúa en ser llevada por la cristiana, no les parecerá exagerado –es una manera de connotarla, podría haber también otras formas de indicarlo, formas sobre las cuales ya haré referencia a continuación–). La comunidad religiosa tiene por fundamento eso que de todas formas puede no designarse de una manera demasiado inadecuada como mito, el mito que designa a ese Dios que está lejos de ser simple, que es incluso complejo y tan complejo que ha sido necesario que la comunidad cristiana se haya visto forzada a articularla trinitaria; en mi seminario ya di mi opinión en su oportunidad: la comunidad cristiana ha sido la única en darse cuenta que no puede haber Dios que pueda sostenerse si no es triple.
Lo curiosos es que evidentemente se ha hablado mucho, se ha escrito mucho sobre esa trinidad, pero jamás se ha dado una justificación –por cierto, y yo me creo con el privilegio, con razón o no, de haber dado una forma a eso que podría llamarse un real–.
Alguien me he dicho haber visto en la Biblioteca Nacional, en una exposición de miniaturas –se lo señalo porque lo he recibido con mucho interés– algo que actualmente se hallaría (la persona ha tomado nota) en la Biblioteca Municipal de Chartres; alguien pues habría visto (aguardo para ver por qué después de todo hay que controlar) un nudo Borromeo con el enunciado a su lado de “trinitas”. Habría visto los tres pequeños trazos, Ustedes los conocen bien, con los cuales eventualmente yo simbolizo ese nudo Borromeo, esos tres pequeños trazos que se cruzan de una determinada manera, de la misma manera en que se forman los pabellones de fusiles, se colocan tres fusiles de tal forma que se sostengan, ellos se calzan entre sí formando un cono, y esto es lo mismo –no se lo dije en el seminario porque no me parecía el caso decirlo, pero cualquiera sabe que en cualquier cosa que sirva de símbolo a ciertos gaélicos y aún a una Bretaña pronta a despertarse, el triskel es algo que realiza esos tres circulitos tales como habitualmente se los dibujo en la pizarra como punto de partida, y a ese triskel así reducido que es lo mismo que un nudo Borromeo que su forma completa, a ese triskel estaría adjunta la indicación escrita de “trinitas”.
¿Dónde está nuestra relación con todo esto? Nuestra relación se limita a que si yo definiera algo que diga lo que va a ser el análisis, yo lo llamaría, no la religión de cualquier Ser supremo como tantos de entre nosotros jamás ha podido desprenderse de eso; ya he dicho que yo tampoco estoy seguro de no haber sido sorprendido en flagrante delito de deísmo y Ustedes van a verlo quizás enseguida: si hablo de religión del deseo, no tiene del todo el aspecto de ser eso, sobre todo si el deseo me parece más bien ligado no solamente a una noción de hoyo, de agujero hacia donde un montón de cosas convergen y producen torbellino de tal manera que son absorbidos, pero el hacer alusión a esta idea de torbellino es evidentemente ese agujero, hacerlo múltiple, quiero decir con esto, hacerlo conjunción por lo menos. Para que Ustedes dibujen un torbellino, deben recordar mi nudo en cuestión, les es necesario al menos tres para que se convierta en agujero con torbellino. Si no hay agujero, no veo muy bien lo que tenemos que hacer como analistas, y si ese agujero no es al menos triple, tampoco veo cómo podríamos soportar nuestra técnica que se refiere esencialmente a algo que es triple y que sugiere un triple agujero.
En todo caso es seguro que en lo que se refiere a lo simbólico, hay algo sensible que se hace agujero. Esto no solo es probable sino manifiesto: que todo lo que se refiere a lo imaginario, es decir a lo corporal, es lo que ha surgido primero, allí eso no solamente hace agujero, sino que el análisis piensa en todo lo que se relaciona con el cuerpo en estos términos, y toda la cuestión está en saber en qué la incidencia del lenguaje, la incidencia de lo simbólico, es necesaria para pensar en lo que alrededor del cuerpo ha sido pensado en el análisis, como ligado, digamos, a diversos agujeros. Aquí no hay necesidad de subrayar cómo lo oral, lo anal, sin contar los otros que he creído deber adjuntar para informar qué es la pulsión, aquí no hay necesidad de subrayar que la función de los orificios en el cuerpo está allí para designarnos que el término “agujero” no es un simple equívoco al transportarlo de lo simbólico a lo imaginario.
Sobre el tema de lo real está claro que yo trato de hacerlo funcionar a partir de esta simple observación: que definirlo como universo es imponerlo como cíclico, como circular, que verter allí el Uno, pues ésta es la noción del universo, es hacerlo englobante con respecto a ese cuerpo que lo habita, es hacerlo mundo. No estoy seguro de que lo real produzca mundo, es casualmente por eso que trato de articular algo que diga, que se atreva por primera vez a adelantar que no está seguro de que lo real haga un todo. Es efectivamente muy difícil el ver qué físico podría emplearse a no ser que ese admita que, al menos algunas porciones de este universo sean aislables, sean estancas. Sobre esto reposa, Ustedes, lo saben, creo, la noción misma de energía, la idea de que la energía es constante, es el principio mismo y la base sobre la que en física puede decirse que reposa la noción misma de ley; y la idea de que haya un todo es algo sin lo cual no se puede casi pensar cómo la ciencia se sostendría.
Pero después de todo es bastante curioso que nosotros no tengamos ninguna clase de idea asible de los confines del universo y lo que en suma afirmo, me atrevo a afirmar, es algo que en principio sería esto y es que a nosotros, analistas, nada nos obliga a hacer de lo real algo que sea universo, que sea cerrado. La idea de que este universo es simplemente la consistencia, la consistencia de un hilo firme, no es suficiente para hacerlo cíclico, pero como hipótesis, es ya mucho decir y esto puede ser suficiente para nosotros, quiero decir, que con dos ciclos y una recta al infinito, lo cual es mucho avanzar en lo real, nosotros hacemos un nudo borromeo que se sostiene sin duda, que verdaderamente hace nudo.
De suerte que nosotros podemos soportar la idea de que lo real no lo es todo, es más bien un reaseguro que tal vez no esté del todo desprovisto de interés para los físicos, y estos terminarán bien por hacerse a la idea de que se puede quizás pensar lo real sin necesidad de una constante llamada “energía” y es aquí donde se inicia ya la idea de que la constante no es la consistencia. Reducir la constante a la consistencia, tendría quizás algún sentido para los físicos.
Pero en fin, yo no he venido para comprometerlos con una física del futuro; nosotros, nuestro quehacer es apercibirnos de esto que es sorprendente en toda nuestra experiencia histórica y que para nosotros es esencial: que hay nombres. Y el que haya nombres, pareciera ser un hecho completamente nodal, quiero decir que desde tiempos inmemoriales, se ha dado nombre a las cosas, esto viene arrastrándose desde Freud mismo, está pensado para meditarlo. No es porque sí, yo me acuerdo que cuando escribí La Cosa Freudiana, hubo alrededor mío montones de personas que fruncían la jeta: “¿Por qué la llama así como así, la Cosa, es repugnante, todo cuanto tratamos de hacer, es justamente eso, oponernos a la cosificación” ; yo jamás fui de esa opinión; jamás pensé que cuando una ruptura se produce, la del ‘53, sea porque se discrepa sobre el hecho de cosificar o no, eso de lo cual se trataba en la práctica; se trataba de cosificar en el buen sentido. Si algo ha sido llamado por mí la Cosa y especialmente La Cosa Freudiana, fue evidentemente para indicar que está Freud dentro de la Cosa, en la Cosa que él nombró; lo que él nombró es el inconsciente y el término “freudiano” no tiene allí de ningún modo la función de un predicado, no es una cosa que de golpe tiene la propiedad de ser freudiana, es ciertamente porque Freud lo ha enunciado, que es una cosa y que, como se lo sugería recientemente a alguien, hablar del inconsciente como de eso que antes Freud no existía, no es una mala forma de expresar una buena razón, es que después de todo, una cosa no existe, no comienza a actuar, sin no es a partir del momento en que es nombrada netamente por alguien.
Entonces yo trato en nuestra experiencia de llegar a reducir ese nombrable pues con eso se permiten así porque sí, pintarrajear toda clase de cosas con nombres, esto siempre se ha hecho y se ha hecho incluso, a tontas y a locas. Entonces trato de reducirme a no nombrar eso que junto con Freud, yo llamo el Urverdrängt, lo que se resume al final en nombrar el agujero. Partir de la idea del agujero, es decir no del fiat lux (hágase la luz), sino del fiat trou (hágase el agujero), y piensen que Freud, adelantando la idea del inconsciente, no ha hecho sino eso. De inmediato dijo que hay algo que hace agujero, que a su alrededor se distribuye el inconsciente y que este inconsciente tiene como propiedad la de no ser sino aspirado por ese agujero, tan bien aspirado, que no se está acostumbrado, es el caso de decirlo, a retener siquiera una puntita, “se raja” metiéndose en ese agujero.
Hablar de la Cosa Freudiana como estando constituida esencialmente por ese agujero, ese agujero que tiene un lugar, un lugar dentro de lo simbólico, es decir con esto algo que al menos, lo probaré si es el caso, puede sostenerse por un cierto tiempo, y como ese tiempo comienza a ser un deudor y que durante ese tiempo no ha habido tantas contradicciones que surtan efecto a eso que yo enunciaba, quiero decir, eso ya comienza al menos a sostenerse por haber durado ese tiempo.
Identifico este agujero con la topología, ya hice esta alusión en mi último seminario. La topología, creo ya haberlo indicado, hace sentir al menos a algunos, eso no se concibe sin ese nudo, que –como lo decía hace un momento en otro grupo– no es cualquier cosa aunque esté allí con su ropaje de nudo, que es en lo real, pero lo interesante es que en lo mental es la primera vez que se ve algo que conjuga lo mental con lo real hasta ese punto, es que en lo mental eso también se anuda así. Es verdaderamente imposible no colocar el nudo en lo mental y al mismo tiempo advertir que lo mental está allí muy inadaptado, a saber que ese nudo, él lo piensa tan difícil que nosotros no podemos no ver allí algo que nos daría de alguna manera eso que en mi último seminario yo llamé algo así como un presentimiento, si se puede decir, de eso que podría ser muy bien al fin de cuentas, el agujero en cuestión.
Todo esto en verdad es una precipitación, por qué no decirlo, después de un vagabundeo, cada uno sabe que yo alardeo de dialéctico y que he hecho uso del término antes de llegar al torbellino; es el caso de advertir que cualquiera que hable de dialéctica evoca siempre una sustancia. La dialéctica es esencialmente predicativa, hace antinomia y ningún predicado que por sí mismo no se sostenga de una sustancia; es muy difícil hablar a-sustantivamente, sobre todo cuanto más, solo un agujerito, un agujero ciertamente complejo y remolinante, pero que es muy difícil el imaginarlos como sustancia, salvo que sea como sustancia que tiene la propiedad de ser pensante, y entonces eso se vuelve verdaderamente desesperante, pensar hasta que punto vuestro pensamiento es manifiestamente impotente. Parece más bien ser más firme al referirse a otras categorías y advertir que, por ejemplo, puedan enunciarse sin caer en el absurdo proposiciones tales como ésta, afirmarlas con cierta probabilidad de acertar, que si hay lo indecible (hace un momento lo evocaba), es un indecible que no se sostiene más que por esto; que nosotros lo anudamos, que hay lo indecible pero que la idea solo nos viene de esta certeza tomada de las matemáticas precisamente de que no hay un no-nudo, si puedo decirlo, porque en suma, es la única definición posible de lo real y que ajustar los nudos aunque sólo fuese para no resbalar indefinidamente, es a eso a lo que nosotros nos dedicamos en el análisis.
Porque, ¿qué es el análisis al fin de cuentas? Es sin embargo esa cosa que se distingue de esto, que nosotros nos hemos permitido una especie de irrupción de lo privado en lo público. Lo privado evoca la alcoba, los pequeños “fatos” de cada uno, esto tiene un núcleo perfectamente característico, es el de ser los “fatos” sexuales. Es el núcleo de lo privado. Es gracioso a pesar de todo que eso público desde dentro del cual nosotros hacemos emerger eso privado, que “público” tenga un lazo tan manifiesto para los etimologistas, con “pubis”, es decir, que lo que es público es lo que emerge de eso que es vergonzoso pues si no, ¿cómo distinguir lo privado de eso de lo cual se tiene vergüenza?
Está claro que la indecencia de todo eso– la indecencia de lo que pase en un análisis, esta indecencia, si puedo decir, gracias a la castración cuyo análisis está bien hecho para evocar la dimensión después de Freud– gracias a la castración, esta indecencia desaparece.
Todo el asunto se resume pues en esto: sacar de la castración un goce. ¿Eso es el plus-de-goce? En todo caso es todo lo que por el momento está permitido a cualquier persona. Designa sin duda a una sustancia pensante, pero en lo que nosotros nos esforzamos, aún cuando nuestras preocupaciones no sean sustanciales, ni sustantóforas, eso en lo cual nos esforzamos es, a pesar de todo, hacer volver esto, esta noción de sustancia pensante en un real. Ahora bien, no es tan fácil por supuesto porque hay montones de cosas con las que estamos cargados. Estamos recargados por ejemplo, con la idea de la vida. Es una idea así, es muy curioso que a pesar de todo Freud haya promovido el Eros pero no ha osado de ningún modo a identificarlo con la idea de la vida del cuerpo, de la vida en tanto ella es llevada por el cuerpo en el germen. La vida, si puede decirse, a pesar del empleo que de ella hace Freud, hay algo en ella, algo con lo que no tiene nada que ver y es lo que viene a ser su antinomia, esto es la muerte.
La muerte, se piense lo que se piense, es puramente imaginaria. Si no hubiera “cuerpo”, si no hubiera cadáver ¿qué cosa nos haría de lazo entre la vida y la muerte? Naturalmente está la idea del puerro, del atado de cadáveres, nosotros nos entendemos al anudar esto, es incluso nuestra ocupación principal. Si no hubiera eso, si no hubiera estatuas, la inclinación fanática de esos seres llamados humanos de fabricar sus propias estatuas, a saber, cosas que no tienen nada que ver con el cuerpo, pero que de todas maneras se les parecen, es como para bendecir a las religiones que han prohibido estas obscenidades... ¡además es espantoso verlas! ¿Qué hay más espantoso de ver que un ser humano? ¡Lo pregunto! Un ser humano, una forma humana. Es curioso que… en fin, sea necesaria realmente la religión llamada católica para encontrar estas delicias. Es que evidentemente ella tiene alguna ganancia en el truco, está patente, se ve muy bien el mecanismo: juega con lo bello. Por otra parte, ¿en qué consiste toda esta historia aburrida del evangelio, es el caso de decirlo, sino en la exaltación de lo bello? Les mostraré todo esto en otra ocasión.
En fin, perinde ac cadáver quiere decir que de todos modos la castración, la castración respecto de la cual nosotros mismos llegamos a advertir que es un goce, ¿por qué es un goce? Se ve muy bien, es porque ella nos libera de la angustia. Pero entonces, ¿qué es la angustia?
Es de todas maneras curioso que no se haya extraído algo de la moral del pequeño Hans de Freud. La angustia está muy precisamente localizada en un punto de la evolución de este bicho humano, es el momento en que un hombrecillo o una futura mujercita se da cuenta, ¿de qué? Se da cuenta de que está casado con su pito. Ustedes me perdonarán llamar a esto así, es lo que generalmente se llama pene o pistola y que se hincha advirtiendo que no hay cosa mejor para hacer falo, lo cual es evidentemente una complicación ligada al hecho del nudo, a la existencia, es el caso de decirlo, del nudo. Del mismo modo, si hay algo que está hecho en los Cinco Psicoanálisis para mostrarnos la relación de la angustia con el descubrimiento de la cosita de hacer pipí –llamémoslo así también, total está claro– es seguro que es concebible que para la niñita como se dice, eso se ostenta, es por eso que ella es más dichosa, eso se muestra porque es necesario que le lleve cierto tiempo advertir que la cosita de hacer pipí, ella no lo tiene; eso le da también angustia, pero es más bien una angustia por referencia, por referencia a aquél que por ello se aflige; digo “afligido” porque he hablado de casamiento –hablo así de esto–; todo lo que permite escapar a ese casamiento es evidentemente bien recibido, de donde resulta el éxito de la droga, por ejemplo; no hay ninguna otra definición de la droga que ésta: es lo que permite romper el casamiento con la cosita de hacer pipí.
Pero bueno, dejemos esto de lado y vayamos a las cosas serias, a saber que no estaría mal examinar eso que se llama la vida considerándola como parásita. Decir que es parásita de la muerte sería exagerado, sería establecer un lazo demasiado estrecho para lo que acabo de decir, a saber que no hay la menor relación si no es este asunto de cuerpo que se arroja al agujero. Es esto justamente lo que nos dice tal vez lo que es la vida, es que es el parásito de algo que, verdaderamente solo puede concebirse como agujero, es también a su alrededor que lo real hace ciclo, es que se quiere que eso esté en esa “casilla” que la vida parásita. Desde donde por supuesto, todo deriva. No puedo decir que Freud haya llegado hasta allí; pero de todas formas sobre esto ha dicho muchas cosas; que el germen sea al fin de cuentas un parásito me parece que eso viene del Más allá del principio del placer. Evidentemente que no lo dijo con claridad, pero eso hubiera provocado menos escándalo dicho entonces, que el que yo hago ahora al decirlo. Pero eso hubiera facilitado las cosas; eso le hubiese permitido llamar de otra manera al principio de realidad, que es simplemente un principio de fantasma colectivo –se lo decía ayer a la tarde al jurado de recepción–. Me preguntaron: “¿Cuáles son sus criterios para nombrar a algún A.M.E.? Se los voy a decir, es lo que se llama el sentido común, es decir la cosa más extendida en todo el mundo. El sentido común es esto: “A ése se le puede tener confianza”, nada más. No hay en absoluto otro criterio. Hay personas que son propuestas al título de A.M.E. y si las personas están allí y han sido elegidas por votación, porque se les tiene más confianza a propósito de su sentido común, de no garantizar cualquier cosa, es un principio de puro fantasma, de fantasma colectivo sin duda; es eso lo que quiere decir. ¿Es eso el principio de realidad? Es absolutamente cierto. Con la costumbre se advierte que todos esos fantasmitas privados se juntan, se conjugan en atados, como lo decía hace un momento, lo cual bien entendido no es sorprendente por lo que se refiere a las relaciones de la cosa con la muerte, pues con este propósito la he evocado, el sentido común es eso: en líneas generales, los pasos demasiado peligrosos; eso es lo que se llama el principio de realidad y que en la medida en que se opone al principio del placer, se opone seriamente a él, porque el principio del placer no tiene estrictamente más que una sola definición posible, es la de menor goce; esto es lo que quiere decir. Menos se goza, más eso vale.
De suerte que esto nos lleva a establecer un cierto número de parejas que refieren a lo real es, evidentemente para nosotros, según lo usamos lo que es antinómico al sentido, lo que se opone al sentido como el Cero se opone al Uno. Lo real es estrictamente lo que no tiene sentido. En eso está el que nuestra interpretación es algo que solo tiene que ver con lo real en tanto y cuanto nosotros la dosifiquemos. Nosotros la dosificamos y la limitamos ala reducción del síntoma. Hay síntomas que no pueden reducirse, es totalmente cierto, entre otros, particularmente, el psicoanálisis. El psicoanálisis es un síntoma, un síntoma social y así es cómo debe connotarse lo que hace que haya aparecido tan tarde. Ha aparecido tan tarde en la medida en que es necesario que alguna cosa se conserve (sin duda porque está en peligro) en una cierta relación con la sustancia, con la sustancia del ser humano.
Entonces tratemos de plantear juntos algo que sitúe lo imaginario en relación a otra cosa.
Lo imaginario no tiene ninguna otra clase de soporte que esto: tiene el cuerpo, y lo imaginario tiene consistencia en tanto ese cuerpo se despoje del goce fálico. En tanto que el goce fálico pasaba por otra parte, precisamente, hay que hacerlo notar y es un asunto de historia, cómo era escamoteado, es en esa medida que la idea del mundo ha nacido. Aquí esta oposición, no entre un cero y un uno, sino entre un menos y un más. Lo imaginario consiste en la medida en que la castración se opera, en que hay menos falo, todo el mundo lo sabe pues es por eso precisamente que los estados que constituyen el soporte más corriente de todos los comportamientos llamados humanos, se los designa con pregenitales.
¿Y lo simbólico, entonces? Lo simbólico es simple. No hay oposición al simbolismo, hay el agujero, el agujero original. Lo simbólico no tiene más que un contrincante falsificado. En la medida en que no hay Otro del Otro, es decir que el ser y su negación son exactamente la misma cosa, como todo el mundo lo sabe, los dialécticos lo dicen de inmediato: que el no-ser existe porque ustedes hablan con él, esto prueba bien hasta qué punto el no-ser es exactamente el equivalente. Gracias a todo esto se debe justamente el descubrimiento del análisis, esto es: aunque el ser y el no-ser, sean la misma cosa, es necesario que haya un agujero que permita sostener el todo en conjunto y que, a fin de cuentas, todo se resume en esto: que solo hay creación. Cada vez que pronunciamos una palabra, hacemos surgir de la nada ex nihilo una cosa, es nuestro sino de seres humanos, es por eso que no cogemos salvo excepcionalmente de tiempo en tiempo, con una mujer, sino que cogemos con la Cosa. Y entonces, ¿las mujeres crean? Algo de esto he escuchado hace poco a alguien que me ha gustado (con esto no quiero decir que lo Michele Montrelay dijera, no me gustara también), pero alguien que se llama Anne Colot me ha hecho pensar que con todo, la mujer no está del todo cocinada y lo que ella dijo fue muy pertinente. No empleó, gracias a Dios, la palabra creatividad. Habló de la creación como de algo que hace que, apenas en el fondo, una mujer sabe quién es su bebé; el bebé es como la vida, es patente en el ser humano, que es un parásito; un parásito es algo que solo comienza a existir cuando se le da un nombre justamente. Mientras no tenga un nombre ¿qué es? Entonces la creatividad… Alguien me ha reporteado sobre la creatividad de la mujer. Debo decir que yo no soy muy partidario; no es tan necesario que una mujer sea creativa para ser interesante. Es suficiente contar con ella, en esto reside su peso.
Hagamos ahora nuestro resumen. Un síntoma, ¿qué es? Es algo que tiene igualmente la mayor relación (es lo que se ve con la práctica) con el inconsciente. Entonces, lo que yo querría es que el psicoanálisis, como dije hace un momento, aguante, aguante el tiempo que sea necesario, ni un minuto más por cierto, en tanto que síntoma, porque después de todo, es un síntoma tranquilizador.
(Aplausos.)

Se levanta la sesión a las 18. 45 hs.