domingo, 28 de junio de 2009

Psicoanálisis: Entrevista a Freud. El valor de la vida (1926)

Esta entrevista fue concedida al periodista George Sylvester Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud en los Alpes suizos.
Se creía perdida pero en realidad se encontró que había sido publicada en el volumen de "Psychoanalysis and the Fut", en New York en 1957.
Fue traducida del ingles al portugués por Paulo César Souza y al castellano por Miguel Ángel Arce.
S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.
Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue en su casa de verano en Semmering, una montaña de los Alpes austríacos. Yo había visto el país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.
S. Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida más desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.
(Freud se rehúsa a admitir que el destino le reserva algo especial).
S. Freud: ¿Por qué (dice calmamente) debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas -en compañía de mi mujer, mis hijos- el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?
George Sylvester Viereck: El señor tiene una fama. Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por causa de este señor. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.
S. F: Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mi o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.
G S V: ¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?
S. F: Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.
(Estábamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación de tierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que florecía)
S. F: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.
G S V: ¿Entonces, el señor es, al final, un profundo pesimista?
S. F: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.
G S V: ¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?
S. F: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción?
G.S V: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?
S. F: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria? No habría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.
G S V: Bernard Shaw sustenta que vivimos muy poco. Él encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. Él cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.
S. F: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, conciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: "Más allá del principio del placer". En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la "fiebre llamada vivir". El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.
G S V: Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.
S. F: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.
(Estaba haciendo frío en el jardín. Continuamos la conversación en el gabinete. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con la caligrafía clara de Freud).
G S V: ¿En qué está trabajando el señor Freud?
S. F: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al análisis ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo. Después procuran monopolizarla.
G S V: ¿Usted tuvo mucho apoyo de los legos?
S. F: Algunos de mis mejores discípulos son legos.
G S V: ¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis?
S. F: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted puede ver....
(En ese momento apareció Miss Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años de facciones inconfundiblemente anglosajonas)
G S V: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?
S. F: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. Él debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él.
G S V: Mi impresión es de que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. "Tout comprendre c'est tou pardonner".
S. F: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.
(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con sus seguidores que lo habían abandonado, porque él no perdona disentir del recto camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es recto es herencia de sus ancestros. Una herencia de la que él se enorgullece como se enorgullece de su raza).
S. F: Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del preconcepto anti-semita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.
(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que el espíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquier preconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencor personal. En tanto no precisamente a su indignación, a su honesta ira, se volvía más atrayente como ser humano. ¡Aquiles sería intolerable si no fuese por su talón!)
G S V: Me pone contento, Herr. Profesor, de que también el señor tenga sus complejos, de que también el señor Freud demuestre que es un mortal!
S. F: Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.

...
G.S.V.: Imagino, observo, ¡cuáles serían mis complejos!
S.F.: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida la "caza de los leones". Usted procuró siempre a las personas destacadas de su generación: Roosevelt, El Emperador, Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre, Georg Bernard Shaw....
G.S.V.: Es parte de mi trabajo.
S.F.: Pero también es su preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del complejo del padre.
(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Mientras tanto, reflexionando sobre eso, me parece que puede haber una verdad, no sospechada por mi, en su sugestión casual. Puede ser lo mismo que el impulso que me llevó a él)
G.S.V.: Me gustaría, observé después de un momento, poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez, como la Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o tentaría anticipar sus intenciones.
S.F.: La inteligencia en un paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.
(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere bastante de sus seguidores, que no gustan mucho de la seguridad del paciente que tienen bajo su supervisión)
G.S.V.: A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto, al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.
S.F.: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.
G.S.V.: ¿Por qué?
S.F.: Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más desagradables son las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente), nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor.
G.S.V.: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ájax.
S.F.: (sonriendo) Me contenta saber que no pueda leer. ¡Él sería ciertamente, el miembro menos querido de la casa, si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!
G.S.V.: Aún usted, profesor, sueña la existencia compleja por demás. En tanto me parece que el señor sea en parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted inventase el psicoanálisis, no sabíamos que nuestra personalidad es dominada por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como un rompecabezas complicado.
S.F.: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente.
G.S.V.: Al menos en la superficie, pues la vida humana nunca fue más compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante y más contradictorio.
S.F.: El psicoanálisis por lo menos, jamás cierra la puerta a una nueva verdad.
G.S.V.: Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.
S.F.: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.
G.S.V: La estructura científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos -la teoría del "desplazamiento", de la "sexualidad infantil", de los "simbolismos de los sueños", etc- parecen permanentes.
S.F.: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los sustratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.
G.S.V.: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre todo en el sexo?
S.F.: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman: "Más todo faltaría si faltase el sexo" (Yet all were lacking, if sex were lacking). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está "más allá" del placer -la muerte, la negociación de la vida. Este deseo explica por qué algunos hombres aman al dolor -como un paso para el aniquilamiento! Explica por qué los poetas agradecen a:

"Cualesquiera dioses que existan
Que la vida ninguna viva para siempre
Que los muertos jamás se levanten
Y también el río más cansado
Desagüe tranquilo en el mar"

G.S.V.: Shaw, como usted, no desea vivir para siempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de interés.
S.F.: (Sonriendo) Shaw no comprende al sexo. Él no tiene ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas. Él hace humoradas del amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la historia-. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, él despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, por su negación del móvil de todas las cosas humanas, que emanan de sus piezas el clamor universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, y usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.
G.S.V.: Usted, sin duda, fue bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura.
S.F.: También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. El Zaratustra dice: "El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad". El psicoanálisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en la literatura es inmensa por lo tanto. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthak mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralela a mi propio desarrollo. Él expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzle no es ni siquiera un poeta, es también un científico.
G S V: Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey O'Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O'Neill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. "The Silver Cord" por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.
S. F: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente.
La Clark University me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis.
Los americanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos, pues una formación estrictamente médica es con frecuencia, un impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.
¡Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio! Él no puede obligarse a sí mismo a agradar a Estados Unidos donde están la mayoría de sus seguidores. A pesar de su rudeza, Freud es la urbanidad en persona. Él oye pacientemente cada intervención, procurando nunca intimidar al entrevistador. Raro es el visitante que se aleja de su presencia sin un presente, alguna señal de hospitalidad!
Había oscurecido. Era tiempo de tomar el tren de vuelta a la ciudad que una vez cobijara el esplendor imperial de los Habsburgos. Acompañado de su esposa y de su hija, Freud desciende los escalones que lo alejan de su refugio en la montaña a la calle para verme partir. Él me pareció cansado y triste al darme el adiós.
"No me haga parecer un pesimista -dice Freud después de un apretón de manos. Yo no tengo desprecio por el mundo. Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso. No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores! No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros".
El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me conducía rápidamente para la estación. Apenas logro ver ligeramente curvado y la cabeza grisácea de Sigmund Freud que desaparecen en la distancia....
George Silvestre Viereck
Periodista dek Journal of Psichology. Año 1926, Publicada en 1957 en N.York

Cine: Los Olvidados, una película de Buñuel

Les propongo un encuentro entre el psicoanálisis y el cine a partir de algunas observaciones de esta película de Buñuel, filmada en México en los años 50.


En esta oportunidad, voy a trabajar con una película de Buñuel. Se llama Los Olvidados, y trata sobre la marginalidad, la pobreza, el destino y la subjetividad. Fue filmada alrededor de los años 50, en México, poniendo de manifiesto la realidad social de ese país y de latinoamérica.

Es una película que deja huella en el espectador, sea cual sea su posición respecto las cuestiones sociales y el cine. En algunos aspectos, paisaje donde se desarrolla, pese al paso del tiempo, es igual al de nuestros días. Una villa con sus reglas, sus códigos, próxima a una autopista. En la villa el hambre hay que enfrentarlo momento a momento, el agua sale de canillas de uso barrial, y la autopista es un reflejo del progreso y la división etaria. De todos los personajes me interesa especialmente Pedro, porque en él irrumpe la figura del Jaibo como un destino que acecha.
La voz en off con la que se inicia la película, sugiere que la pobreza y la delincuencia están entrelazadas, y que es un problema que las sociedades algún día podrán resolver. Claramente dice el locutor “esta película no es optimista”.
La cuestión arranca presentando la delincuencia violenta, descarnada casi como lo cotidiano de la pobreza; una escena que mantiene cierta homeostasis entre ambas situaciones.
Me interesa hacer una referencia a la época, los años 50, en Europa, especialmente en Francia cuentan con una figura fuerte para entender estos temas. Es la figura del psiquiatra, que desde el saber normativo explica la marginalidad, las conductas desadaptadas, y quien fija la responsabilidad del criminal. Foucault es su libro “Los Anormales”, comienza leyendo pericias psiquiátricas de esos años. Dicho análisis arqueológico coincide con la fecha de presentación del trabajo de Lacan “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología” (Escritos I, Siglo XXI editores).
Tres genios como Foucault, Buñuel y Lacan, abordan el mismo fenómeno coincidiendo temporalmente. También los tres descreen de la concepción sanitarista de la criminología Lo jurídico recurre entonces a la ciencia, siendo la solución: la incuestionable idoneidad del psiquiatra.
Buñuel pone en jaque el modelo deficitario como explicación de los problemas sociales. Para esto recurre en el film a la figura del juez, y al personaje del director de la granja de rehabilitación. Ambos hacen casi una denuncia de la injusticia social, en lugar de acusar a los pobres de delincuentes. La idea expresada por el Juez es que los padres son responsables por los hijos, obligando a la madre de Pedro a ver a su hijo. Por su parte el Director de la granja se queja de la miseria como la causa de un destino siniestro.
Lacan nos permite pensar el problema del crimen en la cultura en sentido estructural: no hay manera de estar en la cultura sin ley positiva, lo que delimita como efecto, pecados y pecadores; rompiendo así el matrimonio entre pobres y delincuencia.
Creo que los tres pensadores, respecto del saber científico, jurídico y la moral que estos discursos provocan, asumieron el rol de herejes. La metáfora que representa de manera maravillosa esta cuestión es el huevazo que tira Pedro sobre el ojo de la cámara. Lo disruptivo del huevo rompiéndose contra la cámara, implica mirar los hechos desde otro punto. Un lente con un huevazo, ya no es el mismo, se perdió la continuidad de la imagen, y la comodidad del espectador.
Me atrevería entonces a darle otro nombre a la película, haciendo un forzamiento de la palabra, la llamaría LO EXCLUIDO. Mi maniobra se debe a que la escena del huevo estallando en la cámara, es comparable con el efecto que se produce cuando se descubre al sujeto en un análisis. Pienso que este cineasta pesca el efecto del sujeto de la escena, para lo cual es necesario hacer entrar al espectador.
¿Por qué ocurre esto? Había algo que estaba en un sitio y no se sabía que estaba allí, todo parecía acomodado normal. Ese instante en la película es una sorpresa. Pedro para el espectador, desde ese instante, deja de ser un olvidado, aunque el director elija para su entierro un basural. A partir de esta escena, algo cambió, para el espectador. La película introduce cierta incomodidad, parece como si el huevo salpicara. Es la furia de Pedro por su destino la que atraviesa la cámara. Creo que esa es la forma en la que nos retorna la marginalidad: irrumpe, golpea, pese a los esfuerzos de represión y control de la sociedad. Propuse LO EXCLUIDO porque: no es sólo un olvido, sino que se trata de un retorno, de algo que sorprende. Básicamente son excluídos porque es un forzamiento a la marginalidad con la carcterística que de algún modo, esta vuelve. No alcanza con no querer saber para marginar lo intolerable, no querer saber solo refuerza la idea de lo inevitable.
Buñuel juega con los personajes con una plasticidad que le permite, como explicité, decir al juez que la culpa del destino de Pedro es responsabilidad de sus otros, como la madre; o el director de la granja que desea encerrar a la miseria. Allí mismo hay un dato valioso, la escena de Pedro en la granja tratando de enderezar su destino es clave. El director de la institución creyendo que podía conmover a Pedro al darle dinero y libertad, nuevamente lo deja solo con su destino de margen.
Quizás repensando la escena podríamos imaginar la posibilidad de haberlo acompañado, en lugar de empujarlo al mundo con una suerte de bendición. Este error lo paga Pedro, de hecho el niño es muy claro cuando le dice a su madre “quiero ser bueno pero no se cómo”. El film refleja un prejuicio, al esperar que alguien a quien se deja solo cambie. Lo que hace de Pedro un exponente de los olvidados, no es solo lo siniestro de la marginalidad social, sino el hecho de que siempre lo dejen solo, o para decirlo mas claro que no quieran saber de él. Comparable también con la vida de El Jaibo.
A riesgo de que mi perspectiva pueda resultar provocadora, creo que el problema a escala ampliada, implica la determinación social y el ideal de tener que zafar solo. Digo esto porque la marginalidad, está vinculada con lo incorregible, y es tratada como déficit desde lo orgánico, desde la crianza, etc, pero siempre con la delincuencia latente. Como si el déficit quedara encriptado en el marginal, quien se curará o no, según la predicción de las pericias de los expertos. La posición ingenua del director de la granja señala un modo de pensar, desea encerrar a la miseria pero deja solo a Pedro. De parte de Pedro creer que tiene que poder con eso que se le pide,-¿desde dónde viene la exigencia: de las tripas o del Otro?- cabría interrogar la maniobra de darle dinero, si es esta una apuesta o una exigencia. Pedro cae en la trampa de tener que poder solo, porque fallarle al director lo avergüenza.
Voy a finalizar esta lectura de la película, con una perspectiva literaria. Se trata un artículo de Julio Cortázar, que surgió luego del insomnio que le produjo Buñuel con Los Olvidados, dice textualmente: “ He aquí todo va bien en un arrabal de la ciudad, es decir que la pobreza y la promiscuidad no alteran el orden, y los ciegos pueden cantar y pedir limosna en las plazas, mientras los adolescentes juegan a toros en un baldío reseco, dándole tiempo de sobra a Gabriel Figueroa, para que los filme a su gusto. Las formas – garantías oficiales no escritas de la sociedad, ese who’swho bien delimitado- se cumplen satisfactoriamente. El arrabal y los gendarmes de facción se miran casi en paz. Entonces entra el Jaibo.” El texto pertenece la revista SUR, Nº 209-210, marzo abril de 1952. Página 102.
Cualquier comentario explicativo de esta cita resultaría un error grave, por ello solamente quería subrayar, la descripción de la marginalidad, la convivencia de todos, el arreglo social para que “el arrabal de la ciudad” no moleste. En este sentido la aparición del Jaibo, con las consecuencias de su presencia es necesaria.
Creo que la agudeza de Cortázar, al observar la entrada en escena del Jaibo, hace temblar a la psicopatología, y hace lugar a lo social en imixión con la subjetividad.

Alejandro Ercoli

jueves, 25 de junio de 2009

Literarias: El otro lugar

Caminó sin prisa, casi con demora, hasta la entrada del edificio. Completó el conocido recorrido de pasillos, llaves, ascensor, y entró como se entra al lugar que alberga con ajenidad. Allí se dejó caer sobre el sillón, estirándose, destilando cansancio, incertidumbre. Por aquellos días agitados su cabeza tropezaba una y otra vez con los mismos escollos.
El sueño se había resistido a su cuerpo en las últimas semanas, y la noche era una ruta que lo llevaba hacia el lugar donde los pensamientos se vuelven oscuros. La traición de un amigo, una estafa que no sólo dolía en los bolsillos. No podía, en los dos últimos meses, recuperarse de semejante golpe. Habían proyectado juntos montar ese negocio, entre mates y cervezas y fines de semana compartidos. Él, un treintañero con rumbos laborales fluctuantes, una familia con más inestabilidades que compañías, un apasionado gusto por la literatura, unos bellos ojos y una novia olvidada.
El proyecto había comenzado como el fin a tanta oscilación, y había sido finalmente una pieza más del mismo juego. Pero quién quiere salirse del juego cuando el juego es lo único que se tiene.
Pablo no sabía jugar de otra manera, y eso lo agotaba.
Desplomado en el sillón, miraba sin ver la seguidilla de programas en la televisión, nublado tras el zapping. El sueño lo tomó despacio, como un vaho espeso metiéndose por los poros. La fila de pensamientos se volvió sueño, y el sueño lo puso en otro lugar.
Una plaza, una brisa con sol, un cigarrillo, unos chicos jugueteando, una madre mirando, un auto negro, tres hombres. Una música triste.
La noche transcurrió extrañamente tranquila, el televisor quedó agonizando una película vieja, la luz del baño encendida. Y él, por primera vez en mucho tiempo, hundido en el descanso.



Lucía se sentó en la falda de su mamá y le pidió por quinta vez que le cante esa canción. Sus cuatro años brillaban en su mirada y en los rizos danzantes sobre la frente, desprolijos, desenfadados. La voz de la mamá zigzagueaba y recorría los ojitos vivaces, acostumbrada a responder a los pedidos mimosos de Lucía. Franco, que cargaba sólo con dos años en su cuerpito movedizo, pedía también canciones, upa, juguetes, comida, miradas… infinitamente. La mamá les hablaba, les cantaba, organizaba y reorganizaba sus rutinas. Cuando se quedaba sola, lloraba. Su tristeza no empañaba la belleza de sus hijos, la belleza que sólo los ojos de una madre colocan sobre lo que miran.
Lucía la vio sollozar, escudriñando con pupilas de asombro, pero no dijo nada. Suspiró y apretó al osito que sostenía esa parte de la infancia que los juguetes saben sostener, y se metió en su pieza. Se quedó un rato mirando la luz suspendida, canturreó una canción del jardín de infantes, y se durmió.
Una plaza, una brisa con sol, un hombre con un cigarrillo, ella jugueteando con su hermano, su mamá mirando, un auto negro, tres hombres. Una música triste.
La lámpara tenue encendida sobre su cabecita, la respiración profunda del sueño. Afuera, el frío y la noche.



Se metió en la ducha ansiosa por entrar al lugar donde se lavan las lágrimas, donde se agolpan, se multiplican, se mezclan con el jabón y desaparecen indiferentes en la bañera. La ducha era el mejor sitio, el único, para ahogarse en la angustia implacable que la perseguía, para dejarse llevar por esa marea y deslizarse entre los sollozos como un hada que perdió la magia.
María presentía el final, la peor de las ausencias, que es cuando una presencia se destiñe. La de ese hombre.
Él había sido para ella el encuentro con lo absoluto, con la belleza de las cosas a través de su mirada, con el hechizo de sus palabras. Él la había salvado del desierto de unos días gastados y malgastados de trabajos grises y monótonos, de un vientre agrietado y triste por la pérdida, de un pasado difícil y difícilmente olvidable.
Él había aparecido como aparecen las cosas que no se esperan, sin pretensiones, sin intenciones, apenas visible entre la gente del ascensor. El ritmo cotidiano de subidas y bajadas, llaves y consorcio los había cruzado, enlazando la tristeza de ella al desparpajo de él, la dulce y pálida mirada de ella a los ojos punzantes de él.
Habían bastado un par de encuentros con excusas banales para que el deseo los anudara, como un prestigitador fuera del tiempo, tejiéndoles un encuentro.
María lavaba sus lágrimas ahora sin apuro, quedándose en la humedad del agua, en el frío de la salida, en el abrigo improvisado de la toalla.
Cada movimiento, lento, la conducía temblorosa, hasta la cama.
Apenas vestida, apenas despierta, apenas conciente, tomó el frasco de pastillas y las ingirió una a una, sin retorno.
Los párpados quedaron apretados, su cuerpo tendido irremediablemente como un animal malherido. Las imágenes se le mezclaban con el sueño.
Una plaza, una brisa con sol, Pablo con un cigarrillo, unos chicos jugueteando, una madre mirando, un auto negro, tres hombres. Una música triste.
En el pasillo, un murmullo, una puerta, unos hombres que bajaban por la escalera oscura.



Era un día raramente luminoso, con una luz que insistía en meterse por todos lados, lastimando las pupilas, cegando al que se atreviera a mirarla sin reparos.
La gente se iba retirando callada, dejando flores blancas y dulzonas, mirando el pasto. Los tres hombres terminaron de ocultar el cajón bajo una tierra húmeda y lejana.
A pocos metros, una pequeña plaza con jueguitos despintados recibía a unos chicos que correteaban. La pequeña niña se hamacaba con fuerza y llamaba entre risas a su hermano, bajo la mirada tranquila de su mamá.
En la esquina, el hombre de ojos intensos fumaba, quieto, solo, callado. El coche fúnebre se alejó en silencio.
Se deshacía a lo lejos una música triste.


Carolina Bugnone 2007.

sábado, 20 de junio de 2009

Psicoanálisis: El psicoanálisis y lo síntomas contemporáneos

Este artículo fué presentado por sus autoras en un congreso recientemente, agradezco la gentileza de darlo a conocer por este medio.


La toxicomanía como malestar paradigmático de nuestra época, representa un desafío para la práctica del psicoanálisis. No es infrecuente escuchar en ámbitos profesionales y no profesionales la crítica que sostiene que el psicoanálisis es una técnica obsoleta, creación del siglo XIX, que no puede estar a la altura de las manifestaciones sintomáticas de la actualidad. Por otra parte, esta opinión coincide muchas veces con el pedido mismo de pacientes que quieren soluciones rápidas , esto es: “sin pensar demasiado en el pasado”.
Frente a esto, como psicoanalistas debemos dar respuesta y es en la ética del psicoanálisis donde radica la diferencia que ofrece al malestar actual. Leemos en Lacan: “el análisis sigue siendo la experiencia que volvió a dar al máximo su importancia a la función del deseo como tal. Hasta el punto de que puede decirse que en la articulación teórica de Freud, en suma, la génesis de la dimensión moral arraiga tan sólo en el deseo mismo” .
Las afirmaciones de Freud en 1919 , resultan premonitorias de lo que ocurre en nuestros días. Se refiere a la necesidad del psicoanálisis de ampliar su campo de acción, extendiéndose más allá de la práctica privada. Propone fundar instituciones gratuitas y al alcance de las personas de menores recursos, y advierte que frente a los cambios sociales la técnica psicoanalítica podría modificarse sin perder de vista sus fundamentos. En la misma línea, Lacan plantea que el psicoanalista es libre en su estrategia, no así en su política, es decir en su ética.
Existe una subjetividad efecto del discurso imperante y también un modo de malestar que le es propio. El surgimiento del psicoanálisis nace como respuesta a cierto modo de padecimiento que escapaba al saber médico, discurso amo del siglo XIX. El dispositivo de palabra resultó el método empleado para abordar los síntomas, que hasta entonces solo daban a verse, tales como los síntomas de conversión histérico. De modo que el psicoanalisis es claramente subversivo respecto del discurso que lo engendró.
En la actualidad entonces, se requiere de una estrategia acorde a los síntomas que genera nuestra cultura, para lo cual es necesario tener claro a qué llamamos época actual, cuáles son sus coordenadas y su lógica y de qué modo el psicoanálisis puede ser una respuesta valida y eficaz.


• Objetos mundanos como remedios de goce:

Zygmunt Bauman acuño el término “modernidad líquida” para describir el contexto que resulta solidario de la subjetividad contemporánea, caracterizada por un imperativo (superyoico), al consumo que por tanto conmina al goce. Bauman plantea “el consumismo, en franca oposición a anteriores formas de vida, no asocia tanto la felicidad con la gratificación de los deseos, sino con un aumento permanente del volumen y la intensidad de los deseos, lo que a su vez desencadena el reemplazo inmediato de los objetos pensados para satisfacerlos y de los que se espera satisfacción”. Se trata de una cultura “ahorista”, o sea una “cultura acelerada”, la cual “combina deseos insaciables con la urgencia de buscar siempre satisfacerlos con productos” .
Lo que llamamos posmodernidad se caracteriza por el predominio del discurso que Lacan ha formalizado como “discurso capitalista”. Este entre otros rasgos, sostiene la posibilidad de obturar la falta inherente a la estructura a partir de un objeto, producto de la técnica. Se le exige a los objetos de consumo una satisfacción rápida y sin resto. Esta cultura del consumo conmina a taponar la falta estructural (universal para todo ser parlante) mediante objetos “para todos iguales”, esto es, se trata de un mandato a un goce Uno, homogéneo y uniforme.
Estas condiciones discursivas muestran su efecto en las presentaciones del malestar actual: toxicomanía, anorexia, ataques de pánico, síntomas acordes a una subjetividad que rechaza la falta, que no se adviene al pensar, que sostiene la temporalidad de la inmediatez y que descree del Otro.
La demanda de este tipo de pacientes suele ser funcional a este discurso, es decir acuden a profesionales que prometen soluciones rápidas y sobre lo actual, dejando por fuera la causa en juego. Asistimos a un pasaje del malestar, que responde a la lógica freudiana, a aquel que implica un atolladero a nivel del deseo, de la ética.
Tal como afirma Eric Laurent, lo que el psicoanálisis puede brindar de novedoso frente a la tendencia globalizadora actual, es el rescate de la particularidad. Consideramos que la originalidad del psicoanálisis consiste en sostener una dirección a contrapelo de la tendencia hegemónica, en tanto en ella tienen lugar las condiciones de posibilidad del malestar actual, ello no sería posible sin “un analista capaz de entender cuál fue su función y cuál le corresponde ahora” .
Ahora bien, la técnica psicoanalítica debe acomodarse a esta nueva subjetividad, inherente a la sociedad de consumo. Bauman describe que el rasgo mas importante es la transformación de los consumidores en en objetos de consumo. Ante este aplastamiento subjetivo, la maniobra analítica sostenida en su ética consiste en rescatar al sujeto del deseo.

• Etica y responsabilidad:

El sujeto responsable es el fundamento de la ética del psicoanálisis, sujeto que la ciencia forcluye, responsabilidad que brilla por su ausencia en las presentaciones actuales.
Según Michel Villey (reconocido catedrático de Derecho francés) el término “responsable” sufre cambios a lo largo de la historia. Se trata de un concepto “híbrido” empleado por el discurso jurídico, pero también por el teológico, el filosofico y el moral.
“Responsable” deriva de respondere, el cual remite a spondere y sponsio, figuras importantes en el antiguo derecho romano. El responsor era el garante, era quien estaba obligado a responder por la deuda contraída por otro. El significante “responsable” (resposabilis) no surge tal como lo conocemos sino en la Edad Media. Según Villey, “responsable” debería aplicarse a la demanda susceptible o no de una respuesta. En esta definición se sostiene una concepción ética, la cual nos permite pensar la practica analítica.
Una definición etimológica aunténticamente jurídica, en el lenguaje del derecho romano, implica que “responsable” es todo aquel que puede ser convocado delante de un tribunal, porque pesa sobre él una determinada obligación, proceda o no su deuda de un acto de su voluntad libre. Según Ferrater Mora, la mayoría de los filosofos coinciden con la idea antes citada, esto es, que el fundamento de la responsabilidad es la libertad de la voluntad.
Para el psicoanálisis la responsabilidad resulta inmanente al sujeto, ya que la misma implica una relación ética del sujeto al deseo, por lo tanto, al eximir a alguien de responsabilidad se lo despoja de la condición misma que lo hace sujeto. Es lo que ocurre con la categorización de “adicto”, en tanto la responsabilidad subjetiva queda subsumida en el objeto droga, dichos como “perdí todo por la droga” o “la droga me maneja” lo ilustran.
En este sentido la responsabilidad no dispensa estructuras clínicas, grupos etareos, ni tan siquiera la condición de soñante. Para Lacan “de nuestra posición de sujeto somos siempre responsables” . Se halla implicada en esta afirmación una condición ética,que nada tiene que ver con sentencias morales ligadas a los valores o los ideales, tales como se promueven en algunas curas.
De este modo será preciso evaluar caso por caso la función de la droga, absteniéndose de prescripciones del estilo de “no deberás drogarte”. Se apunta a lo singular del sujeto excluyendo recetas universales del tipo kantiano.
Con el concepto “ética del psicoanálisis”, Lacan propone lo original que Freud aporta y las consecuencias que de ello se desprenden. Por tanto, la ética psicoanalítica implica una especificidad que la distingue del resto de las curas; esto se basa en el modo distintivo en que el analista responde a la demanda de quien lo consulta y en ello se sitúa su responsabilidad. En este sentido es que Lacan refiere que “la ética del psicoanálisis es la praxis de su teoría”. En el seminario que le dedica al tema (el séptimo), afirma que “si hay una ética del psicoanálisis es porque el analisis aporta algo que se plantea como medida de nuestra acción”. Allí se ubicará el deseo y con ello la diferencia fundamental con las Escuelas filosóficas de la Antiguedad que consideraraban a la ética, como ética de los bienes y a través de la busqueda de su consecución era como se media la moralidad de sus acciones. Por el contrario, la ética psicoanálitica es aquella que ubica la relación del sujeto con lo real de su síntoma.
El descubrimiento freudiano conocido como giro de los años 20’, con su “más allá del principio del placer”, pone de relieve que la lógica que rige para el sujeto no es la del bien. El sujeto no aspira a su bien y el toxicómano lo hace patente con la repetición de su acto: “sé que me hace mal”, “ya no me pone como antes”, pero sin embargo el consumo no se detiene. Podemos suponer allí la repetición como lo esencial del síntoma en su costado real, indicando que allí algo no cesa de escribirse.
Este hecho resulta desconcertante para la medicina y es lo que las “terapias modernas” (neurociencias y las terapias cognitivo conductuales) se abocan a “corregir”, mediante técnicas que borran la singularidad. Por el contrario, la indicación freudiana dada en 1898 se sostiene en la ética psicoanálitica: “las curas por abstinencia tendrán un éxito solo aparente si el médico se conforma con sustraer al enfermo la sustancia narcótica sin cuidarse de la fuente de la cual brota la imperativa necesidad de aquella” . Esta consideración hace hincapié en que el acento debe estar puesto en las condiciones subjetivas y no en la sustancia a fin de precisar el lugar que ocupa para ese individuo.
No se hacen esperar las consecuencias nefastas en la clínica, cuando el terapeuta –sea este de la medicina o la psicología-, se empeña en buscar el bien de su paciente. La novela “El conde demediado” de Italo Calvino, refleja maravillosamente a que conduce el empeño de poner al sujeto en la senda de su bien.
Lacan insta a preguntarnos: “¿qué bien persiguen exactamente en relación a su paciente? (...) tenemos que saber en cada instante cuál debe ser nuestra relación efectiva con el deseo de hacer el bien, el deseo de curar” . Ya que la posición analítica implica un no-deseo de curar, que es aquello que Freud aconsejaba como curarse del furor curandis o furor sanandis.
Tal como fuera mencionado, el imperativo de la época actual empuja hacia un goce voraz e ilimitado de consumo de infinidad de objetos (siendo la droga uno mas en la serie) como modalidad de colmar una insatisfacción estructural. A diferencia de lo que ocurría en la Antiguedad, donde los bienes eran entidades metáfisicas, en la posmodernidad, han sido degradados a la categoría de objetos masivos, producidos en serie (los made in China) con los cuales el sujeto actual intenta consolarse, a través de un intento infructuoso de obturar su falta. Lo fallido de esta operación radica en que con un tapón universal se intenta colmar un agujero singular y único. Coincidimos con Tarrab, para quien “la respuesta de la época es la de poner un objeto del mundo, en el lugar de la inexistencia del objeto” .
Un análisis tenderá a circunscribir ese agujero y acotar el goce desmedido generado por los intentos del sujeto por colmarlo. Localizar el goce conduce a su apaciguamiento.
El desafío, pero también la apuesta, que hacemos como psicoanalistas, consiste en lograr un desplazamiento del goce desregulado que otorga el consumo al que provee el dispositivo analítico, esto es al goce del decir.

Autoras: Lic. Cecilia Castelluccio (*) y Lic. Silvia Zamorano (**)

miércoles, 17 de junio de 2009

Literarias: Dos bocados

Era una de esas tardes frías de julio, donde el sol falla una y otra vez en esparcir su luz tibia y calentar los cuerpos. El auto se movía rápidamente sobre la ruta, dejando atrás un vuelo de árboles tristes, y las líneas blancas que marcaban el centro del camino se escapaban como abejas asustadas.
Dentro, el niño mayor apenas canturreaba y el menor pegaba su nariz al vidrio, más ocupado en juguetear con el vapor alrededor de su rostro que en apreciar el paisaje.
El hombre oía sin interés los sonidos lejanos de la radio encendida, palabras incomprensibles y ajenas.
Las imágenes volvían y hacían eco en sus sienes, mientras su esposa –muy lejos de todo aquello- se entretenía con una revista de modas. Ése día él había llegado a la oficina como siempre, había saludado a todos, se había servido un café amargo, y se había acomodado en su escritorio, frente a los papeles y la computadora. Las mañanas eran últimamente, largos tramos de aburrimiento y escenas previstas. El hedor del tiempo que transcurre sin sorpresas empezaba a meterse en sus horas.
El sol caía con prisa, anunciando una noche sin grillos y una niebla azulina sobre la luna.
El silencio abrazaba las cosas y los sonidos, ahogando los restos de música en la radio y apretando las gargantas con indiferencia.
Todo empeoró cuando el auto se detuvo y no volvió a marchar.
La mujer despertó sobresaltada y pidió al marido intentarlo de nuevo. Los niños reían, alejados de la preocupación, divagando en juegos absurdos, brillando sus ojos con una luz desconocida.
Quedaron a oscuras, sin radio, sin palabras, sin movimiento. El hombre intentó ver qué sucedía, revisó una y otra vez el motor aún tibio. Nada explicaba aquello. El camino parecía vacío, como si la noche fuera un agujero de nada hundiendo a los desprevenidos.
El hombre sentía la presión en su cabeza y no hallaba las aspirinas.
La mujer comenzó a sollozar, rogando por algún automovilista despreocupado, alguna linterna encendida, algún atisbo de presencia humana. Sólo quería volver a su casa. Desde que habían nacido sus hijos, el hogar era su única preocupación. Se movía con eficacia y comodidad entre las paredes, bien decoradas, y los muebles de las habitaciones, convirtiendo ese espacio en el único posible, el único pensable, el único seguro. Atrás había dejado al canto, los años de clases, los ejercicios respiratorios y las arias italianas, como fotos olvidadas con polvillo de tiempo malgastado y bordes humedecidos, con perfume a viejo, a museo de antigüedades. Ahora no tenía más deseos que ser una buena esposa y una buena madre, sobre todo el bien para sus hijos.
Los niños reían ruidosamente, y cantaban alguna canción extraña de palabras irreconocibles.
¿Chicos, qué cantan? ¿pueden hacer silencio de una vez?
Las vocecitas crecían imperceptiblemente, como violines sin dueño que subían y ceñían los oídos, se mezclaban con risitas y espamos entrecortados.
¡Cállense!
Casi como bocinas y ladridos, mezcla de sonidos confusos, las vocecitas continuaban, irremediablemente, el camino hacia el dolor en los oídos.
Los ojos del hombre desorbitados. Los de la mujer, con espanto.
Resonaban, inteligibles, las palabras de un mensaje enigmático, de letras sin sentido.
Resonaban hirientes y desencajados los sonidos agudos, las pequeñas bocas abriéndose desesperadas y aumentando increíblemente, hasta superar el tamaño de sus cabezas.
Lenguas negras, saliva espesa, dientes afilados.
Un bocado.
Dos bocados.
El silencio atrapó la ruta, el auto. Los cuerpos adultos, inertes.
Sólo cayeron como ecos unos extraños sonidos, palabras indescifrables.
Unos raros sonidos, ínfimos, pequeños, inofensivos.


Carolina Bugnone 16/8/01.

martes, 16 de junio de 2009

Psicoanálisis: Como meter a Lacan y a Foucault en la cárcel

Este material fué publicado por primera vez, el año pasado en blog "elpsicoanalistalector" por gentileza de Pablo Peusner. Se trata de los contenidos del trabajo con un grupo de psicoanalistas que desempeñan su tarea con pacientes dentro del Servicio Penitenciario Bonaerense, específicamente dentro de los penales. Están trabajadas a continuación algunas cuestiones teóricas y dos casos clínicos.



Como meter a Lacan y a Foucault en la cárcel


Introducción

Les voy a proponer abordar el trabajo que realizan como psicólogos en unidades carcelarias, desde la perspectiva del psicoanálisis. No todo psicólogo, ni todo profesional vinculado a la salud mental dentro de esa institución está interesado en el psicoanálisis. Es mas frecuente escuchar una práctica vinculada a la readaptación, a la culpabilización, y a una modalidad de reeducación. En este sentido preguntarse por el sujeto del deseo es únicamente un asunto del psicoanalista. En otras palabras la posición de un psicoanalista en la institución penal, supone ir mas allá de la confesión del delito, es decir pensar al sujeto del inconciente.
Entonces ¿podemos llevar el psicoanálisis a la cárcel? Si pero con la condición de hacer trabajar al sujeto del inconciente. El fundamento de esta propuesta se sostiene en que el psicoanálisis es una práctica que requiere de quien la ejerce, que realice una lectura, una puesta en relación de aquellos términos que escucha atentamente, este es un punto clave. La propuesta tiene la ambición de allanar el camino frente a estas cuestiones (asistencia de los internos, o realización de informes) eminentemente clínicas. Para ello sugiero que retomemos algo que resulta cotidiano en el abordaje de pacientes en la condición de encierro. Lo habitual dentro de las cárceles al momento de la clínica, no se vincula con una demanda espontánea de un interno, o con el sufrimiento que genera un síntoma, sino con el pedido expreso de la institución. Cabe agregar, que existen casos donde la presentación es más ligada a un síntoma o una pregunta, solo que esta forma es menos frecuente. Para decirlo todo la institución nunca deja estar entre el paciente y el psicoanalista: formulado en términos de que hay que atender o hacer el informe de una determinada persona porque desde la institución así se exige.
Muchas veces la tarea de asistencia o de informes psicológicos deriva en interpretaciones que no parten de leer e interpretar lo que se dice. En este sentido parece que la dirección en el trabajo está dada por hacer coincidir determinados rasgos observables, con manifestaciones de la conducta o la personalidad. Esta tarea es más cercana a un perito que a un psicoanalista. Entonces, leer en la entrelinea, implica mas que reconocer elementos, enfatizar en el modo de relación de los mismos. Un argumento solo, un rasgo solo, o varios rasgos acumulados dan cuenta más de un relevamiento que de un análisis. Un argumento solo, un rasgo solo, o sea no considerado en articulación con otros, genera una absolutización, una desarticulación de las relaciones de lo dicho por el paciente, fijando una causa carente de poder explicativo. Recordemos que Lacan “Subversión del Sujeto…” señala con énfasis el valor de las razones del sujeto, cuestión que exige la marcha de una argumentación. Retomando, vamos a intentar trabajar cuales son las condiciones para establecer de que manera es posible la tarea de un analista en la institución carcelaria.




Parte I

Para esta tarea consideraremos dos ejes teóricos: A) el texto de Jacques Lacan “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”; B) El libro de Michelle Foucault “Los anormales”.
¿Por qué estos dos autores, y con un recorte de la obra de cada uno? En ambos se encuentra un planteo respecto del sujeto que se supone a un discurso. Por caminos diferentes y con tratamiento diferente se interesan por el modo de articulación del sujeto con el saber y la verdad. En ambos el discurso es el punto de engendramiento de la verdad. Lacan en su definición del inconciente freudiano, y Foucault en el tratamiento de la anormalidad como asunto del saber jurídico. Los dos autores están atentos a la ciencia moderna, por lo tanto trabajan con interés notable el concepto de sujeto.
Entonces como ven, se trata de pasar de la sola escucha del sufrimiento –esto no es exclusivo del psicoanalista, podría ser campo del médico, del sacerdote,etc.- a una escucha inseparable de la lectura de eso mismo que escuchamos. Pasar de un solo elemento a varios articulados. Si sólo escuchamos, se hace difícil pasar de la psicopatología a una trama argumentativa, y en consecuencia queda por fuera establecer cuales fueron las relaciones que configuraron una respuesta subjetiva singular.

La primera consecuencia de no realizar este análisis es caer en el sentido manifiesto, olvidándonos de la enseñanza de Freud. El no se quedó en que la histérica era como es, no planteó que era una insatisfecha insoportable y que además no sabe lo que quiere, tampoco formalizó un pronóstico o estadística de la recuperación. Su jugada fue por otro camino, la puso a hablar no obstante lo estridente de su presentación. Es cierto que la interrogó en su consultorio y no en una institución. Pero no retrocedió la puso a hablar y fue en busca de la causa, caso por caso. Entonces los invito a leer los rasgos -¿ psicopatológicos?- de los internos que tratan, no solamente por lo llamativo o la gravedad , sino como el fenómeno que debemos interrogar, suponer allí un significante, y para ello la clave es el INCONSCIENTE. Traten de dejar caer una cuestión de pronóstico, casi lineal. Por ejemplo si X es así, y siempre lo fue es poco probable que cambie. Adviertan que la presentación de cada paciente pone en juego una elección realizada por el sujeto, es parte de la tarea del analista estudiar las condiciones, o la escena que determinó cierta desición.
Desde el psicoanálisis guiándonos por la teoría de Lacan , tomaremos el inconciente como una cadena de significantes a la cual se le atribuye un sujeto, vamos a partir desde allí.
A la vez con el citado libro de Foucault, tenemos una entrada desde lo jurídico vinculado un discurso que pretende un efecto de verdad. El acento cae sobre las faltas al pacto social, y un sujeto responsable. Desde este autor lo punible es un acto, articulado al sujeto responsable. La perspectiva es la anormalidad capturada por la trama jurídica como explicación de una falla de lo natural.
El pensamiento científico de los años sesenta otorga un lugar clave a la función discursiva, siendo los cortes el punto de emergencia del sujeto. Es por medio del discurso que se captan ciertas discontinuidades, tanto para la idea de sujeto del psicoanálisis como del sujeto jurídico. Recuerden que para Foucault, lo punible es un acto, y no la persona.
En ambos autores, hay una teoría del sujeto ligada al discurso con la diferencia que en la teoría de Lacan se necesitan cuatro términos para pensarlo, y la de Foucault es binaria. Esto es el sujeto del significante es representado por un ste dentro de un acedena de stes, para otro ste también en una cadena de stes, lo cual articula dos cadenas dos escenas, para Foucault se trata de un desdoblamiento del sujeto en un discurso, aparecen en un mismo plano el acto punible y el refuerzo de la anormalidad que impulsa.
Ninguno de los autores elegidos, aceptó la historia en términos de destino, aunque no rechazaran la organización cronológica. En Foucault, es al decir de Milner arqueología y no historia el nombre adecuado a su método. Esto porque desentraña los mecanismos de poder inmersos en cada tiempo y su especificidad. Podría pensarse que en el psicoanálisis la historia fija los stes que circularán entre el sujeto y el Otro, pero el sujeto pese a la determinación, puede elegir.
Retomando nuestro tema la tarea a la cual ustedes como psicoanalistas son convocados desde la institución, es decir dar cuenta de la condición subjetiva de alguien que cometió un delito una falta en lojurídico-penal, implica poner en conexión lo íntimo y los procesos públicos. Vean la proximidad del trabajo que realizan con cuestiones teorizadas por Foucault y por Lacan. En los dos lo discursivo tiene el poder de desnaturalizar al hombre, de poner en cuestión la naturaleza del hombre, estableciendo la determinación del discurso como marco para pensar al hombre como sujeto. Espero quede entonces, justificado porque el punto de inicio son estos autores.

Cuando los psicoanalistas que trabajan en la cárcel, comienzan tratando de maniobrar con la demanda institucional. Entonces si hablamos de demanda resulta extraño no referirnos al deseo. Es posible localizar la demanda institucional, pero no sucede igual con el deseo. Les propongo a modo de hipótesis, pensar la institución operando como una otredad de la pura demanda, comparable al Otro que sitúa en el piso inferior del Grafo del deseo. Quedarse en el registro de la demanda como si no no existieran otros niveles del grafo. De ahí lo insoportable de dicha institución, nunca la falta es del Otro siempre la barra afecta al sujeto En otras palabras Otro leído sin barra, con un sujeto excluido de la batería de significantes, por lo tanto no representado. Hagamos una aclaración, no representado si el analista no se ubica como un experto de su ciencia. Vale decir que si asume un rol de especialista, por ejemplo en personalidades delictivas, si está representado. Si todo aquello que refiera a la falta- en el sentido estructural- , es tratado como un defecto o un déficit de la persona a tratar y corregir.
En términos de Foulcault, el experto detenta un saber cada vez mas especifico, producido por un dispositivo de poder, en el cual surgen enunciados con valor de verdad. Si bien este autor no trabaja con la conceptualización de cadena significante, da cuenta de la determinación de los enunciados por medio del discurso. El dispositivo de poder engendra la figura del experto y del anormal, el discurso jurídico establece ambos términos. Lo patológico es una significación y no una realidad material, y a partir del lugar del experto, la anormalidad pasa a sustancializarse.
En este libro de Foucault, no hay una definición detallada de que entiende por discurso, pero si da algunas características que vamos a considerar. Habla de enunciados y les atribuye un sujeto, donde enunciado y sujeto quedan mutuamente determinados por la verdad que engendran. Entonces los discursos se componen de enunciados y se enlazan con una posición un sitio desde el cual se los enuncia. Notemos que no hay sujeto por fuera de la verdad del discurso. A los discursos les atribuye tres propiedades a la vez:1) Determinan de manera directa o indirecta, la libertad o detención de un hombre; tienen poder.2) Funcionan como una verdad, gozan de status científico mas allá de su estructura interna; 3) Presentan un carácter grotesco, que tiene el poder de decir cualquier cosa. Entonces quedan íntimamente ligados discurso saber y efectos de poder.
En el primer capítulo, lee algunas pericias psiquiátricas de los años 50, que pese al paso del tiempo son actuales, esto es porque su coherencia interna parece no haber evolucionado. Describe algunos delitos respecto de los cuales para la aplicación de la pena se apela a la pericia. En mi opinión comparable a los informes que se solicitan a los psicólogos en penales. Se realizan descripciones de los rasgos de personalidad del imputado, se lo define con términos como “inmadurez afectiva”, “dificultad para contener impulsos”, “labilidad emocional”, “sin conciencia de enfermedad”, etc. Veamos a donde apuntan estas descripciones, básicamente a una falla de la personalidad, a un psiquismo mal constituido, que dan luz verde a asociar al autor de un delito con su personalidad. Una suerte de racionalización de los rasgos de alguien que lo acerca más al delito. La llave maestra para esta maniobra es una falta jurídica, lo que al decir de Foucault es lo punible, pero sin embargo, se desplaza la falta a una falla localizada sobre la sustancia de la persona. Entonces, la trama jurídica favorece el pasaje de los sujetos a las personas, así se objetiva el delito. Hay que estudiar a quienes tienen esas conductas, generar un nuevo saber para entender el delito. Como ven, se va produciendo un desplazamiento desde el acto que podría ser reprimido, hacia el defecto personal y la necesidad de corregirlo. La perspectiva histórica de los delitos, planteada en el libro “Los Anormales” muestra que inicialmente, se castigaba exageradamente a modo de ejemplo y advertencia, y esto fue cambiando, en hacer del delito una cuestión de psicopatología. No basta con sancionar en exceso, dado que hay cierta anormalidad en juego. Se amplia el motivo de encierro.
Entonces retomemos nuestro asunto, cual es lugar del analista. Lo que se le pide, desde la institución, es que materialice la figura de un experto. Alguien que tiene un saber bajo la forma del conocimiento “científico” y que además trabaja en una institución que califica para establecer una verdad. Siguiendo a Foucault, el saber se vuelca sobre el autor del delito, más que sobre el delito.
Otro modo de señalar lo anterior, es tomar todos los datos de delito y personalidad en un mismo plano. El defecto constitutivo o adquirido funcionando como explicación de la falta en lo jurídico, crear una personalidad delictiva. Para quienes piensan que a los presos hay que dejarlos encerrados o eliminarlos, y para quienes los leen como víctimas de la desigualdad social- que por supuesto es innegable-, siempre la lectura es de déficit. Lo que confirma el encierro es la adición de un acto que atente contra la ley, y la patología hallada. Es una forma de discurso que captura individuos y los examina para establecer si son corregibles tanto de modo coercitivo como reparatorio. O sea que esta lógica de poder-saber, arroja un saldo doble, un individuo a corregir y un especialista en el tema.
Todo este despliegue supone a una persona con una patología que la impulsa al crimen. No obstante Foucault plantea un sujeto que es distinto de la persona. No lo define en el libro pero algo podemos calcular en la entrelínea. Refiere la condición de sujeto a lo jurídico. Supone sujeto en tanto el derecho lo pudo prever, esto es antes de que alguien efectivamente nazca. La identidad entre sujeto y persona es a posteriori. Dado que antes del nacimiento no se sabe - valga la redundancia- que va a nacer. Foucault introduce la categoría del monstruo, cuando nace un ser con o en diferente condiciones de lo previsto jurídicamente. Se arma un problema al intentar establecer si el monstruo es o no un sujeto para el derecho- como aquel ser que desde su sola existencia desafía las leyes jurídicas y naturales. Va a decir tomando una de sus expresiones “la naturaleza contra natura”. El monstruo se va a acercar al delito, por lo tanto se podrá calcular una monstruosidad subyacente al delito, ahora el delincuente tiene una naturaleza, habrá que conocerla para tratarla. Entonces el delito tiene un lado de desafío al pacto social y a la naturaleza. Por lo tanto en la demanda de lo jurídico y la institución penal, se necesitan psicoanalistas expertos en conducta criminal, que dispongan de un saber específico. Aquí el registro del deseo se vincula, solamente con la transgresión, alguien que prefiere sus propias leyes a las del pacto social. Una especie de deseo de transgredir. Observemos que siempre la critica de Foucault, se dirige a cuestionar la naturaleza del hombre a partir del dsicurso. El monstruo barre al sujeto, porque implica criminalidad y buscar la monstruosidad de todo delincuente. El saber sigue siendo el conocimiento científico del experto –psicólogo, psiquiatra, perito- el criminal posee una falla natural.
Ahora bien tanto desde el psicoanálisis como desde la perspectiva foucaultina, pensar un sujeto del discurso implicaría una verdad y un saber del sujeto. En este sentido calcular un saber dado un sujeto del discurso, es diferente de arrancarle la confesión. La confesión en sí, no es argumentativa, solo confirma que alguien se asuma culpable.
Precisemos la demanda institucional al psicoanalista, por ejemplo que genere informes y tratamientos psicoterapéuticos, con los cuales predecir y advertir sobre el comportamiento de los detenidos. Elementos elevados a un valor comparable con las pruebas facticas del delito -supralegalidad-, dado que influyen en la libertad, detención, acceso a beneficios, etc. El analista es llamado a una participación clave en el establecimiento de la verdad jurídica. Foucault denomina a estos efectos poder del discurso sobre la realidad. El informe demandado permite asegurar lo delictivo con elementos que no son el delito como los rasgos de personalidad. Es una forma de ajustar lo motivacional al punto de partida del delito. Desde el informe se justifica la corrección, que reúne en un elemento curación y castigo. Se deja afuera la historización del sujeto como sujeto del deseo, quedando solamente el retorno a lo judicial, como fallado, se sabe de la falta a la ley, pero no que significa para quien la cometió.
Entonces si bien Foucault no suscribe al psicoanálisis, y su punto de apoyo es lo jurídico, critica la sustancialización del sujeto y de las tecnologías del poder que van en esa dirección. Pone en relación dos términos sujeto y poder, desde una perspectiva en la cual se transforman mutuamente, a partir del saber. Para nosotros el problema, está en la materialización no solo del sujeto sino también del saber en una tecnología y en conocimiento científico. Vale decir la objetivación de saberes y sujetos. Por último la maniobra de este autor lleva a vincular el poder con el saber, a medida que el saber es más específico, los mecanismos de control también lo son.
Ahora desde Lacan el saber es la clave del sujeto. Tiene un saber que desconoce, básicamente se ubica no sabiendo. En este sentido existe un mensaje a descifrar.
En otras palabras si no entra en juego la formulación de las razones por las cuales alguien decidió lo que decidió, se ausenta la especificidad de psicoanalista.
Entonces la hipótesis del inconsciente, exige ir a las razones que determinaron una elección en una constelación dada. Hablar de constelación supone considerar las coordenadas que estaban en juego al momento de una decisión. Cito a Lacan en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, página 775: “ Nos topamos con algunas dificultades en un medio infatuado del mas increíble ilogismo lo que supone el hecho de interrogar al inconsciente como lo hacemos, es decir hasta que dé una respuesta que no sea del orden del arrebato, o del derribamiento, sino mas bien que diga porque.” Propongo estas palabras de Lacan, para acentuar que la clave está en descifrar en orientarnos por una argumentación. Para que exista un argumento hay que poner en relación los datos que se obtienen.
Piensen la pregunta a cerca de que condición de sujeto hay allí, que ya no es lo mismo que la persona. Es por la vía de suponer un sujeto inconciente que podemos ir en busca de la causa del porque, que es distinto de centrarnos en lo sustantivado de una persona. Se trata de que al hablar alguien de cuenta de su situación respecto de lo que le fue dicho por sus otros, cual es el lugar que tiene en esa constelación. Si consideramos el “Hombre de las Ratas”, Freud da un lugar central a lo que el paciente dice sobre su historia y a que lugar le fue adjudicado en la familia, Vayamos al texto en la página 156 de la edición de Amorrurtu, dice “Ahora debo entrar en los detalles del ocasionamiento de la enfermedad de nuestro paciente. Su madre,..., había sido criada en el seno de una familia rica...Y su padre simultáneamente con el casamiento entró al servicio de la empresa, y así por su elección matrimonial obtuvo un pasar bastante bueno. Por recíprocas burlas entre sus padres, el hijo supo que algún tiempo antes de conocer a la madre, su padre había hecho la corte a una muchacha pobre y linda... Tras la muerte de su padre, su madre le comunicó que entre elle a y sus parientes ricos se había hablado de él......”. Fíjense que para dar cuenta de lo que le pasa a su paciente, Freud recurre a lo que llama la “prehistoria”, y de allí lee cual es la posición que tiene dentro de su familia. Acentúa, esto que el paciente sabe de su historia.
Lacan le atribuye un sujeto a lo inconsciente y no al organismo viviente, y lo pone en relación a un saber. Rechaza la unidad del sujeto y la idea del sujeto de conocimiento en tanto implica que lo psíquico dependiera del organismo. Hay cierta semjanza con el planteo de Foucault. La subversión respecto de la sustancialidad está dada por suponer una lógica al inconsciente, habilitando una argumentación. Se apoya fuertemente en los argumentos, excluyendo en consecuencia que lo inconsciente sea explicable de otro modo. La pregunta es por una causa que lejos de estar en las profundidades del ser, está en la entrelínea de los discursos que atraviesan a cada paciente, entre lo que se sabe y lo que no se sabe. Es notable que como Foucault, saca lo profundo de la personalidad, para señalar que el problema está en el discurso, y los efectos de este sobre la realidad.
Para ir cerrando esta primer parte, se trata de escuchar y de leer lo que alguien dice. Nos guiamos por la existencia de una causa inconsciente y de una elección jugada en ese plano. Para ello hay que establecer relaciones entre los argumentos, construir la constelación desde la cual opera un pensamiento no pensado conscientemente. Si nos reducimos a la sola descripción de los fenómenos, dejamos por fuera la enseñanza de Freud.




Parte II

Si consideramos al sujeto humano hablante atravesado por el discurso jurídico es inevitable la referencia al concepto de normalidad. Entendida como el ajuste que el discurso jurídico prevee para los individuos de una sociedad, en esa dirección nos encontramos con un término frecuente en nuestro ámbito: salud mental. Es portador de la salud mental aquel que logra comprender las normas y aquel capaz de asumir la responsabilidad de su conducta en relación a dichas normas.
En el sistema penitenciario, la salud mental es un factor que hace variar las condiciones del encierro, desde el tipo de cárcel, hasta la duración de la pena. Entonces el primer problema es establecer como analistas, situar como abordamos esta cuestión. Para ser más exacto, no hay forma de desentenderse del problema que implica el concepto de salud mental, trabajando en una institución destinada a personas que faltaron al pacto social.
Es frecuente en instituciones y dispositivos asociados al saber médico, vincular la salud con las capacidades de una persona. En este sentido se trata de un concepto de persona o individuo pensado como una unidad –valga la reiteración capaz de responder por si mismo. Lacan en “Subversión del sujeto…”, nos da una pista, dice que el sujeto para el psicoanálisis no se corresponde con el sujeto de la psicología. Es bien claro al señalar como la diferencia fundamental es para el psicoanálisis, la inexistencia de unidad o recubrimiento entre lo psíquico y lo orgánico, no hay posibilidad de autoconocimiento dado que el sujeto se constituye a partir de los significantes que provienen del campo del Otro. Entonces se nos amplia el problema porque si tenemos un sujeto efecto de una combinatorias de significantes es mas difícil imputarle la autonomía que exige la aplicación del concepto de salud mental. Pensarlo como capaz o incapaz, no resuelve nada, salvo un problema administrativo o de clasificación. Lacan indica que si el psicoanálisis lleva al sujeto hacia algún lado, es hacia a un desciframiento de aquello que padece, cifrado en relación al campo del Otro. En este sentido nos alejamos de la psicopatología, recordemos la metáfora utilizada en “Subversión…”, es un sujeto que lleva un tatuaje con un mensaje en el cuero cabelludo, y por lo tanto no puede leerlo, aunque si sufre las consecuencias de ese texto. Entonces es un sujeto que es efecto y no causa, que se desconoce a sí mismo, por lo tanto no se puede interrogar sin dirigirse a eso que le viene del Otro.
Para Foucault, la cosa es bien distinta, se trata de un desdoblamiento del acto, que da como referencia a la persona o mas precisamente la personalidad –este tema es mencionado en párrafos anteriores-. Esto significa que no supone la existencia de dos cadenas de significantes, que tensan otra escena, sino una sola escena en la cual la personalidad del imputado se torna como la explicación del acto criminal. Por supuesto dicho autor, va a criticar esta maniobra realizada desde el lugar de quien puede castigar. Para él, el desplazamiento del acto hacia la persona, pone de relieve un problema del discurso jurídico y no una solución. Surge un elemento que el discurso jurídico no pudo anticipar, y por lo tanto no logra explicar. Entonces la respuesta es clasificar y controlar.
Les propongo una palabra clave, muy fuertemente utilizada en el mundo psicoanalítico pero que en realidad no le pertenece, al menos con exclusividad. La palabra es responsabilidad, consideren que establecer la responsabilidad de un acto es un problema del juez, sin embargo es muy común como maniobra en un análisis señalar a alguien su responsabilidad. Esto es algo que se puede hacer con una persona un individuo pero no con el sujeto del inconciente. Tratar al sujeto del inconciente como a un yo no es la vía del análisis. Piensen en la descripción de “Subversión del Sujeto…”, Lacan dice que al sujeto de lo caza en el intervalo, es un efecto, entonces como hacen para responsabilizarlo, no se lo caza diciendo “es usted, hágase cargo”. No obstante, esta es la función del juez, fijar al responsable de un acto o de un hecho, aunque dentro del psicoanálisis lo tendemos a confundir. Si en cambio, podemos pensar que la noción de responsabilidad es el elemento que articula sujeto e individuo, si genera una pregunta y el deseo de avanzar en ella. La responsabilidad solamente implica la capacidad de responder jurídicamente, para llevarla a un análisis hay que hacer algunas maniobras que habiliten una otredad, otra referencia que no sea solamente la persona que habla. Digámoslo con todas las palabras, se trata de pensar un deseo en abrazo con otro deseo – esto está trabajado por Lacan mediante el recurso de la topología, por ejemplo con los dos toros abrazados- y no como un aspecto en el interior del individuo.
Entonces una alternativa para recortar mejor la posición del analista, es vincular la salud mental con la responsabilidad con el derecho y poner sobre la mesa que eso no es el deseo. Tenemos la dificultad que la práctica de la clínica psicoanalítica en la institución penal, implica vérselas con esta demanda, es decir fijar los límites de la responsabilidad y la normalidad. Esto significa que en la institución, al menos en tanto fenómeno la demanda es tratada como desenlazada del deseo, por medio de una serie de exigencias concretas que afectan a quienes se desempeñan allí. En el discurso del orden social, el deseo no cuenta como estructurante del sujeto humano hablante. Como dice Foucault, el deseo para los dispositivos de control queda ligado a un deseo de transgredir únicamente. Siguiendo esta dirección en “Psicoanálisis y Medicina “, Jacques Lacan señala que el médico ejerce su saber en el campo de la demanda, sin considerar el deseo. Aclara que no es necesario ser un entendido para detectar que existe una diferencia clara, entre lo que alguien pide y lo que quiere. Hace de esta diferencia no solo un elemento clínico sino también un observable en la vida cotidiana. Ejemplifica en relación al médico, que el enfermo lo desafía a que lo cure, le pide que le restituya la salud pero que esto no sugiere que sea lo que enfermo quiere, y habilita la leer allí que el paciente podría no querer ser curado. En principio tenemos que la demanda se articula con un poder de resolución otorgado al médico, también vale para el analista. Siguiendo con Lacan, el médico responde recetándose a si mismo. Dicha figura es compatible con la de un experto un especialista, versión antagónica con la posición del analista. Considero comparable la situación del médico respecto de la demanda del enfermo, con la situación de un analista respecto de la demanda institucional. Es decir queda cegado respecto de lo inconciente, considerando solamente que debe responder. Para aclararlo, se vuelve de mas importancia en la demanda institucional la clasificación, la psicopatología, la personalidad, que lo que alguien quiere para su vida y de que modo se arregla con eso.
Ahora bien recordemos que la institución, la cárcel en este caso presenta enunciados con valor de verdad, al referirse al dar su versión sobre alguien. Son enunciados más del lado de una doctrina que de la ciencia, pero que invocan el amparo de la ciencia en su justificación. Expresan una necesidad originada en lo jurídico. Foucault en el libro “Los Anormales”, nos recuerda que el juez moderno para cumplir con el principio de íntima convicción, necesita una serie de elementos que valgan en su poder demostrativo, que van más allá de las pruebas del delito. Por lo tanto demanda a alguien elevado a la condición de experto que formule un enunciado. Se trata del desdoblamiento nombrado anteriormente, del acto en la persona. Muchos informes y estrategias de tratamiento dentro de la institución penal tienen esta modalidad, y son altamente funcionales.
Observen que desde la institución, surgen enunciados que circulan sin pertenecer a una posición enunciativa, es decir nadie o todos los dicen. Entonces podemos comparar al enfermo y a la institución en tanto, exigen respuesta pero ignorando que es lo que quieren para cada interno, y generando un partenaire del que se espera el saber.
Cual es la maniobra que introduce el psicoanalista, hacer entrar el deseo, tanto su deseo de analizar como el de aquel que pide análisis. Digo maniobra del analista y no del psicoanálisis porque si bien el deseo es la llave maestra para acceder al psicoanálisis, es el analista quien hace de esto una cuestión singular.
Parto de leer al tratamiento psicoanalítico, como aquello que va a modificar la posición del sujeto en dirección al lazo social, más que de considerar la salud mental del paciente. Se va a modificar la relación del sujeto con el Otro, mas precisamente con Otro que existe en tanto barrado. Recordemos que el motivo del encierro, se inicia en una falta al orden social, al pacto social. Normalmente se pide que la cárcel encierre y en el mejor de los casos readapte o “cure” al criminal, una suerte de encamisado que lo rectifique, que lo ponga a punto para la inserción social. Lo usual es que esto falle, y quien está encerrado halle en esa condición la más plena identificación, no por culpa de sus pares sino por un efecto de discurso. Un ejemplo es asumirse como enfermo o fallado.
Entonces en tanto analistas tratemos a la demanda como el sitio –simbólico- donde circula el deseo, donde ningún significante representa al sujeto del deseo pero está presente en el entredicho. Esto implica que a quien atienden algo desea y que si existe alguna posibilidad de cambio subjetivo y objetivo es vía el deseo. En la medida que den cuenta que un interno, es un sujeto humano hablante, que desea se podrán pensar otros modos de lazo social, pero en función del deseo. Si en nuestra brújula el norte lo fija la condición deseante, desde allí alguien podrá modificar su relación al pacto social a la ley. Porque se pondrán en conexión, deseo ley y un modo de goce. El pacto social será el operador que haga posible que el deseo circule, entre el sujeto y sus otros, dando lugar a una nueva forma de relación y de goce. El hecho de un cambio de conducta para nosotros como analistas, es por añadidura de seguir por la vía del deseo. Vale decir que alguien deje de robar podría suceder porque descubrió algo que quiere para su vida, y que por ejemplo robando y estando preso no puede hacerlo. Si avanza con eso que descubrió seguramente, su modo de vínculo social, con la ley con el deseo y con el goce estarán modificados. Esto es mas allá de la salud mental y la psicopatología Usualmente el estigma de criminal, chorro, delincuente, conllevan una percepción del modo de goce vinculado a lo enfermo o la perversión en sentido corriente, es una lectura desanudada del deseo.
Para finalizar, nos vemos convocados por una demanda que proviene desde lo jurídico, podríamos pensar como sujeto del derecho a aquel capaz de responder por sus actos, de asumir las consecuencias de los mismos. Ahora bien ¿alcanza esto para pensar en un análisis? entiendo que no. Poder responder no implica querer hacerlo, cuando se da el pasaje de poder responder a querer saber a cerca aquello que causa sufrimiento, allí están las condiciones para el análisis. Esta es la jugada que perfora la demanda, que permite responderla sin quedar tomado por sus términos, pasar del hombre institucionalizado al sujeto de deseo.
Para finalizar, la salud mental asociada a la posibilidad de responder, es un problema jurídico, para nosotros la cuestión está del lado querer saber. Es distinto que alguien descubra que desea algo y se proponga ver como avanza en ese camino, que fijar si puede hacerse responsable o no.




Parte III

Vamos a tratar de redondear algunas cuestiones planteadas en las clases previas. En esta oportunidad, los ejes serán el informe psicológico y la figura del experto, tratando de aproximarnos a los fundamentos que los avalan.
La primer cuestión es la siguiente, el informe psicológico para los analistas que trabajan en instituciones, es un paso obligado. Concentra una exigencia burcrático-administrativa, y la versión que se tiene institucionalmente de un interno. Además es un elemento que cuenta con el poder de influir en el destino de alguien en condición de encierro. Entiendo que su poder es alimentado desde dos fuentes a la vez, como las dos caras de una moneda, una el saber que inviste a quien lo realiza, y otra la el status científico que se le adjudica.
Muchos de aquellos con experiencia en los penales habrán notado la preocupación que genera el informe a los internos. Esto se debe al valor que inviste al informe, por ejemplo puede otorgar o limitar el acceso a algún tipo de beneficio durante el tiempo de la condena. Sin exagerar hay veces que el juez como explicación de alguna determinación, confronta al interno con lo escrito por el psicólogo. Se imaginarán el efecto de esta maniobra, en un tratamiento iniciado intramuros. En suma todo este rodeo, es para hacer palpable el poder de lo que se escribe, y señalar porque es de nuestro interés.
Ahora bien, retomando el primer capítulo de “Los Anormales” de Michel Foucault, posiblemente les llame la atención como comienza el libro. Recuerden que es una compilación de la desgrabación de un curso que dictó por el año 1971. Se dirigió al auditorio, leyendo algunas pericias psiquiátricas realizadas en Francia en los años 50, por prestigiosos psiquiatras. Foucault entonces para trabajar sobre la anormalidad, partió de los informes psiquiátricos de personas acusadas de algún crimen, y del valor otorgado a aquello que estaba escrito. Veamos las cosas de este modo, el anormal-primeramente nombrado como monstruo- lo es a partir de lo que se escribe en términos jurídicos, acerca de él. Voy mas fuerte en esta apreciación, el anormal es un invento del informe, capaz de trascender a quien lo escribió. Retomando la explicación foucaultiana, se trata de hacer coincidir un delito con la personalidad de aquel que lo cometió. Es materializar el delito en las personas adjudicándoles algún tipo de falla, y desde esta perspectiva, dos medidas encerrar y curar. Siguiendo el trabajo arqueológico de este autor, el acto o el delito cobra su significación a partir de la personalidad de quien lo comete. Hoy en día, continua la tendencia en los informes es a describir comportamientos y conductas provocadas por algún déficit, endilgado a la personalidad. Cabe agregar que el origen del mismo puede ser orgánico, social, o psicológico, pero siempre es individual.
Esto es una exigencia de lo jurídico, que lleva a poner en escena elementos que no se vinculan con el delito. Por ejemplo los rasgos de la personalidad, que no solo ofertan efectividad en la explicación sino que además pasan a tener valor predictivo. Les sugiero no perder de vista, que el discurso jurídico genera su propio objeto, a las vez que amplia su dominio sobre el mismo. Tomo unas palabras de Lacan del Seminario XVII, “…Probablemente será, de las tres, la época más importante, puesto que este año se trata de tomar el psicoanálisis del revés y, tal vez, precisamente darle su estatuto, en el sentido del término que suele llamarse jurídico. Esto, en todo caso, siempre ha tenido relación, y en el mayor grado, con la estructura del discurso. Si no es así, sino es en el derecho donde se palpa de que modo el discurso estructura el mundo real, ¿dónde va a ser? Por eso no estamos menos en nuestro lugar aquí que en cualquier otra parte.”(Producción de los cuatro discursos, página 16, ed. Paidós). Si bien Lacan esta refiriéndose a un cambio de lugar que tuvo que hacer para dictar su seminario, me parece adecuada a nuestro tema su forma de pensar el derecho, diría lo jurídico. Privilegia al discurso de derecho para ordenar la realidad. En general la demanda de la institución penal invierte esto, es decir hay una realidad y el discurso –el informe por ejemplo- da cuenta de ella. La anormalidad implica un tratamiento sustantivado del sujeto y más aun del delito. El discurso pasa a funcionar no como el punto de engendramiento de aquello a lo que se refiere, sino como una descripción de un observable.
En términos de la ciencia moderna el discurso jurídico, es el movimiento inverso al que introdujo Descartes. Aclaremos esto, para el idealismo de Descartes, solo se tiene conciencia del yo, fundado en que piensa. Pone en cuestión las cualidades sensibles. Para lo jurídico, es como si existiera una individualidad empírica, capaz de determinar al yo. Esta es la posición de la trama o la trampa del discurso jurídico. En esta versión no solo hay un yo que se gobierna a si mismo, sino que además hace uno con la sustancia. En cambio la ciencia moderna formaliza, despoja de cualidades sensibles. El psicoanálisis que tiene como condición a la ciencia moderna, opera sobre el sujeto, que esta produce, y no sobre un yo. La ciencia para el psicoanálisis no es un ideal -como si podría serlo para el juez que pide un informe-, Lacan señala que para avanzar solo se autoriza en la práctica. Entonces maximizando algunas diferencias tenemos que el sujeto del inconciente a no tiene si mismo, ni reflexividad, ni conciencia. Se lo caza, por estar vinculado al deseo y no a un déficit.
En otras palabras, los enunciados del discurso jurídico, hacen de la realidad que generan una realidad sustancial e invocan el ideal de la ciencia como soporte. Pese a que se materializan en la institución, no suponen posición enunciativa, por lo tanto son inapelables. Van del sujeto al individuo, por lo tanto, solo es posible aislar, y curar. La anormalidad encarnada en el delincuente no es subjetiva, sino que reside en un individuo con déficit demostrable científicamente y por lo tanto supone poder anticipar consecuencias. Si volvemos sobre algunas ideas de Jean Claude Milner, se trata de leer un problema y hallar una solución, cerrando el asunto que constituye el punto de partida. Para él la solución se caracteriza por ser efectiva y borrar el problema mas allá de que sea total o parcial. Los informes psicológicos muchas veces se alinean a esta perspectiva, mas allá de que pudieran estar escritos con vocabulario psicoanalítico. De momento suspendo aquí con el informe para retomarlo luego.
Situémonos ahora en quien escribe los informes. Podríamos nombrar a los analistas, los psiquiatras, los miembros de las juntas de seguimiento, el médico, y algunas autoridades tanto del sistema penal como de las unidades carcelarias. Se impone la pregunta a cerca de que tienen en común al momento de hacer un informe, más allá de las diferencias específicas de cada profesión. Digamos que comparten la posición respecto del saber. No porque sepan efectivamente, -esa no es una preocupación dentro del sistema- sino porque lo que señalen y escriban funcionará con valor de verdad. La prueba mas clara es cuando se solicita por razones de índole institucional que un informe apto para calificar a un interno, sea positivo o negativo, lo escrito se convierte en una verdad, “verificada”. La figura que me mejor define este papel de decir como son las cosas, es la del experto. Alguien que a diferencia de la posición del analista, no interroga, no es preguntón, porque fundamentalmente sabe. No se las ve con una cuestión o con un asunto y respuestas posibles, o formas de leer eso que se le presenta. Va en otra dirección, no desea saber las razones ni, la argumentación que pudieran comandar una escena, porque sabe de antemano. Este lugar de experto, es al cual los analistas en las instituciones somos convocados, y muchas veces intimados a responder.
Tal como lo dijimos antes, al analista lo autoriza su praxis, de acuerdo con el planteo de Lacan en “Subversión del sujeto…”. En eso es bien distinto al experto, porque a este, lo autoriza la institución. Recuerden que además para el experto lo psíquico reviste lo orgánico al modo de una totalidad; y en consecuencia hay conocimiento de esa totalidad. Para nosotros en tanto analistas, el sujeto del inconciente no tiene nada de natural, partimos de un no saber. El punto crucial es que el sujeto de la ciencia, ignora el alcance de su saber y es en esa ignorancia donde se hace sujeto. Para la institución y el discurso jurídico esa ignorancia no es funcional, y la sutura con el experto. No hay deseo del experto como deseo de saber, dado que el deseo de saber implica asumir la ignorancia.
Tenemos hasta aquí algunas ideas de lo que pide la institución, en este caso penal, a los analistas, esto es que hagan informes y que sean expertos en su ciencia. De esta manera se aborda la realidad. Entonces que hacemos con esta dicotomía imposible de reducir, en la institución el analista es un experto o un analista. Les propongo un camino, si nos ocupamos del sujeto del inconciente, de un saber no sabido y del deseo, no es posible perder posición como analistas. En este sentido podrá ser una jugada, responder a la demanda de lo jurídico con el deseo. Con que deseo, el de ustedes de analizar y el de aquellos que les demandan atención. En lugar de señalar los rasgos de personalidad que explicarían la conducta, se trata de alojar sostener lo que alguien quiere para su vida. Informar sobre estas cuestiones implica dar una respuesta legible a la instancia jurídica, sin hacer un anormal de aquellos a quienes atienden. Es contestar a un pedido que fija al interno como deficitario, con un deseo y con una cuestión ética. Es decir poner de relieve la decisión que alguien toma respecto de lo que dice querer. No se trata de hacer del deseo un problema judicial, sino de articular la condición deseante con la vida social. Quizás sea el deseo la herramienta con que se cuenta para tomar posición frente a la demanda jurico-institucional.



Parte IV

Caso clínico de atención intramuros: ¿un anormal, un monstruo?


En esta última clase voy a retomar material clínico, en principio el caso cedido gentilmente por la Licenciada Maria Laura Valente.
A riesgo de resultar un poco detallista, les recuerdo que este caso refleja las coordenadas que comandan la atención intramuros. Paso a describir la escena intramuros, para lograr ocuparse de la tarea de atención clínica, el analista cruza unas cuantas rejas, se ocupa de buscar un espacio de atención, esto es cualquier ambiente que permita tener una entrevista sin ser escuchados por otros. Cada entrevista exige pasar por dicho ritual, y a veces por falta de un lugar apto la entrevista se pospone. Es cierto que las unidades carcelarias cuentan con oficinas y algunos consultorios, pero lo usual dada la cantidad de trabajo es que resulten insuficientes. Para llevarlos al ojo de la tormenta, les cuento que además si algún requerimiento institucional se superpone o como decía no hay sitio disponible, las explicaciones al paciente las da el analista. Hago mención de estas circunstancias para exponer las condiciones institucionales que sujetan a todos los individuos, tanto quienes trabajan allí como los internos. Un último detalle, en muchas oportunidades si el interno a entrevistar no es acompañado por un guardia hasta el consultorio, esta función de custodia, la cubre el analista.
El material está divido en tres momentos que la Lic.Valente fijó para la transmisión. A continuación expongo el caso tal como me fue enviado:


Primer momento:

Comienzo a atender a P, de 26 años, cuando ingresa a la admisión del tratamiento.
Como una actividad profesional “habitual” en la institución, se indaga sobre el inicio de su adicción y de su conducta delictiva. En algunas ocasiones, el hecho de priorizar preguntar sobre estas cuestiones termina orientando los tratamientos hacia una solidificación de procesos identificatorios al significante adicto o “chorro”, sin tener en cuenta la importancia de leer las coordenadas subjetivas en las cuales se produce cierta sintomatología. Otra situación devastadora a nivel subjetivo, sucede cuando se toma la adicción como el síntoma, como la pregunta del sujeto, pero con la lógica del “para todos”, perdiéndose de vista la particularidad del sujeto y del lazo que se genere con ese otro en posición de analista.
Al empezar a preguntar por su familia, P aportó, lo que luego pude leer como una pieza importante para comenzar a formalizar su posición subjetiva. En la primera entrevista me dice “mi mamá me trata como un bebé”. Durante esos primeros encuentros manifiesta “Yo tenía todo en mi casa. Yo me acostaba con mi mamá. Yo la amo a mi mamita. Soy muy pegado a mi mamá”.
En algún momento comienzo a preguntarle por su padre, ya que era notorio la ausencia de referencia del mismo en el discurso del paciente. Encuentra grandes dificultades para decir algo de su padre, hasta que en un momento P brinda un elemento: se llama igual que su papá. Ambos comparten nombre, apellido y otras cosas…
Constantemente retorna el tema de su madre y los dichos de ella. En una visita ella le manifiesta: “Conformate conmigo. Conmigo te vasta y te sobra”.


Segundo momento:

Una situación se convierte en acontecimiento para el paciente: “descubre” que su madre está embarazada. Lo descubre en tanto que su familia no quiere decírselo. Como era de esperar, P se enoja muchísimo con su madre y con su padre. Al abordar esta cuestión en las entrevistas surgen las justificaciones desde la instancia yoica, como ser que la madre era bastante grande y que este embarazo podía ser riesgoso. En mis hipótesis era otro el argumento que comandaba esta escena.
Fue un momento difícil del tratamiento, pero esto habilitó la relación transferencial. Fue necesario poder escuchar y comenzar a poner en relación todos los datos que P iba aportando, así como también ser muy cauta en las intervenciones. Podría decirse que en los primeros momentos ocupé el lugar del testigo, permitiéndome no quedar en serie con esa madre.


Tercer momento:

Es el momento en el que a partir de una intervención, se comienza a hablar sobre la dificultad para relacionarse con otras mujeres que no sean su madre. Se da el lugar a hablar sobre aquellas otras mujeres, sobre lo nuevo. Cada vez que alguna mujer venía a visitar a P a la cárcel, él sentía que debía pedir disculpas a su madre, ya que era una falta de respeto y la prioridad siempre la tenía ella. Y era la madre quien se encargaba de dar cuenta de los defectos que estas mujeres portaban.
Paulatinamente se fue formalizando una pregunta que era particular para él. Más allá de tener en cuenta las coordenadas vinculadas a la eclosión de su adicción a sustancias tóxicas, éste tema se relativizó y se puso en relación a la dificultad que encuentra para poder vincularse con otras mujeres que no sean su madre. El paciente ha comenzado a preguntarse si esta dificultad tiene alguna relación con el vínculo “tan especial” que mantiene con su madre. Lo que hasta el momento era “su realidad”, comienza a ponerse en cuestión. El supuesto “paraíso” encontrado en la relación con su madre comienza a molestarle y a retornarle con cierta extrañeza (¿la de lo siniestro?).
¿Alguna pieza de su posición habrá comenzado a moverse? Y de ser así, lo habilitará a dejar de acostarse con su madre en cuanto a su posición en el discurso?

María Laura Valente



Para señalar algunas ideas vinculadas a este material, voy a respetar los tres momentos propuestos por Maria Laura.
Vayamos sobre el premier momento, la entrevista se origina en un pedido institucional. Como se trata de una unidad carcelaria que pretende ofertar asistencia psicológica a internos con problemas de adicción a las drogas, se los entrevista a todos (inicialmente se pretendió crear una unidad carcelaria que opere como una comunidad terapéutica). Esto significa que cualquier interno que sea derivado a dicha cárcel, sabe que va recibir atención psicológica. Obviamente no todos los que llegan a esa unidad, quieren analizarse, más bien es un destino institucional que les otorga algunos beneficios. Pueden alojarse allí para ser mejor vistos por el juzgado, o para vivir en condiciones mas reguladas que en otros penales. Entonces observen que la analista al inicio pone la “cosa institucional” como parte del material. Este dato es muy valioso, porque como decíamos la cárcel en tanto dispositivo, tiende a un control de todos sus miembros. Podríamos compararlo con la peste, esto es: existe la peste –un mal- que afecta a todos, de manera directa o en potencia. Por lo tanto lo que sigue es controlar a “todos”, de forma permanente, e informar sobre los apestados y los que aún no lo están. Estas palabras que se refieren a lo que exige la institución, revelan que esto es parte del material, y en todo caso hay una advertencia de la analista.
Entonces avanzando, Maria Laura escucha y lee, lo que P dice. Primero no lo lleva a asumir un estado de enfermedad o déficit, de hecho atrapa algo en el texto de P , algo que para él es habitual la relación con su madre. Vean la maniobra, en lugar de realizar un interrogatorio sobre su adicción o el delito, que es lo que interesa a la institución y al discurso jurídico, lo pone a hablar de la familia. En términos de Lacan diría que le esta preguntando por el Otro, cuestión fundamental para calcular el sujeto del inconciente. En esa relación sujeto Otro, ella recorta algo: lo que él dice de la madre y lo que la madre le demanda. Además señala la posición del padre en tanto Otro. Fíjense el despegue de lo institucional: en una entrevista comandada al inicio por un dispositivo de poder, la analista lee toda la escena pone en la cuenta lo institucional y continua, ¿cómo? pidiéndole que hable. No tomó el camino de negarse a entrevistar, o pelearse con el sistema, hizo de los discursos en juego un texto para leer, estando muy atenta a lo que P dice.

Pasemos al segundo momento: este segundo momento es posible por la maniobra de inicio en el caso. Como decíamos lo puso a hablar y sucedió algo. Ya hay un asunto familiar en juego, la madre se nombra como suficiente para él, el padre está pero no interviene, al menos regulando a la madre. Del padre solo cuenta con el nombre. A esto se suma el embarazo de la madre, que pareciera uno de los modos de hacer entrar al padre, y la reacción de enojo de P. Aquí Maria Laura señala un acontecimiento. Ampliemos la cuestión, ella lo pone a hablar, y en esa charla aparecen cuestiones familiares, podríamos pensar el lugar que tiene él en relación a sus padres. A partir de que algo de esto se recorta en el texto de P, se pone en forma una singularidad de su familia, y necesariamente la transferencia. De aquí en adelante paciente y analista tienen un asunto del cual hablar.

Tercer momento: El caso esta en marcha. Atentos a los momentos propuestos, el punto de partida es de una entrevista obligada, vinculada a lo jurídico, de la cual se podría esperar una solución y un diagnóstico, en cambio, se le pide que hable y de lo cuenta surge que P tiene problemas para relacionarse con las mujeres. P, está más interesado en hablar de aquello que en la relación con las mujeres se le dificulta, que en las drogas o el delito. Si algo hace a la posición del analista es el deseo, retomo esto porque las coordenadas de inicio estaban dadas para que Maria Laura se ubique como experto en conductas adictivas y delictivas orientando y clasificando. Ella eligió otra vía, en principio ponerlo a hablar, de allí surgió una cuestión que para P evidentemente es un problema, y se lo dirigió a la analista. El caso como decía va muy bien, y observen como el problema es otro distinto a un déficit de la personalidad. Habrá que establecer como el consumo de drogas o el encierro se relacionan con este “problema” descubierto en transferencia.
Es diferente plantear el delito como un problema individual a solucionar para decirlo en lacaniano ortodoxo, que hay goce del cual se tiene hacer responsable y seguir por una rectificación; que pensar al delito determinado por la elección hecha respecto de los significantes su Otro y que además esto, está cifrado. Si leemos al delito en la relación sujeto Otro, podemos entonces dar lugar a, lo que alguien desea, que problemas tiene, como quiere arreglarse con lo que aquello que lo afecta etc. Sino consideramos la immixión entre sujeto y Otro, no hay modo de revisar que sucede con el lazo social. Tomar al individuo aislado, es como cercar deseo y goce sobre la persona, y no pasar al modo de relación.
Bueno volviendo sobre el planteo de Foucault, como hacen para ubicar en el caso P a un anormal, un monstruo, o alguien a corregir. Cual es la anormalidad en el asunto del análisis de P. Vayamos a las pericias que relata Foucault, imaginen una pericia de P, jurídicamente es un delincuente y un drogadicto, a partir de sus actos (donde el informe tiende a confirmar la personalidad monstruosa). Seguramente si propongo las categorías de labilidad yoica, déficit en la simbolización, actuador o impulsivo, fallas en la constitución familiar, etc. seguro que acierto y nunca lo atendí. En otras palabras responder a lo que pide el discurso jurídico bajo la forma de las instituciones, no admite interrogar el deseo. Escuchar atentamente, lo que un hablante ser dirige a otro hablante ser, es la condición para que algo de lo inconciente advenga, creo que esto es lo ha comenzado a suceder en el material que Maria Laura decidió compartir.




Parte IV, clase final.

Como en la presentación anterior, voy a contarles algunos detalles del tipo de institución donde se generó al caso clínico que hoy trabajaremos. Es la misma unidad carcelaria, que anteriormente describí. Es una unidad destinada a trabajar en la recuperación de presos que tienen problemas con las drogas, y que solicitan o el juzgado les indica tratamiento de rehabilitación.
En este tipo de dispositivos es mas clara la hipótesis del déficit. Esto significa que existe una falla en la personalidad, originada en las condiciones de crianza, lo biológico, las malas influencias, etc. Se trata entonces, de lograr reparar o corregir la conducta de quienes consultan, con el fin de la readaptación social. Para ello, existen en este tipo de tratamientos, fases o etapas que tienen una lógica evolutiva. Estas fases o etapas se deben cumplir, una por una, acreditando mejoras en la conducta. El tiempo de permanencia en cada fase muestra la voluntad y la capacidad de recuperación de cada paciente. No se olviden, que siempre está de por medio la causa de cada interno, y solicitar rehabilitación está bien visto por el juez.
Entonces tenemos un sistema de tratamiento, que se ampara en el conocimiento científico y en estadísticas para fijar un mecanismo de control. No solo encierra al “anormal”, clasifica su anormalidad y fija de que modo lo va a tratar. Es en todo caso un desdoblamiento, en una misma escena de los mecanismos de represión y control. Recuerden que todo aquello que el discurso jurídico no prevee, o sea que es disruptivo, paradójicamente es incluido bajo la forma de la exclusión. Esta cárcel de rehabilitación creo que es un buen representante de esta cuestión. En particular en este de dispositivo,- a mi me recuerda al protagonista de la película “La naranja mecánica” de Stanley Kubrik, que se ofrece para un experimento de rehabilitación- implica que alguien tenga “conciencia de enfermedad”, es decir que asuma su déficit.
Observen nuevamente la escena y traten de imaginar a un analista allí. En principio es difícil, como ya señalamos en otras clases, la convocatoria a convertirse en un especialista, un experto en el tema, resulta una demanda. Y justamente se le demanda porque se le adjudica conocimiento , se espera su palabra, su informe, sus indicaciones de que es lo más adecuado para estos pacientes. Como decíamos en la presentación clínica anterior, que explique científicamente el delito a partir de la personalidad del delincuente. Bueno nuevamente son estas las condiciones de inicio.
Pasemos al material, en esta oportunidad el caso corresponde a la analista Victoria Saggese quien ha decidido compartir parte de su experiencia clínica con nosotros.
El material:



Un caso para “no encerrar” en la presentación.

El paciente, “residente” como se nomina en los dispositivos llamados de Comunidad Terapéutica, es tomado en tratamiento en noviembre de 2006. El mismo había solicitado ser atendido por una extensa historia de consumo de drogas.
En la derivación por el Equipo de Admisión, aparece una mención puntual por la complejidad del caso. Episodios de sobredosis, autolesiones, dependencia marcada a sustancias varias, etc. y con una “presentación desbordada”.
Es lo que suena en el primer tiempo del tratamiento, con rasgos propios de extensas institucionalizaciones. Con escasez en los recursos ideativos e interpretativos. Pensamiento concreto desordenado y metonimizado, querellante y con ideas autorreferenciales. Intentos impulsivos de descarga y abreacción. Responsabilización al otro. Indisciplinado y sin marco normalizante.
En principio con algunas dudas diagnósticas, se precisa a nivel teórico la holofrase, no pensada desde la psicosis pero si en la analogía que Lacan sugiere entre ésta, la psicosomática y la debilidad mental.
Esto de pensar al significante holofraseado de la debilidad mental, reorganiza el caso. El campo inicial de fenómenos- hábito del consumo, compulsión, compromiso del cuerpo órgano,- en términos de Lacan S1, es pensado y trabajado vinculado a una dialéctica, para conmover este significante petrificado y aislado.
El logro se sostuvo en el transcurso de la puesta en forma del dispositivo tratamental, sobrevalorando el sesgo del discurso religioso y el arte, en particular la música. Por intermedio del culto religioso, se interesó en la música. Haciendo de esto el aspecto regulador de su conducta manifiesta.
Se estabilizó en sus pensamientos discordantes, y frena notoriamente su exitación psicomotriz. Va decantando esto en el desenvolvimiento cotidiano en procesos de estabilización y alivio. Encapsula la temática conflictiva evitando desbordes anímicos.
Lleva a cabo sus responsabilidades y se esfuerza en superar y obtener metas a corto y largo plazo, revalorizándose en su accionar.
Durante éste último período, donde se le solicitó un pase a fase II, con reinserción social, el residente ha fortalecido lo que lo estabiliza, con tolerancia y mesura frente a lo que proyecta evaluando condiciones para dar curso a lo que pretende. Ha logrado interrogarse sobre su conflictiva delictivo adictiva, cercando con prudencia los motivos causales, poniendo límites a sus rasgos de impulsividad y excesos.
El sistema religioso operó en primer instancia como regulador, vía el tratamiento se propició el aprendizaje de un instrumento de música que lo des encerró de su subjetividad abarrotada y enrejada.

Hoy enseña a otros….
Hoy se presenta en teatros fuera de la unidad carcelaria.
Hoy lo considera una salida laboral.
Hoy este instrumento suplencia real, logró anudarlo y enlazarlo a otro diferente del inicio.
Y, por otro lado, desde la dirección de la cura, intentar “no encerrar” a los significantes “encerrados” de la presentación del caso…



Lic. Saggese Victoria



Para comenzar, el paciente tiene sus entrevistas con Victoria, luego de una admisión institucional que rápidamente lo clasificó como un caso difícil. Resulta evidente cierta cuestión transferencial del equipo que realizó la admisión, con el modo de trabajo de la analista.
Entonces tenemos que el paciente demanda asistencia y que en virtud de la historia institucional, deciden incorporarlo al tratamiento advirtiendo a Victoria del caso. En la descripción, se pueden leer una serie de rasgos de personalidad que hacen a la complejidad del paciente. Es interesante como desde la institución, desde lo jurídico no se cuestiona cierta dificultad para asistir a un paciente, que haya estado institucionalizado largos períodos de su vida, solo hace suponer que el paciente es difícil. El equipo de admisión, sigue por esa vía, no presenta pregunta solo confirma la historia individual, como si las instituciones donde se alojó no tuvieran nada que ver con el caso. Dicho equipo de admisión opera como el experto, sabe que es un paciente complicado da aviso, pero no interroga, no supone inconciente, al menos como nosotros lo pensamos. El saber bajo la forma del conocimiento, fija el ser de este interno, siendo el punto de apoyo la pretensión científica. En mi opinión, se les escapa la institución como una otredad en la vida del paciente. La derivación pudo haber articulado las manifestaciones de la conducta con una pregunta, o haber situado que desconoce que tipo de atención tuvo previamente, o que no puede establecer que significa el encierro para este hombre que reacciona de ese modo. Pero ese camino no es explorado. Es decir en lugar de habilitar una pregunta, solo confirman la complejidad del individuo.
Victoria realiza una maniobra diferente, lo acepta, observa las manifestaciones de la personalidad del interno, y genera una pregunta. Aquí ya estamos en otro campo. Todo este conjunto de datos, verificables en la conducta, le plantean dudas en el diagnóstico. No pierdan de vista que decir que es un caso difícil, no supone ninguna duda, solo engorda el conocimiento del experto. La posición de Victoria es la de un analista, porque se interroga acerca del sentido frente a la demanda. Ni responde a esa demanda informando que el tipo verdaderamente es un “anormal”, ni se desentiende del caso. De hecho pensó una hipótesis de trabajo, en función de su lectura de los significantes en juego, y estableció un rumbo.
Esto sugiere, que con un caso que normalmente en las instituciones nadie quiere atender, ella decidió avanzar. No se quedó en la descripción de fenómenos conductuales. Lo escuchó con atención, y recortó algo del mensaje de este paciente. En transferencia surgió el deseo, al paciente le apasiona la música, a tal punto que está dispuesto a mucho, a asumir de que modo quiere que la música esté en su vida. Vean el salto, de un caso de los complicados, esos que circulan por todo tratamiento posible, que resultan un dolor de cabeza, allí la analista escuchó a un ser hablante, y en immixión se pone en forma un deseo. Para decirlo de un modo provocador, hizo de un caso difícil, un paciente que quiere ser músico y vivir de eso. Ya el asunto es otro, como ven este paciente está decidido a reorganizar su vida a partir de este hallazgo.
Considero clave señalar la vía del deseo, es notable como el paciente cambia, lean la descripción de la conducta, a partir de una nueva significación este ser hablante tiene un nuevo horizonte. Pasó de estar desbordado a no ceder esto que descubrió en su análisis, simplemente porque se encontró con una analista decida a escucharlo. Creo que la posición de firmeza del paciente con su deseo está en estrecha vinculación con el deseo de Victoria de analizar. Ella es la primera en esta serie de instituciones y tratamientos que se pregunto que es lo que le pasa, y alojó la demanda del paciente. No pierdan de vista que en el material, el relato comienza hablando de conductas, y luego las trató como significantes. Todas esas manifestaciones de “desborde”, son leídas en busca de despejar un sentido, la analista habla de dialéctica, de hacer de los fenómenos observables de la presentación un S1. Retomando, tenemos entonces que de un caso difícil, de un interno problemático, se opera un pasaje al campo del significante, es allí en ese sitio donde se podrá leer el deseo. Sin el deseo de esta analista, este giro no hubiera sido posible.
Piensen nuevamente, como leer el criterio del déficit, de la responsabilización individual, y lo que ha sucedido en este material clínico. No parece que el caso difícil se halla rectificado o encamisado en las pautas y normas sociales. Si en cambio que ha modificado radicalmente su posición, ahora identificó algo que quiere para su vida. Este movimiento implica una relación diferente con el Otro. Para hacerlo mas claro, si quiere vivir de la música, presentarse en teatros, dar clases, etc. se tiene que replantear la permanencia en la cárcel, y el modo de circular en sociedad. Seguramente ir por mas en la música, le va dar una significación diferente a su vida. Su mensaje, a partir de pasar por el campo del Otro, se resignificó. Las mejoras en su vida son efecto de una nueva relación con el deseo.
Entiendo que el caso va viento en popa, ahora bien retomemos algunos planteos. Si este paciente mejoró, es a partir del análisis y de la puesta en forma de su mensaje. Habilitar su deseo implica a la vez, una modificación en su relación con la ley, la sociedad y el modo de goce. Es una separación efectiva de los mecanismos de control, dado que estos no se interesan en la subjetividad.
Mi apuesta es que esto que sucede en un análisis sea la respuesta a la demanda del discurso jurídico o institucional. Que los informes señalen la existencia y el valor del deseo en lugar de dar cuenta de la evolución del paciente.
Bueno mi agradecimiento a las analistas que brindaron el material clínico, finalizamos acá.


Alejandro Ercoli, 2008